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| No. 92 / Septiembre 2016 | 
| Romina Cazón   La misma sangre Hace un año mi amante cayó a mi casa yo a sus pantalones. Hicimos un riachuelo mas nadie se ahogó Antes, me habría gustado  darle un buen arroz con milanesa la servilleta y su copa de vino. Sentarnos para pensar seriamente en el lugar de los muebles y en el color de la recámara. Preguntarle por ejemplo por sus tenis Indagar su tamaño.  En otras palabras: desmenuzarlo para no desmoronar mi cuerpo  II Mi nombre es Ninguno. Soy una hembra flexible y a menudo digo sí cuando se trata de destapar un vino o ir a la cama Camino lento no obstante  siempre llego a donde me esperan. III Me patearon la  cara el muslo y el estómago. No hubo Dios para mí, pero sí un cuaderno. Escribí una historia tan siniestra que no me atreví a leerla. Pronto supe que para morir en armonía era pasando horas en vela dándole la mano a la pluma y hacer que corra la misma sangre. IV Mi tarea no radica en escribir sino en adueñarme de la realidad. Yo muevo los objetos de la cocina y sé dónde hallarlos y para qué sirven Sé que esos objetos probablemente irían al baño conmigo y tendrían sexo si así lo quisiera. Puesto que cuando la pluma cae  alguien puede ser poeta. V No siempre es mía esta voz Es una escalera lúgubre un pasillo que no se encuentra cuando es necesario salir de casa. Mi voz no tiene que ver con Nazareno, pero está en el reloj de mano  y en el vientre de una mujer que busca consuelo en el altar. Mi voz es la que deambula en la calle y nombra objetos. 
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