Transcurre la vida apacible en los suburbios, las preocupaciones no son las mismas que en las grandes ciudades, las personas se acercan unas a otras en el roce lento del amor, de la espera o de la muerte. Así, con algunas referencias directas a una geografía y con la serenidad de un pueblo se lee “como un iceberg” Anahí Mallol (Paradiso poesía, Buenos Aires 2013) en donde todo se manifiesta y se hace próximo “pinos verdes y una choza rústica/el sol se hunde/en el aire puro/él se saca el gorro escucha/el canto de los pájaros/…/ella está lejos, del otro lado del agua./se intercambian palabras dulces/musicales/porque el gran río/fluye entre ellos.” Pero hay una presencia que vaga, desplazándose lentamente por el océano de la cotidianeidad, en donde suceden: el arte, la espera, el juego y el acontecimiento, las cuatro series en que está dividido este iceberg, que, aunque a veces no elija como avanzar, tampoco se detiene. No hay mayúsculas. No hay estridencias ni resonancias que denoten ese peligro “las tardes enteras/las mañanas y las noches/con vos/en una cama/…/como si se pudiera/ sustraerse/en el espacio/inmenso móvil/-un barco casi/tan duro tan frágil/como cualquier Titanic de película-a la amenaza de los días“ Y en esos días se desprende un hijo, un hermano, una mujer, un hombre, delante de la nada las aguas frías registran un encuentro que también caerá “viene cuando cae/ la tarde./hacemos el amor./después dice(no veo su cara/a mi lado/en la otra almohada):/las flores son más frescas/por las mañanas./…/después se va.” El arte es un perfume narcotizante como el nardo, marca presencia y envuelve, como si se pudiera permanecer aéreamente sobre el otro, sobre ese otro que se busca construir “se acuesta con un hombre/ cualquiera/al azar/después lo rechaza y dice/no/no es éste/es casi él./y se dispersa en un juego de manos/que no alcanzan a tocarme” O el arte de construir al otro a la manera de las propias necesidades, como un gigante, un ideal que debe ser, a la vez, espejo: “me mira/como si yo fuera/mejor de lo que soy./sonrío: así me quiero./lo miro igual:/sos/mejor que vos/sos un gigante./me dejo/estar ahí/detengo el tiempo mientras juego/un arte en el que todo es/a la vez/antiguo y nuevo. ” Diría Roland Barthes “Encuentro en mi vida millones de cuerpos; de esos millones puedo desear centenares; pero, de esos centenares, no amo sino uno. El otro del que estoy enamorado me designa la especificidad de mi deseo” La espera es una preparación, una mise en scène, pero será en vano, lo que se atesora se desvanece, como si de antemano supiéramos que está perdido. “dice que va a venir/esta tarde/a visitarme/-a tomar unos mates-/dice./lavo mi cuerpo/lenta y cuidadosamente./por la noche/los jazmines que corté/con la última luz/del atardecer perfuman/como otra variante del rocío/el gesto/inútil de la espera.” Si pensara en una referencia fílmica para este libro, me remitiría a Bergman, en donde la mayoría de las imágenes son de interiores (así llamó Woody Allen a una de sus películas con claras reminiscencias Bergmanianas) en donde los colores neutros, los objetos minimalistas, la música que acompaña y el recurso de la luz se adueñan del dramatismo, acá las palabras exhiben escenas, como una cámara que registra esos interiores en donde los escenarios refieren estados de ánimo; y a través de un intercambio entre sueños y realidad, recuerdos y vivencias del presente, se arma el mundo íntimo de la protagonista. Y el amor entonces es como un juego “migrar/ de un cuerpo a otro/como un ave cualquiera…/”. Un juego en donde prevalece lo sensorial. El otro que mira y toca, también abandona, deja a la deriva; hasta que surge algo nuevo, lo que suceda después siempre será una promesa incumplida. “una fuerza/un centro de gravedad el hueco/que se abre/entre tu mano y la mía/cuando tratamos de tocarnos/en esa ceremonia del deseo/que el goce roza/pero no alcanza.” Nunca se concreta, y el iceberg, ese gran bloque de hielo dulce que oculta una parte de su ser, va flotando a la deriva, se va resquebrajando, perdiendo fuerza hasta convertirse en ausencia, en la densidad de la mañana.
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