el halcón
después del beso
los árboles perennes
densos y sombríos
que impedían la perspectiva
descubrieron a lo lejos
una extensión de árboles
de hoja caduca que
aunque algo secos
por el calor del verano
conservaban un sutil resplandor
verde pálido
y con vista como de pájaro
un pájaro de vista penetrante
como un halcón o un gerifalte
clavé la vista en el paisaje
y supe que
“las hojas de los árboles
se agitan
y van a seguir agitándose
aunque apenas
haya viento”
y supe también
que iba a querer
acordarme de eso
hasta que me muriera.
las manos
con las dos manos
sobre la mano fría
de él
de la primera cita
ella aprieta, retiene, protege, pretende
dar calor
porque
da vergüenza ese frío
y da miedo apretar
que se noten
la ansiedad
las ganas
de no volver a deshacer el estrecho
apretón de manos
da miedo seguir de travesía
de un cuerpo al otro
aunque ella ya sabe
del calor que al fin
al cabo de los años
de todos modos
se escapa de las manos.
la ofrenda
ella le ofrece
sin condiciones un cuerpo
que él no desea
pero acepta por
vanidad por soledad ¿por
una súbita ternura de saberse
querido?
cierta curiosidad cierto desprecio cierta
dulzura circula entre los cuerpos.
ahora cae
sobre su corazón
una tristeza gris.
cuando ella vuelve a la habitación
él ya se había vestido
se sientan en la cama
respiran su propio olor
toman un té fuerte en tazas
de porcelana fisuradas por el tiempo
el día se oscurece
cada vez, la lluvia es más fuerte
se asienta sobre las cosas
del otro lado
de la ventana.
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