Katariina Vuorinen
(Janakkala , 1976) escritora, ha publicado los poemarios Edith suuteli minua unessa y Kylmä rintama.
Traducciones de Johanna Suhonen & Roxana Crisólogo
La descendencia
Me siento, las nalgas desnudas, en el musgo
las llamas del diablo entran en mí
Contra las piedras hay vergüenza para ser polinizada,
en la orilla se reconoce el propio cuerpo antes de la interrogación.
La niña alterada se mezcla en el paisaje.
Por fin se ha enterado de la existencia de personas sobrepuestas,
bebidas fermentadas, linos de sangre,
se enoja con la sierra circular de la piel, enebros
vueltas y vueltas, piernas equivocadas, boca pegada,
piel que no transparenta
las venas.
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Queda un cupón no ganador y un globo pinchado con una aguja de tejer.
La luz de San Juan revela sutilmente, aprieta las caderas.
No querías más
al borde de la mesa, a la bifurcación,
le diste vuelta a la amoladera en las entrañas del vientre,
el pecho lleno de hojas mojadas
Doblaste las pestañas, el secreto de los ojos pintados de negro.
Los libros escondidos hacían brotar esporas de fuerza.
Tres juramentos: no me abro, retrocedo, paro.
Los labios y los ojos aún se hinchan por el golpe
los rostros vacíos de los adultos se vuelven hacia
la mañana bidimensional
la neblina susurra, el colimbo ártico condensa.
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Vuelvo a empezar, desde el pie del abeto, y en las curvas de la punta
ya hay nuevo hielo negro, bufandas bien tejidas,
almohazar pronto a la madre y a la mente bajoneada
hacia la espalda, la orilla poco profunda con un rastrillo de hierro.
En el libro de texto se ha llenado el regazo con hijos propios
de preferencia en el musgo, con el palito en la faringe.
II
El palo de la escoba me mantiene parada
en el habla de los creyentes.
Ellos recitan hurgón y serbales desde mi rostro.
Me deslizo de los tacones al pulpejo del pie, preparo la pared
con ojos astillosos, froto con un papel de lija
los pensamientos felices que botarán escamas
en los rabillos del ojo las pinturas del diablo, en lo que llego a correr la cortina.
Deseo felicidad. El no pensar.
Poco a poco comienza en el niño el movimiento del metrónomo,
se lanzan los bates y las botas
el habla se hace más delgada, hasta el clavo, la rabia martillea.
Poco a poco la sangre se mezcla,
de los más fuertes se saca tijeras y guantes
y lanas limpias que se mantengan secas.
A ellos se los olvida en el aguanieve o alguien los vende.
El enojo se detiene en la arcilla,
uno levanta la bandera caída, otro se va de boca.
Y de las orejas o de la aflicción se tira para arriba de nuevo.
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