No. 54 / Noviembre 2012 |
Lo infinito amoroso
Mística y Poesía Por María Auxiliadora Álvarez
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![]() En el poema III de El fulgor, se ofrece la idea del proceso ascendente en una instancia de observación que mantiene el registro del colapso corporal aunque todavía no trasciende su materialidad: “El cuerpo se derrumba/ desde encima/ de sí/ como ciudad roída/ corroída,/ muerta”. La fuerte idea de que los límites del cuerpo acortan la vida del erosresurge incesantemente en la poética de Valente: “Como el agua o la llama/ que son después ceniza, / alguien amó, ha devorado un cuerpo, / llorado sobre él y se ha tendido/ ciego bajo su llanto” (Como ríos contiguos, La memoria y los signos). En varios poemas de La memoria y los signos, la “noche” puede ser el lugar del eros y también el no-lugar, el desierto, la nada: “Cuando tú y yo estamos frente a frente/ y una extensión desierta nos separa/Cuando la noche cae”. La aspiración del sujeto sobrepasa la consecución del objeto: “Cuerpo que he contemplado. Sus límites. La noche/ Cuanto digo no puede alzarse hacia otro cielo”, y arrastra el cuerpo (des)enamorado, la noche, la ciudad y los límites: “Es ahora la hora/ de sacudir la raíz/ y volverla hacia el cielo”. En un texto de Mandorla titulado Muerte y resurrección, se entrevé con mayor fuerza la idea de lo falaz de la experiencia corporal y la visión se expande para vislumbrar la sobrevivencia de la instancia espiritual: “Morir/ no tiene cuerpo. / Estaba/ traslúcido el lugar/ donde tu cuerpo estuvo. / La piedra había sido removida./ No estabas tú, tu cuerpo, estaba/ sobrevivida al fin la transparencia”. Hay aquí una clara referencia al gran resurrecto de la historia cristiana devuelto de la muerte por amor divino; y a Lázaro, por segunda vez(recordar su libro Poemas a Lázaro de 1960), el hermano de Marta y de María devuelto de la muerte por amor humano. |
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