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No. 67 / Marzo 2014 |
Sospecha Los Arcontes no ven. No nos ven. Enceguecidos por el resplandor van todos desorientados como nosotros sin rumbo van como los hombres sujetos al tiempo de la precariedad también desaparecerán se perderán en el olvido cósmico. ¿Dónde los mirlos dónde los rocíos el leve el trémulo sauce entre trigales el camino ¿DÓNDE? Videntes y no visibles los Arcontes cejan, están cegados. A tientas van como los humanos se encenagan. ¿Cuál es la anchura del decir cómo ensanchar el entender? Teniente a Dios no soy quito de mal y con suciedad me untan. Cuero y carne mi vestidura con la carcoma en derredor la Su mezquindad. Trabajosas las noches me estremezco se sobrecoge mi vislumbre. ¿Dónde los sones dónde los dones y los advenimientos? De la casa del lodo eres tierra es tu avenencia y en el polvo está tu fundamento tu tumbadero. Los Arcontes ¿desde cuándo? Desmontado como ciclista que lleva su bicicleta con la mano me apeo me allano. ¿Matar a Dios para que no nos separe de los hombres? Sometido estoy a una persistente espera: no veo el fin. ¿Dónde el sentido? Tal el límite de lo que no sabemos pero apabulla el límite de nuestra presencia donde el presentimiento abisma fuera de alcance imágenes sin lengua sin cuerpo ni cuenta el movimiento unánime y discorde bordeando lo inconmensurable la cadencia sin regla la mezcla de espesores intrusión de una substancia en otra inaudibles vibraciones de materias tensas concitando por concordancias de distinto orden figuras de formas fugitivas el remolino que la figura intenta contener puntos de intensidad dispar universo: ¿dónde el sentido?
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