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TIEMPO FUERA (1988-2005) |
Por Natalia González Gottdiener |
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Los poemas de Jorge Valdés Díaz-Vélez están caracterizados por la licuescencia. Entre lejanías que se acercan, deja de configurarse el tiempo. Los motivos que retoma constantemente son: la amada, la naturaleza etérea, el tiempo, el Dios que aparece en y ante la belleza, o lo que espanta y tiembla. La voz predominante está fundada en lo femenino como incentivo: ciudad, piel, vida, luminiscencia: “toda tú, rajadura de luz/ abres mi mano…”
El poeta sigue un trazo ascendente y luminoso. Luego de quebrar al tiempo, eleva el mundo de los parentescos. Parece que conectando un verso con otro, buscara reconciliar las ausencias, las añoranzas y los espacios, vía la escritura. Cada poema impreca al vacío, es una respuesta que se efectúa para el sí mismo, insertada en ese “tiempo de sobra más allá de mis nostalgias”. Las palabras se despeñan, “sobre la destrucción/ del mundo hablan las cosas”. La puntuación y los cortes de verso son claves para generar movimiento, asimismo lo son los ritmos vitales, libres; hay algunos sonetos y recurrencias al romance (versos de ocho sílabas) donde el ejercicio de la métrica se evidencia. Valdés juega con la simetría de las palabras: geometría de la ciudad y la naturaleza cuyo volumen, en el plano del papel, es generado por la intensidad, la musicalidad y las pausas. Aplaudo la descripción del cuerpo humano, del encuentro con lo carnal evanescente o el paisaje visible, aunque sólo sea “tocado” con la mirada. El pulso que entinta la hoja, tiene exactitud al resaltar las texturas, como en un “Lienzo”: la flor, el fruto, los cuatro elementos. El poeta nos hace partícipes de sus experiencias; se siente su andar constante a cada nacimiento de los motivos, cuales sean, ante los sentidos. La noche de tu cuerpo resguarda en sí la noche Recomiendo más el aliento breve del poeta donde se cristalizan los recuerdos y/o los imaginarios del autor, a ese otro aliento largo, en que más bien, aparecen de pronto, “poemas dentro del poema”, --recurro a la concepción del poeta Raúl Renán--, como si los textos se bordaran unos a otros, no siempre en conjunción, sino en líneas paralelas: éste es el caso de Axtiaule: Cabalgamos juntos/ en las aguas oscuras y desnudas. Axtiautle no habrá quien te ilumine//con cántaros de risa/ de la noche serpiente/La sombra es obsesiva memoria. Por el brillo// de las hachas cayeron/ los últimos pegasos,/ y el unicornio ardió/ en relinchos, a solas/ bajo la luna, un siglo. No sé si es una proyección mía, sin embargo, la antología es apetecible para los días de lluvia, junto a una taza de té o café, según los gustos del lector. Ver selección de poemas de este libro |
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