No. 93 / Octubre 2016
La taza intacta
La mañana en que te conocí,
aunque a punto estuve de hacerlo,
no me atreví a invitarte a un café;
y te dejé marchar,
no sé si para siempre.
Aquel café que no tomamos juntos
cómo me quita hoy el sueño.
Fidelidad
Si el niño que admiraba Camelot
terminó publicando traducciones de Alfred Tennyson;
si el joven que leía con devoción a Shakespeare
puso en su lengua los Sonetos, y de paso
Venus y Adonis, Lucrecia y lo demás;
si quien garabateaba versos después los vio editados
en colecciones que como lector admiraba,
así con el amor: el hombre adulto
que sueña con tu alma y no la tiene
también la alcanzará, no importa cuándo.