Nombre y comparecencia (02/05/2010): El nombre secreto, el nombre sagrado, el nombre creador... ¿Por qué saber el nombre (el nombre verdadero) de alguien da poder sobre él? Quizá porque, así como la imagen puede ser forzada a la prisión, robada, secuestrada, así también el nombre puede ser invocado y obligado a presentarse ante un poder. Ni una ni otro pueden negarse a responder... ¡Fulano!, le gritan al decapitado, y la cabeza de Fulano abre los ojos. Responde a su nombre mientras aún le queda algo de vida... Lo sabían los antiguos egipcios: “Quien es interpelado responde”, dice el cuento de El campesino elocuente, “Quien es llamado acude”, dice el relato de El mago Djedi, “No te quedes (...) mudo cuando se ha dicho tu nombre”, dice La historia de Sinhué (Cf. Lichtheim I, 178, 219 y 232, respectivamente)... Nombre, imagen: dos de las cinco “almas” de que constaba para los antiguos egipcios la esencia de los hombres, aquellas con que el muerto comparecía en el otro mundo para que sus acciones (su corazón) fueran pesadas contra una pluma (la justicia) en la balanza de Osiris. Antes de pasar por esta prueba, el muerto recitaba una plegaria y le rogaba a su corazón que no lo traicionara a la hora de rendir su declaración ante el tribunal. Porque, al parecer, el corazón tenía algún grado de autonomía y podía decidir lo que diría en el juicio. Pero el nombre y la imagen no tenían un poder semejante, y no podían negarse a acudir al salón del juicio. No debe extrañarnos. Aún hoy nuestra imagen y nuestro nombre son los instrumentos primarios con que nos presentamos ante la autoridad, y aún hoy los vemos como el símbolo que legitima y da sentido a nuestra presencia ente ella. Porque no basta nuestra presencia corporal (nuestra presencia de hecho) para legitimar nuestros actos ante una autoridad (ser juzgado, rendir testimonio, formular una denuncia). Si la autoridad ha de atendernos, es preciso que, además de estar presentes de hecho, estemos presentes de derecho. Sólo así comparecemos de veras. Y para hacerlo es necesario que nos identifiquemos, que pongamos por delante algo que nos re-presenta (que nos presenta simbólicamente): un documento de identidad, con una fotografía y un nombre. Este documento es en realidad más importante que la presencia física, como se ve en el hecho de que hay muchas diligencias legales que no requieren de nuestra presencia, pero son raras las que, exigiendo nuestra presencia, no requieren además de nuestra identificación. Esta especie de remplazo del cuerpo por su identidad (por su doble, dirían los egipcios, por su ka) hace posible que los muertos sigan siendo sujetos del orden legal y que puedan incluso ser juzgados, condenados o eximidos de una culpa. Ya no son, pero aún significan. La Creación no es la producción material de las cosas que hay en el mundo sino el acto por el que éstas son llamadas a comparecer y se presentan ante el creador. El mundo aparece entonces en el orden sagrado; es decir, comparece ante las leyes divinas, nace al mundo del sentido y recibe en él su bautizo, su nombre verdadero. Sólo de este modo entiendo que nombrar sea sinónimo de crear. No porque el acto de nombrar produzca materia de la nada sino porque el nombre invoca a lo nombrado, lo convoca a comparecer en el mundo del sentido. El universo surge del caos cuando Ptah lo nombra. Aflora desde las oscuras aguas primigenias. Es un islote a mitad del Nilo... No puede negarse a aparecer ante los ojos de su Señor... Ya no es lo que era: ahora es inmortal, y por eso debe rendir cuentas ante él, frente a la justicia... Ya no es el que era: ahora es su doble (su ka); es decir, es él mismo, pero en cuanto sujeto de la justicia, de la comparecencia. Por eso es otro: ha sido creado... Sólo lo que no ha sido creado de este modo escapa a la justicia. Sólo lo que no ilumina la justicia permanece increado... Sólo eso carece de sentido y es invisible, innombrable, intangible, inexistente... El increado Mal… Pavesas: ¿Por qué la maldad parece obrar siempre según la previsión de un plan, mientras que la bondad sólo le sale al paso, sin previsión ni premeditación? (31/07/1997)
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