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columpios-alberto-forcada-j.jpg Columpios
Alberto Forcada
Ilustraciones de
Juan Gedovius
Fondo de Cultura
Econimica,
México, 2005

 

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Sueños

Cada noche esperábamos en el andén
vestidos con nuestros mejores pijamas.
Intentábamos disimular los bostezos,
pero si el tren tardaba
columpios-gedovius-suenos.jpgno teníamos empacho en cerrar los ojos y contar ovejas.
Finalmente entraba en la estación
la locomotora,
como una tormenta,
impregnando el ambiente
de azufre y niebla.
Con un suspiro se abrían los compartimentos
y salían los sueños.
—¡Aquí estoy! ¡Aquí estoy!
—les gritábamos a los nuestros,
agitando los gorros de dormir.



Papalote

Mi papá me regaló un papalote
que agitaba la cola
y sabía convertirse en puntito.
Juntos dábamos piruetas
columpios-gedovius-papalote.jpgy dejábamos que el viento nos cerrara los ojos.
Se llamaba Pípilo y era mi barco,
mi raya, mi pedacito de cielo.
Temeroso de que lo atropellara un avión
o se extraviara persiguiendo nubes,
lo paseaba siempre con correa.
Creo que por eso se cansó de mí
y un día huyó hacia las montañas
en compañía de una parvada
de papalotes salvajes.



columpios-gedovius-ataque.jpgAtaque

Mi sombra fue obediente
hasta que comenzó a crecer
y en un instante devoró la silla, la cama, las paredes.
Para salvarme prendí un cerillo
y me refugié bajo su flama
que la sombra lamió con regocijo.
Eso me dio tiempo de encontrar la lámpara
y disparar un rayo
que le reventó a la sombra la panza
y la hizo huir por la ventana.
Desde entonces no ha vuelto.



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