Héctor Iván González (Ciudad de México, 1980) El anófeles viene una vez más hacia ti Recorre uno a uno los palmos que los separan Avanza con la tenacidad de un boxeador Se acerca con la profunda convicción El proyecto impostergable de zaherirte Introducir su aguja de filamento sutil Viene hacia ti porque te ha elegido Remonta la distancia de aire límpido Acompañado de su personalidad terrible Se acerca para dejarte todo lo que tiene Te ha elegido a ti entre muchos otros No importa si para él/ella eres una flor o un fruto Lo que importa es que quiere beber de ti, quiere, como un buen amante, comerte lentamente y en partes con dulzura Desea arrancar cada uno de tus miembros Y regar, sedimentar, una saliva sorda Te asediará con su paso de barracuda Te torturará repetidas veces como se lacera a un condenado Irrumpirá en tu sueño, con su sonar Intervendrá las suaves mareas para penetrar en un dormir ligerísimo Mientras lo esperas, temeroso, merodea, da un rodeo y se acerca al caracol de la oreja como un molusco buscando asilo Tendrás que sentirte cautivo rogarás por Dios que observa, le pedirás con una fe cruenta que haga caer al mosco desde la punta del cielo. Afila su katana de plata en mutis a la inversa, horada espirales oscuras planeando hacia tu punto pulposo No habrá peor consigna que ser acosado por este pequeño alfiler con alas, mesiánico cactus que cobija la noche, terrorista y vampiro: anófeles. Mil y un veces, bucanero De una vez y para siempre te maldigo mosquillo leonado Sé que en ti las culpas de mis peores raptos, de mis claros vituperios, encuentran forma y una suerte de falso descanso Una vez más se aproxima tenue con su zumbido siseante, como una tijera que rechina contra el aire Voy tras él y huye con astucia Parece saber la geografía exacta de mi cuarto Se escabulle como un malhechor por noches enteras entre silencios Me crispa los nervios su visita Es peor que un lamento fuera de mi puerta Perturba como el tábano celoso y mientras se aleja inopinadamente lo capturo con hachazo dactilar Queda semi-herido en las líneas y surcos temblorosos de mi mano Con toda mi crueldad, fijamente, le empiezo a amputar todos y cada uno de sus miembrecillos Primero una pata que quiebro Después una antena balbucea su chirrido ¡Maldito, sinvergüenza, perro! Le arranco dos patas de golpe y presiono su cabeza fieramente Pero qué feo eres, bastardo No llegas ni a una bella horridez Eres un digno hijo del diablo ¡Qué curioso, mientras te desbrozaba sentía como si se lo hiciera al Dios que vigila este mundo! Qué pequeña cara de halcón Y qué bizarro busto de buitre Te retuerces en tu impotencia y berreas como un niño que ha nacido malhecho Mientras vas entregando tu aliento, mientras te agitas sobre la servilleta exploro tu presencia maligna Aún teniendo sólo una pata, luchas, protestas como un astado calado por una muerte que observa Y tú crees que puedes seguir, figura grotesca. A ti, socavado, a ti, vocinglero, quiero dejarte boquear como tú me hiciste agonizar a mí, pedazo de figura lastimera, zumbas como un aeroplano inerme que debería ahogarse en un mar de sangre eres un dechado de fruslería Tu impotencia se consigna, pero te dejaré vivir, mancha de lapa, chúpame toda la sangre que quieras No creo que, por más que sorbas, puedas recuperar tus patitas, carnicero, ni mi hemoglobina haga florecer tus alas de gelatina.
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