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Debiste haber contado otras historias |
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Plaza Luis Cabrera
duermen: vela sólo el sopor; cocodrilo sonámbulo bajo el flujo del cobre, su pesadez transcurre, va nutriendo la tierra con su pulso de aceite: frescor, noche pulverizada en chispas diminutas.
Pero las cosas todas que aquí somos, las cosas y sus ecos, somos también la plaza: este silencio nuevo hecho de agua, los vestigios exhaustos de un cartel que la lluvia ha leído ya demasiadas veces, la niñez fragmentada en cuatro o cinco especímenes húmedos, la tubería salobre y sus follajes internos, el sexo como un rostro en las ventanas, la anciana que se pudre con sus medias de nailon desvaídas y la fuente donde un relámpago tirado yace.
Cruda y empatía
Amanezco con ganas de destruir ciudades, de legislar en piedra que la gente me ame sobre todas las cosas, de exigirle a los padres que maten a sus hijos, y de tener un hijo para que me lo maten.
Porque a veces despierto con humor de diluvio, amanezco dudando de mi propia existencia y, por esas mañanas solamente, siento gran empatía por Dios Nuestro Señor.
México, 23 de junio de 1986
de cómo el más vulgar de los mortales ―un tosco chaparrito de origen proletario― expropió para todos en su nombre la gloria de los vientos, la fama del jet-set y la mano de Dios.
Sonetería III
(Antología)
Amor está de su veneno armado, pero nunca será, tú no eres ésa. Mi razón es al par luz y firmeza; tu co- razón, ya terciopelo ajado; un árbol bien plantado mas danzante, el cielo que me tienes prometido; Oli- verio Girondo, agradecido; y mato al que me quiere ver triunfante. Mirándote morir, Stalingrado, Catalina entregó su corazón: polvo serán, mas polvo enamorado. ¿Voy, después, a leer a André Breton? Anda, putilla del ru- bor helado, pido que se levante la sesión.
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