Octavio Paz en Barcelona |
El jardín marino |
Recuerdo haber visto a Octavio Paz una sola vez. Participaba, nada menos que con Adolfo Bioy Casares y Álvaro Mutis, en una mesa redonda sobre las ciudades en la Universidad Central de Barcelona. No recuerdo la fecha con exactitud, aunque probablemente fuera a principios de los ochenta. El lugar estaba a rebosar, como era de esperar, ya que los tres ponentes eran grandes celebridades. Mi memoria es también vaga sobre lo que se dijo. Sé que hablaron primero Bioy Casares y Mutis, y que se refirieron a Buenos Aires y a Ciudad de Méjico, las ciudades que habían sido más importantes para ellos. Puede que hablaran también de Barcelona, por cortesía, y puede que incluso hablaran de mujeres. Fuera lo que fuera lo que dijeron, lo transmitieron relajadamente, como amigos que están cenando juntos, y como si no estuvieran ante un público numeroso que les escuchaba con silencio reverencial. Y entonces le llegó el turno a Octavio Paz, y esté, a diferencia de sus compañeros, se puso a leer una conferencia larga y estupendamente escrita sobre el tema para el que habían sido convocados. Prácticamente, nadie pudo volver a hablar hasta que llegó el turno de las preguntas. El asunto me pareció algo antipático entonces, pero Paz fue desde entonces mi modelo perfecto de escritor profesional. |
No. 68 / Abril 2014 |
Octavio Paz en Barcelona |
Recuerdo haber visto a Octavio Paz una sola vez. Participaba, nada menos que con Adolfo Bioy Casares y Álvaro Mutis, en una mesa redonda sobre las ciudades en la Universidad Central de Barcelona. No recuerdo la fecha con exactitud, aunque probablemente fuera a principios de los ochenta. El lugar estaba a rebosar, como era de esperar, ya que los tres ponentes eran grandes celebridades. Mi memoria es también vaga sobre lo que se dijo. Sé que hablaron primero Bioy Casares y Mutis, y que se refirieron a Buenos Aires y a Ciudad de Méjico, las ciudades que habían sido más importantes para ellos. Puede que hablaran también de Barcelona, por cortesía, y puede que incluso hablaran de mujeres. Fuera lo que fuera lo que dijeron, lo transmitieron relajadamente, como amigos que están cenando juntos, y como si no estuvieran ante un público numeroso que les escuchaba con silencio reverencial. Y entonces le llegó el turno a Octavio Paz, y esté, a diferencia de sus compañeros, se puso a leer una conferencia larga y estupendamente escrita sobre el tema para el que habían sido convocados. Prácticamente, nadie pudo volver a hablar hasta que llegó el turno de las preguntas. El asunto me pareció algo antipático entonces, pero Paz fue desde entonces mi modelo perfecto de escritor profesional. |
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