No. 89 / Mayo 2016 |
Dos libros sobre la enfermedad
(Segunda entrega) |
Poéticas de la Negatividad
La acción destruye al objeto no en su ser, sino en su forma, Para una tumba de Anatole, Stéphane Mallarmé |
Las acciones de “suprimir y conservar” en el caso de la obra de Mallarmé simplifican el mecanismo de una poética que a fines del XIX modificaría radicalmente las formas de la poesía.
Del padre del simbolismo francés conocemos premisas básicas como el “azar vencido” o las lecturas constelares, lugares comunes de la crítica; así pues, su obra se articula en la conquista del espacio (hoja en blanco) y en la extensión del verso que triunfa en horizontalidades o iteratividad, y que desmantela la sintaxis (y su linealidad) en pro de la palabra (nivel en que se fundamenta), para dar lugar a sistemas semánticos abiertos y complejos que abandonan definitivamente las líricas tradicionales. Se trata de una obra altamente racional e inorgánica, que permite prever sistemas rizomáticos o hipermediáticos entre los que ahora nos movemos con aparente tranquilidad.
Mallarmé, como sus contemporáneos, intuye la desarticulación “caosmos-raicilla” (Deleuze y Guatari) que se reflejará claramente en las sociedades de la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI, sin que por ello su obra pretenda una organicidad, más bien, al contrario. Sus poemas se basan en el fragmento y en la concatenación de la ruina.
Retomo el epígrafe de mi entrega de abril, del que propongo una doble lectura: la primera, textual, donde la función adverbial del ‘no’ niega la destrucción del objeto “en su ser” para afectar su forma mediante la acción (como sujeto). La segunda, ficticia, donde el ‘no’ se integra, a modo de sustantivo-adjetivo, al ‘objeto’ y resulta en un objeto-no: ‘En la primera se trata del objeto, en la segunda, del objeto-no (en la “ficción teórica”: Gabriel Weisz) que se materializa e impone su negación en los niveles tanto del ser como de la forma; en ambas se crea la realidad subjetiva, dialéctica, tensa y contradictoria del Aufhenbung.’
La densidad del sentido sintáctico regular que conserva Mallarmé se fundamenta en piezas clave: sustantivos y verbos que aparecerán de manera organizada cada tanto. En esta organización estructural se basan las lecturas constelares o iterativas; hay que rastrear su aparición y su repetición para una suma semántica.
La supresión es mucho más notoria: una vez rota la sintaxis, se eliminan o sobreintencionan los conectores (“¡qué!”); se reorganiza la distribución versal, altamente fragmentaria; el uso desarticulado de guiones y otros signos o el encabalgamiento a distancia generan 'estrofas', violentadas con grafías que regularmente serían algo como un punto y aparte; en fin, la escritura se transforma en un sistema-guía, origen de una máquina relacional que abre y juega con las posibilidades de un sentido-otro (negativo), altamente interpretable. La constelación requiere de una lectura ‘total’ en que los puntos de convergencia (que darán lugar a la significación) se han extendido; expandido.
Lo dicho puede pensarse para el Tiro de dados y también para la obra en que me enfocaré: Para una tumba de Anatole.
Este libro es una serie de 202 notas sobre la trayectoria de enfermedad y muerte de su hijo más pequeño, Anatole, quien muere a los ocho años de edad, en 1879, cuando el autor tenía 35 años y otra hija. No existe una versión final del poema, se trata de una obra inacabada con rasgos de drama y réquiem, a la que además de las particularidades mencionadas, se suma una serie de acotaciones en las que podemos leer el proyecto (racional y estético) del poeta. La obra en la reciente edición mexicana de auieo, tiene la “disposición tipográfica de aquella edición [1961, Éditions du Seuil], fiel a la reconstrucción del manuscrito, conservando en la traducción el carácter fragmentario y discontinuo de las líneas y los signos ortográficos”, que resultan fundamentales para la interpretación del texto. Todos los rasgos del ‘manuscrito’ permiten extender los marcos de lectura hacia la propuesta de lo que, alguna vez, fuere un poema.
Debido al tema, las palabras en que se fundamenta contienen una carga ontológica que les da una densidad significativa mucho más determinada que en otra obras del autor; palabras como muerte-hijo-dios-pensamiento-tierra-madre-hija-tumba y enfermedad, conforman un campo semántico altamente densificado, que puede organizarse al menos en dos grupos: dios, tierra y muerte; hijo, padre, madre y hermana. Su pura mención reduce las posibilidades en una narrativa tan asignada. Palabras-piedra que en su densidad cuentan la muerte del hijo pequeño y la angustia del padre testigo. La razón biográfica (lírica) se impone a la búsqueda estética (selección del vocabulario u organización del texto) más allá de toda intención previa. Escribir es la cura.
Pero Mallaré es Mallarmé y en el garabateo del dolor introduce digresiones en las que piensa el poema como proyecto. Subrayados y taches, indicaciones numéricas indescifrables (1, 2, 3, 4, 5), notas: “aunque poema/ basado siempre/ sobre hechos — tan sólo/ debe tomar/ hechos generales — sucede aquí/ que la idea del con-/ junto concuerda”; secuencia en números romanos que puede referirse al hijo (I), al padre (II) a la madre (III) y que se contradicen más adelante. La hija ha quedado fuera del sistema: “—ella exenta de/ esta tumba para/ padre madre e hijo/ —por su matrimonio.”
Abolir el azar es mucho más que una premisa estética, se trata, desde luego, del adueñamiento de la voluntad sobre el destino: sistema poético en que el hacer resulta en el ser y viceversa.
El poema proyecta la forma del ethos en un máximo ejercicio de libertad, —pensamiento muy de la época–, sin embargo, la muerte de Anatole (la tumba) pone en jaque la absoluta voluntad que manifiesta Mallarmé en su azar vencido palabra por palabra (triunfo contra la determinación), a partir de una tragedia irreductible que se impone, primero al hijo: “—anulando a ese pequeño «yo» de niño//” y, por consiguiente, a la familia. Tragedia que el padre combate (a pérdidas) contra un dios en minúscula, con la escritura del poema que, desde luego, queda inacabado. La tumba es el medio y el objeto que contiene el nuevo estado incomprensible del hijito, el poema es para la tumba. El poema es por lo tanto, inacabable, imposible, insoportable.
Las tensiones rebasan la escritura entre el dolor —lírica del yo que el autor mantuvo a distancia siempre que pudo–, y la realidad impuesta que toma las formas del lenguaje, su materialidad, su estallamiento.
Entre lo que se suprime y lo que se conserva queda la ruina en el reclamo de la razón: el padre que habla por la familia, quien ha dado la vida que le es arrebatada a destiempo. Queda la colección destartalada de versos: “notas preparatorias que el poeta reagrupará (…), todas de la misma dimensión 13 x 7.3 cm, escrito con lápiz y cuyo grafismo en algunos pasajes se ha borrado (...) reunidos en un solo fajo, metido en un sobre de cartón rojo, de la misma talla, sin ninguna indicación de título. Las páginas del manuscrito no fueron enumeradas. Las hojas que contienen los fragmentos se siguen sin ningún plan exacto ni orden lógico o temático” (Enán Burgos): colección del objeto-no, del objeto-tumba, del libro-tumba, de la palabra-piedra que ha estallado contra toda voluntad, razón y libertad humanas.
Las tensiones rebasan la escritura entre el dolor —lírica del yo que el autor mantuvo a distancia siempre que pudo–, y la realidad impuesta que toma las formas del lenguaje, su materialidad, su estallamiento.
Entre lo que se suprime y lo que se conserva queda la ruina en el reclamo de la razón: el padre que habla por la familia, quien ha dado la vida que le es arrebatada a destiempo. Queda la colección destartalada de versos: “notas preparatorias que el poeta reagrupará (…), todas de la misma dimensión 13 x 7.3 cm, escrito con lápiz y cuyo grafismo en algunos pasajes se ha borrado (...) reunidos en un solo fajo, metido en un sobre de cartón rojo, de la misma talla, sin ninguna indicación de título. Las páginas del manuscrito no fueron enumeradas. Las hojas que contienen los fragmentos se siguen sin ningún plan exacto ni orden lógico o temático” (Enán Burgos): colección del objeto-no, del objeto-tumba, del libro-tumba, de la palabra-piedra que ha estallado contra toda voluntad, razón y libertad humanas.
Para una tumba de Anatole
(Fragmentos)
(3
mejores
como si él cuando
aún fuera −
cualesquiera que hubiesen sido,
los calificativos
digno –etc.
las horas en que
fuiste y no fuiste
enfermo en
primavera
muerto en otoño
− es el sol
----------
la ola
la idea la tos
(2
[enfermo – estar al desnudo
como el niño −
y apareciendo ante nosotros
−aprovechamos esas
horas, en que muerte
golpeado
él vive
aún, y es nuestro todavía
título poesía de
la enfermedad.
(2
que no sepas
tu suerte
―
y hombre
niño muerto
no ― no
confundido con los grandes
muertos ― etc.
― mientras nosotros
mismos vivimos, él
vive ― en nosotros
―
sólo después de nuestra
muerte que él estará muerto
― y que las campanas
de los Muertos doblarán por
él
1ª parte
―
uno siente ― golpe fatal
iluminando el alma ―
que muerte ―
y (trueno) todo lo
que se derrumba
―
sueña con dejarle un nombre, etc.
ahora tan cambiado que
ya no es él ―
y la idea (de él) ¡sí!
así se despeja un poco
(3
después que ha sido
retirado, fin de I
llevado de la habitación ―
― ver entonces
cómo II ― «la
cual sería la
de enfermedad y
el pequeño fantasma»
se enmarcarían ―
― III espectro
(I
y entonces III
hablarle de esa manera
no es cierto que
Amigo, di que
tú triunfas
no es no es cierto
desprendido de tu todo
mi peso de la
vida
― del viejo
mal de vivir
(¡oh! yo
3ª parte
ruptura entre I y II
y entre II y IV
II y III
todo se entrelaza
―
marinerito ―
traje marino
¡qué!
― para gran
travesía
una ola te llevará
asceta
mar,
+ +