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portada-prenda.jpgPoesía en prenda
Abigael Bohórquez, Editorial Mantis, Écrit des Forges (edición bilingüe), Guadalajara, 2010.

Por Ricardo Castillo

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Afortunadamente cada época guarda a pesar de ella una dotación de poemas ocultos, erizos, medusas, mantarrayas, perlas negras escondidas en los pliegues de esa noche que en su correr llega al día, para ver aparecer una generación que se permite leer a esos muertos olvidados por casi todos sus contemporáneos; el arribo de una lectura generacional que empieza a saldar las deudas con la recepción de una obra mal escuchada y peor leída, una lectura sin los límites y los prejuicios de ayer, por ejemplo, ya sin el escrúpulo de que el difunto, considerado en vida normalmente como un anormal,  se encuentre vivo todavía por ahí, enrareciendo la atmósfera, propalando un mal ejemplo que podrá merecer muchos comentarios y anécdotas, pero jamás el aplauso. Se sabe que el reconocimiento no se ocupa de lo que está en el margen de lo aceptable, sea en lo estético o en lo moral, sino, acaso, hasta cuando está bien frío y enterrado.

Sin embargo, a pesar de los inconvenientes que este hecho pudo representar para el bienestar de Abigael Bohórquez, y a pesar de la pérdida que significó para los lectores de por lo menos las últimas tres décadas o más, hay que decir que, a través de los años que dura el confinamiento de sus poemas, no ha habido gran daño en la vivacidad de su trabajo poético. Poemas como los de Abigael, Luis Hernández, Max Rojas, Mario Santiago u Orlando Guillén, están hechos para soportar el frío y el entierro. Fueron hechos así.

Tal parece que a estos poetas la vida les funciona de maravilla para escribir sus poemas, pero hay que decir también que esa misma vida no suele ayudarlos mínimamente para conseguir el reconocimiento. De hecho el motor de los actos de su vida no es otro que el de una escritura que los aparta; hay en los poemas mismos una especie de bloqueo que les impide, por razones de procedimiento, aspirar a una aceptación normalizada, o bien contar con el beneplácito de los especialistas del momento. Son poemas que proceden a dar la espalda al gusto de la época, que se alejan de las tendencias dominantes de sus días, y proyectan una sombra inevitable sobre sí mismos. Son los poemas, la sombra misma que impide su oportuna visibilidad.

Es posible que este ocultamiento de la época no sea tan involuntario, ni que el procedimiento poético de Abigael explique por sí sólo satisfactoriamente su pésima difusión hasta nuestros días, sin embargo no quiero en este momento que atestigua el extraño caso de la aparición de un libro de Abigael, caer en reclamaciones, por justas que puedan ser, ¿para qué reclamar a la crítica, o las editoriales, o los jurados, o a los muy hipócritas lectores, o para qué reclamar a esos otros, un poquito menos leídos pero mucho más machos? Un buen apostador, como lo era Bohórquez, sabe perfectamente a lo que juega la casa. Pero también sabe la mano que tiene.

Por otra parte desear la desaparición del ocultamiento de ciertas obras, puede ser justo, pero también un tanto ingenuo, el mundo de la literatura es así, y las obras de mérito que se desarrollan en el margen de la atención generalizada, no son tanto una excepción a la regla del reconocimiento y “catalogación” de las obras, sino un hecho de periódica constancia en el desarrollo de la literatura. No es tanto que estas obras marquen una excepción, al menos no como motivo principal, sino que por el contrario, señalan una continuidad subterránea y provocadora que en su aparición retroactiva añade a la tradición un complemento necesario, una sombra que acompaña y consuma toda tradición, sin convertirse por ello necesariamente en modelo de reconocimiento. Es lo que el texto colectivo se reserva fuera de los circuitos del canon, o bien, como es el caso de la obra de madurez de Abigael, se encuentra simplemente fuera de los canales que posibilitan el acceso al lector; pues hay que pensar la obra de madurez de Bohórquez lo muestra como un poeta único y por ello necesario dentro del elenco de poetas nacidos a mediados de los años treinta y principios de cuarenta, Zaid, Becerra, Pacheco, Lizalde, Aridjis, que no son enteramente los mismos sin las luces y contrastes del sonorense. Como tampoco él mismo es enteramente el poeta que podemos conocer cuando lo vemos al lado de sus contemporáneos. No se trata de ver algo mejor o peor en uno o en otros, sino de encontrar la indudable variedad y riqueza que se agrega al conjunto. Variedad de registros y riqueza de lenguaje. Finalmente, la poesía en movimiento. Que el top ten lo consulten los aficionados a las listas, aquéllos que se explican la poesía a través de las antologías o lo conocido de los nombres.

En mi caso, por lo tanto, prefiero adoptar y celebrar la dignidad de las propias palabras de Abigael, cuando declara:

“No sé qué validez pueda tener lo que un poeta pueda decir de su propio verso, pero como poeta tengo el deber y el destino de ignorarme, soy un instrumento del hálito (…), sin embargo mi condición de instrumento y mi destino de ignorarme no excluye la posibilidad” de que el instrumento pueda afinarse en el espíritu de la palabra poética. “De facultad e intención está hecha la poesía y aún cuando no me siento un ser excepcional y privilegiado, sí puedo decir humildemente que he tratado de aprovechar hasta lo posible esta facultad, este hecho humano al que no puedo negarme, y tratar de darle la intención más emocional y terrenal de lo que pueda ser capaz”. En estas palabras creo que se encuentra la talla de su temple. No hay queja de su parte.

Es mejor celebrar la publicación de estos poemas, oh Bohórquez,  bienvenidos sean tus fundamentos de construcción; recibir, conducir, dar o no dar la pausa, y luego, seguro el pase y luego, el remate bien colocado. Bienvenidas las inventivas formas de acometer la escritura del poema, saludo a los refuerzos sudamericanos que trajiste con acierto a la canción mexicana. Huidobro, Vallejo, Girondo. Bienvenida tu gambeta y su léxico de avispa y mosca de todo tiempo y toda parte, bienvenido en fin tu corazón bien calzado, arcaico, diestro y malabar. Fresco vodka tonic es tu canción. O como también hubieras querido, tremebunda virilidad en aquestos belfos bellos.




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