Sin ninguna duda, Florentino Solano (Metlatónoc, Guerrero, México, 1982), es “el poeta” en lenguas originarias. Aquí tenemos un ejemplo de la escritura desde la orilla, desde la necesidad y el centro del conflicto; Solano es el único poeta que realmente ha entendido y se acercado a lo que es poesía, es decir, creación y crítica. Tengo la fortuna de hablar la misma lengua que él —Tu’un savi “Palabra de la Lluvia”—, es decir, es mi ñani.
Hace poco viajé a los territorios de la esclavitud: San Quintín, Baja California, México, a donde Florentino ha emigrado. A lo político-económico-universal se le denomina ‘neoliberalismo’, y su adjetivo es salvaje −esta palabra tan mal usada−, pues bien, su expresión extrema está en San Quintín, en Sinaloa, en el Estado de México… en cualquier país del tercer mundo donde está presente la explotación del ser humano, al acumulamiento por unos cuantos. Florentino ha acumulado demasiado silencio que se multiplicó en imágenes, entiende el ritmo callado.
A San Quintín viajó el poeta, de una marginalidad a otra, y llevó consigo la música, las palabras, el canto de su abuela y la esperanza de la profecía, no religiosa, sino el dictado del verso y la incertidumbre. No cruzamos ninguna palabra, solo intercambiamos libros, pues cuando la mirada se vuelve cómplice no hay necesidad de diálogo. Su concentración poética se debe a la reflexión, porque está fuera de los reflectores, becas, premios, publicaciones, viajes, entrevistas, shows. No intenta ser políticamente correcto. No es ningún pobre imbécil que acepta limosnas de los burgueses, para que los pobres sigan engañados y controlados, y para continuar autoengañándose, −a veces ni siquiera lo saben.
Retomando la poesía, mostraré algunos de sus poemas del libro Ñu’u xí’ín in ka Ñuu (La luz y otras noches), (México, CDI, 2012). En ellos, la emigración parece ser la condición para la búsqueda de uno mismo, para expresar la acumulación, el incilio, el no lugar, el dolor por todo. Sus poemas son universales, por eso en el fondo podemos utilizar el verso de Hölderlin: “¿Y para qué poetas en tiempos de penuria?” Sin duda, en estos tiempos ominosos es válido repetir la pregunta, como es válido buscar en el arte la respuesta contundente.
Vayámonos acercando a los poemas: comenzamos con Origen: “No somos hijos de la chingada/ sino de la oscuridad y de la muerte.” Es cierto, hay que comenzar por desmentir la historia y proponer; así hay que resignificar en la soledad y dentro del laberinto. Cuánta razón tiene el que subvierte la historia y busca otra desde adentro de sí mismo, por eso también nosotros repetimos: no hay vencidos, por lo tanto, no hay ninguna visión. La espiral de la realidad gira y surge el arte categórico contra la violencia, el dolor; contra éstos no puede tenerse más miedo, para vivir esperanzados.
Así, vemos que la destrucción del medio ambiente y del planeta provienen de la mano del ser humano, unos cuantos destruyen el rededor para su provecho, dejando el desastre y la basura para el resto de la población. El ser humano arrastra consigo su tragedia por no comprender que no se trata de controlar la naturaleza sino convivir de con ella.
En el poema Cerrar los ojos, funcionan correctamente la intertextualidad y la sátira: “Pienso/ que Dios está sentado allá arriba/ en una silla de nubes/ viendo cómo nos astillamos la vida/ y sopla una parvada de cuervos/ que bajan hacia nosotros/ y les ofrecemos el pecho/ a ciegas a oscuras/ porque vienen del cielo.” Vaya manera de expresar la pasividad del dogma, vaya manera de decir que Dios no es terrenal —es más, que no existe—, mientras acá abajo nos devoramos ciegos e infelices.
Hay que dejar a dios en paz, allá arriba, sentadito; nosotros no lo hemos matado, nos están matando aquí abajo, estamos viendo el matadero y somos parte. El genocidio continúa, pero ahora por quienes lo sufrieron. Así pues se trata de no repetir, quién sabe si podamos aún aprender, quizá necesitaríamos al hombre nuevo. Hay que buscarlo. Hay que buscarse, estirar la mano, no para que el otro deposite su moneda, sino para sentir un poco de calor; no el calor de la fe sino para reconocernos y continuar la búsqueda −aunque sea momentánea−, a través del poema.
En otro poema que no tiene mayúsculas ni puntuación, porque ninguna palabra desea ser mejor o superior, la estructura de los versos rompe la sintaxis: “pero cada hora/ cada día/ cada fuerza/ una flor crece sobre mi cuerpo/ sucio indio bruto bestia”. Este poema está fuera del espectáculo, tiene vida solo como poema, no desea ser leído en ningún sitio. Es un yo profundo: el decir en el diván del psicoanalista para realizar la autosanación, aunque sabe que ésta no puede existir y tiene que intentarse a través de la escritura.
Finalmente quiero decir que a lo largo de estos tres años he intentado escribir ensayos-crítica, lo cual es una tautología; he buscado la mirada de otro que responda con una media sonrisa. No sé qué continúa. ¡Ah, los tiempos señor, sí, los tiempos! Debo agradecer a Pedro Serrano, el director de Periódico de Poesía, también a Ana Franco Ortuño, la editora. El respeto del trabajo en equipo es necesario.
Sin duda, al arte, aquí, se crea desde la tragedia; no se puede agregar más, porque los poemas de Florentino Solano son mucho más.
[Xa’a]
Kóko
vaxi tá’vi ñuú nu yo
kándi xani
na ndií
chi tákú ndie’e kuu ndatava ñá xtan yú ndiví.
“Ñuú ké nixikoo ndi’i ña”, káche xtan yú
“ñuú ña nixikuña
ra saá kú nú kaku na ndii
Ra na ndii —ná kukoo ñu’u—
ra’a ná kaku se’e na
ra saá ké kaku yó” —káche xtan yú.
Suvi sé’e ndiayá kú yó
Se’e ña ñaa xi’ín se’e ndii va kú yó
Ñuu uña ké
té kua’an ñá xtan yú
tá kánda tiáñú’ú:
In tíndia ña kua’n ña.
Ndi saá ñuú ra tuva ká’ndi va.
[Origen]
Devorando
viene la noche a reventar con la mirada:
estallido de sueños
de muertos
y de historia que mi abue dibujó con estrellitas en el cielo.
“De la noche surgió todo”, dice abue
“todo era noche
y la soledad parió a los muertos
y los muertos —hágase la luz—
comenzaron a dar luz
y después vinimos nosotros”, dice abue.
No somos hijos de la chingada
sino de la oscuridad y de la muerte
Mi abue se fue
una noche a oscuras
como el mar:
a tientas.
Cada noche es un estallido.
[Té ndási yu nu yú]
Té ñaa
in ñuu mata
ra ndási yu nuu yú
Saá ká’ín
chi ninu ndú’ú ndioxi
nuu in tiayu viko
xitó’ni ra nixa sátákue’e tá’án yó
tíví ra in ti’vi tikaka
vaxi nuu rí kaxi ri yó
ra sáñá’a yo níma yo nuu ri
in náni va yó
xa’a ñá kee rí ndiví.
“Ndióxi kú ra taxi ichí
koé kumani nu yú
nu víta ní itia
ndaki’n ndie yú sa ra…”
Ndísu yó’ó ra xíni ñú’ú sachún yó
chi ni kué víta ra
ni su itia ké ra
ni koo tu nuu ndaki’ndie yo.
[Cerrar los ojos]
En la sombra
de una noche fatigada y lenta
cierro los ojos
como quien cierra la memoria.
Pienso
que Dios está sentado allá arriba
en una silla de nubes
viendo cómo nos astillamos la vida
y sopla una parvada de cuervo
que bajan hacia nosotros
y les ofrecemos el pecho
a ciegas a oscuras
porque vienen del cielo.
“Jehová es mi pastor
nada me faltará
en lugares de delicados pastos
me hará descansar…”
Mientras tanto hay que chingarle
Porque aquí ni son delicados
Ni pastos
Ni descanso.
Ita kuñu yu
ká’án na chi ra nda’ví kuvi kú yu
ra ki’ví lo ke ninu kú yu
ra ko ña’a
xa’án yakua yu chi
xá’án ta’tán tinana yú tia tin
xá’án ñu’ú vixin
kutie’e yú íyó tiku yú xín tia’vi
íyo yaa xini yú
xi’í yu ndixi kua’á xí’ín kua’á ndutiá
ndá’yu yí yu nu ná
koo ichí tiákú yu koo ichí va’a yu
ra ki’vi va kú yu chi
ra vílo
ra ikú
chin kua’a ní ka na’a
ndisu tá kaa
tá kii
ta ndiee
in ita xá’nu sa’ta yú
ra yakua ki’ví vílo kití kú
kua’an xá’nu ña baja kalifórnia
La flor de mi cuerpo
dicen que soy un pobre diablo
indio del sur
ísavi perdido
que huelo a mugre
a tomate fumigado sudor del campo
a barro mojado
que tengo callos piojos liendres
caspa en el cabello
que tomo Tecate y otras chingaderas
miento la madre
vivo sin filosofía ni civismo
dicen que soy un idiota
estúpido
bruto
y un etcétera infinito
pero cada hora
cada día
cada fuerza
una flor crece sobre mi cuerpo
sucio indio bruto bestia
baja california progresa
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