Regreso a las islas
Elva Macías
Lunas apagadas
en el incendio del agua:
islas de gola tronante
sobre su cuello de arena oscura.
Islas como pensamientos irrumpiendo
en el sello de un tucán
o la pata de una tortuga.
Agrandadas en el delirio de un náufrago
o el espasmo de un cetáceo,
lomas en el caldo de su destrampe.
Islas encadenadas a su monstruo marino
reverdecidas, encaladas
que ahuyentan aves migratorias del frío
con letanías carcomidas en el pico de un loro.
Manchas que se juntan
como la piel de una curandera y su enfermo.
Islas con tocados de luna
y plantas arrastradas
de su cabellera marina hacia la eternidad.
Mientras en el sargazo un pájaro se mece
y el lomo plateado de un alfanje
marca el regreso.
Los días delirantes
Enriqueta Ochoa
para Heriberto Morales
I
Hacia el final
hemos despertado
asidos a un madero
Golpea el mar.
Frente al alba me desnudas.
Mi condición de cueva sosegada
te recibe, cuchilla de luz y agua
que espoleas los puntos vulnerables.
Sobre mi playa mordisquea tu espuma
Y yo me digo
te amo hasta el aliento
de mis últimos segundos
II
Te aguardaba en lo más recóndito de mí
Había aprendido
a vivir entre los potros indomables de la soledad.
Me sorprendía por los caminos
cargando mis jornadas,
las palabras y las noches vacías,
y mi cuerpo lavado por el agua de los sueños
tendía su exhalación amarga
a esperar la vigilia
III
No volveré a morder la tiniebla
de mi lecho desierto.
No andaré errante sobre las arenas de la noche.
Voy a romper el exilio,
a limpiar el capelo
donde guardé
la llama intacta del duelo.
Me bañaré en las órbitas cegadoras
de relámpago
y emergeré repentina
ante esta boda invernal
ahora que un viento helado
azota las ventilas de la vida.
IV
Sentados a la orilla del ayer
atizamos el fuego de la hoguera.
El grito de la sangre
nos calienta,
echa hondas raíces,
nos retiene.
V
Las muchachas de abril
perfuman la primavera,
las he visto esta tarde
flirtear bajo los laureles de la India
en la calzada central.
El júbilo de la luz saca brillo a las hojas,
parpadea.
¡Ah!, lejana estación
donde tú y yo escuchamos crecer la hierba
y nuestras cabezas juntas
congregaban los sueños y los pájaros
trazando órbitas en un vuelo azul.
VI
Estoy aquí, amándote
con aquella edad lozana,
mi verano, mi otoño,
y esta estancia de hielo por donde se fugan los misterios.
Y es que sólo tú has podido abrir de par en par
las puertas de mi espíritu y mi cuerpo.
VII
Antes trenzamos juntos
el aroma delgado del deslumbramiento
cuando la adolescencia
con su olor de jazmín nos envolvía.
Ahora te consagro mi memoria
y los días redondos de estos últimos tiempos.
Los mares
Angelina Muñiz-Huberman
Mar primero:
Mar en espejo: soñado: entrevisto alguna vez
Color estático de agua mediterránea
Color de nacimiento.
¿Palmas o pinos?
Mar segundo:
Mar adivinado: huele de lejos: ciego
Color revuelto de agua atlántica
Que rodea la isla
Color de infancia.
¿Palmas o pinos?
Mar tercero:
Éste es el mar: mar conocido
De todos los colores
En la mano: trasparente
Mar joven.
Palmas. Pinos.
Mar hundido:
Mar sin cronología: la historia al fondo
Galeones, tesoros, corales, cavernas
Otros colores inventados
Mar antiguo.
Ni palmas. Ni pinos.
Mar nuevo:
El de la imaginación
El de la memoria
El de la voluntad
Sin color
Sin edad.
Palmas y pinos.
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Periódico de Poesía, nueva época, núm. 3, UNAM-INBA, otoño de 1993, págs. 21-24.
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