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No. 57 / Marzo 2013

 

Héctor Iván González
(Ciudad de México, 1980)


El anófeles viene una vez más hacia ti


Recorre uno a uno los palmos que los separan
Avanza con la tenacidad de un boxeador
Se acerca con la profunda convicción
El proyecto impostergable de zaherirte
Introducir su aguja de filamento sutil
Viene hacia ti porque te ha elegido
Remonta la distancia de aire límpido
Acompañado de su personalidad terrible
Se acerca para dejarte todo lo que tiene
Te ha elegido a ti entre muchos otros
No importa si para él/ella eres una flor o un fruto
Lo que importa es que quiere beber de ti,
quiere, como un buen amante, comerte
lentamente y en partes con dulzura  
Desea arrancar cada uno de tus miembros
Y regar, sedimentar, una saliva sorda
Te asediará con su paso de barracuda
Te torturará repetidas veces
como se lacera a un condenado
Irrumpirá en tu sueño, con su sonar
Intervendrá las suaves mareas
para penetrar en un dormir ligerísimo
Mientras lo esperas, temeroso, merodea, da un rodeo
y se acerca al caracol de la oreja
como un molusco buscando asilo
Tendrás que sentirte cautivo
rogarás por Dios que observa,
le pedirás con una fe cruenta
que haga caer al mosco desde la punta del cielo.

Afila su katana de plata en mutis
a la inversa, horada espirales oscuras
planeando hacia tu punto pulposo
No habrá peor consigna
que ser acosado por este
pequeño alfiler con alas,
mesiánico cactus que cobija la noche,
terrorista y vampiro: anófeles.

Mil y un veces, bucanero
De una vez y para siempre
te maldigo mosquillo leonado
Sé que en ti las culpas de mis
peores raptos, de mis claros
vituperios, encuentran forma
y una suerte de falso descanso

Una vez más se aproxima tenue
con su zumbido siseante, como
una tijera que rechina contra el aire
Voy tras él y huye con astucia
Parece saber la geografía exacta de mi cuarto
Se escabulle como un malhechor
por noches enteras entre silencios
Me crispa los nervios su visita
Es peor que un lamento fuera de mi puerta
Perturba como el tábano celoso
y mientras se aleja inopinadamente
lo capturo con hachazo dactilar
Queda semi-herido en las líneas
y surcos temblorosos de mi mano
Con toda mi crueldad, fijamente,
le empiezo a amputar todos
y cada uno de sus miembrecillos
Primero una pata que quiebro
Después una antena balbucea su chirrido

¡Maldito, sinvergüenza, perro!
Le arranco dos patas de golpe
y presiono su cabeza fieramente
Pero qué feo eres, bastardo
No llegas ni a una bella horridez
Eres un digno hijo del diablo
¡Qué curioso, mientras te desbrozaba
sentía como si se lo hiciera
al Dios que vigila este mundo!

Qué pequeña cara de halcón
Y qué bizarro busto de buitre
Te retuerces en tu impotencia
y berreas como un niño
que ha nacido malhecho
Mientras vas entregando tu aliento,
mientras te agitas sobre la servilleta
exploro tu presencia maligna
Aún teniendo sólo una pata, luchas,
protestas como un astado calado
por una muerte que observa
Y tú crees que puedes seguir,
figura grotesca. A ti, socavado,
a ti, vocinglero, quiero dejarte boquear
como tú me hiciste agonizar a mí,
pedazo de figura lastimera,
zumbas como un aeroplano inerme
que debería ahogarse en un mar de sangre
eres un dechado de fruslería
Tu impotencia se consigna, pero
te dejaré vivir, mancha de lapa,
chúpame toda la sangre que quieras
No creo que, por más que sorbas,
puedas recuperar tus patitas,
carnicero, ni mi hemoglobina
haga florecer tus alas de gelatina.