LOS DÍAS DESCALZOS
Submarino
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a Eduardo Hurtado
En el fondo del patio
en el rincón profundo
donde nadie se asoma,
estoy otra vez con mi mejor amigo.
Lejos de la sordidez de premios y castigos,
nos sumergimos en la conversación
que inventa países silenciosos.
Entre tablas y escombros
hemos construido debajo del desorden
un submarino que todos desconocen.
Futbol
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Entre la multitud que se agita como un bosque
encantado
libres del deber, por el gusto del pasto, en la delicia
de ver rodar,
de sentir cómo nace del pie la precisión que en la vida
normal le arrebató la mano,
estamos reunidos hoy en este campo donde no crece
ni la cebada ni el trigo
somos el coro que lamenta y que festeja,
el suspiro que acompaña al balón cuando pasa de largo
y el grito entre las redes.
Nació la pelota con una piedra o con la vejiga hinchada
de una presa abatida
No la inventó un anciano, ni una mujer, ni un niño;
la inventó la tribu en la celebración, en el descanso,
en el claro del bosque
Contra el hacer, contra la dictadura de la mano,
yo canto al pie emancipado por el balón y el césped,
al pie que se despierta de su servil letargo,
a la pierna artesana que vestida de gala va de fiesta,
al corazón del pie, a su cabeza, a su vuelo aliado
de Mercurio
a su naturaleza liberada de tubérculo;
a cada hueso de los dos pies, a sus diez dedos
que atrapan habilidades hace milenios olvidadas
en las ramas de los árboles.
Yo canto a los pies que fatigados de trabajar las sierras
llegaron al llano e inventaron el futbol.
POEMAS INÉDITOS
Pesimista
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Me suenan a milagro,
pero en estos cantos
anida otra catástrofe.
¿Qué hacen silbando aquí?
Vienen de abajo,
en dirección contraria
a las barrancas;
¿conquistando la cima?
Su aparición
parece buena señal
para la piel friolenta
y los frutales,
pero algo me dice
que son malas noticias.
Los pájaros de voz más grave
volarán hacia el norte
desplazando, a su vez, cantos nativos.
Los seguirán los árboles
que poblarán el Ártico.
Gatos
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Ausentes,
sin mudarse de sitio
o perdidos,
en las antípodas,
me brindan,
desde lo desconocido,
el goce en libertad
de su palacio:
esta casa ahuecada
por el opio
felino
que el silencio
despliega.
Como el humo,
ensimismados
y displicentes,
son capaces de ser,
al mismo tiempo,
mis amos
y mis huéspedes.
Yo lo agradezco,
dándoles de comer
por las mañanas.
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