Soy la creación de lo que veo.
“Blanco”, Octavio Paz
Con Paz sucede, quizá como con la mayoría de los grandes escritores, que normalmente las opiniones están polarizadas, o lo detestan o lo adoran. Yo me reconozco entre este último grupo. Me parece que la obra de Paz es de unas alturas intelectuales asombrosas. Su poesía tiene un grado de reflexión ontológica y de enseñanza mística que confluyen perfectamente con un yo lírico que nunca renuncia a ser un sujeto que piensa, que reflexiona, que contempla el mundo. Sin embargo, uno de los elementos que para mí son más sorprendentes de la obra de Paz es su diversidad. Hombre de profundas curiosidades intelectuales, este poeta, narrador, ensayista, crítico y traductor exploró muy diversos géneros literarios y amplísimas temáticas que van desde el universo prehispánico hasta la pintura contemporánea. Paz fue muy sensible a los acontecimientos sociales, políticos y estéticos de su época y, aunque su poesía no se podría considerar de filiación experimental, no quiso privarse de llevar a cabo algunas experimentaciones y exploraciones verbicovisuales de muy amplio espectro que abordan desde el libro objeto y la poesía concreta hasta la ecfrasis.
Desde la más humilde admiración, espero que este breve recorrido por algunas exploraciones visuales de Paz se sume a su muy merecido homenaje.
Topoemas
Paz bautizó con el nombre de “topoemas” sus obras vinculadas a la estética de la poesía visual y concreta. Algo muy interesante es que estas exploraciones espaciales (de la topografía de la página, de la tipografía y de los “blancos activos”, recordando a Mallarmé), relacionadas con el letrismo, el espacialismo y el concretismo, surgieron a partir de la preocupación constante de Paz por el tiempo, un elemento constante, casi obsesivo en la obra del poeta.
Los poemas visuales, al incorporar elementos del ámbito de la imagen, nos muestran una impresión inmediata (recordemos la famosa dicotomía entre artes temporales y artes espaciales), se aprehenden en una sola mirada, de modo que, a través del aprovechamiento del espacio, congelan el tiempo (uno de los topoemas es precisamente un “Monumento reversible/irreversible al tiempo).
Paz hizo pocos poemas de este tipo y, a decir verdad, no son muy ricos ni muy propositivos visual ni técnicamente. Sin embargo, creo que su valor reside en que son una prueba más de las inquietudes intelectuales de Paz, de su motivación constante por escribir “fuera de la zona de confort” y de su apuesta por ser un poeta actual y cosmopolita.
Dos topoemas (“Cifra” y “Niego / ni ego”, 1968).
Otras materialidades
Además de producir poemas visuales, Paz exploró otra de las más ricas materialidades literarias: el poema-objeto y el libro objeto. Ése es el caso de “Vrindaban”, publicado en Ginebra en 1966, una obra muy poco conocida y apenas mencionada por la crítica, la cual revela la inquietud de Paz por el empleo de formatos poco convencionales, como el de esta caja-estuche-libro que representa una contribución mexicana a la generación de presencia y materialidad en la literatura internacional de finales de los años sesenta.
Con dos años de distancia, los “discos visuales”, del mismo año que los topoemas, representan otra manera de cercar el tema de la visualidad, de la incorporación de forma, diseño y color (materia, en suma) a la poesía. Resulta interesante que Paz decidió no hacerse cargo él mismo de la parte visual. El diseño es de Vicente Rojo, uno de los artistas plásticos más importantes de la época. Siempre es interesante lo que se produce cuando un poeta lleva a cabo exploraciones con otros medios artísticos, así como cuando un artista visual explora con la palabra (Goeritz, por ejemplo). No obstante, muchas obras iconotextuales son colaboraciones interartísticas y los “discos visuales” pertenecen a este tipo. Los textos son bastante simples y la retórica visual los fecha de inmediato con el estilo de Vicente Rojo, la época del asbtraccionismo y la estética propia de la llamada Generación de la ruptura.
Vrindaban, libro-objeto, 1966.
Discos visuales, 1968, con dibujos de Vicente Rojo.
Blanco
A mi parecer, Blanco, publicado por primera vez en 1967, es quizá uno de los poemas más bellos, más polivalentes y más memorables de la poesía mexicana del siglo XX. Filiado con Mallarmé, el tantrismo, los mandalas, los códices, se trata de un poema que reflexiona sobre el cuerpo y la sensualidad al crear un cuerpo sensual (ese hermoso objeto que se despliega ante los ojos del lector como los textos sagrados de algunas culturas). Blanco se lee desde su materialidad y nos ofrece una reflexión sobre los cuatro puntos cardinales, los cuatro elementos, los colores y los avatares de la corporalidad erótica y literaria…
Es el poema de lo diáfano, lo transparente, lo vacío, lo disuelto. Es una exploración sobre los sentidos y la percepción: “La irrealidad de lo mirado da realidad a la mirada”. Las palabras son insectos que revolotean en la página y el poema se vuelve también una reflexión sobre el acto de nombrar, de designar: “Si el mundo es real / la palabra es irreal / Si es real la palabra / el mundo / es la grieta el resplandor el remolino”.
Paz cuidó mucho la edición de Blanco. Hizo muchos borradores e innumerables bosquejos relacionados con la topografía de la página. Indicó con precisión los espacios y la distribución del texto y trabajó mucho la distribución tipográfica y el uso de redondas, cursivas, negritas, así como la alternancia de la tinta negra y roja, que recuerda a los tlacuilos.Además, abundan las referencias explícitas a la vista y al acto de ver: “no pienso, veo / -no lo que veo, / los reflejos, los pensamientos, veo”. “El cielo se ennegrece / como esta página”. Poco a poco, el poema toma la dimensión de la realidad y se diluyen los límites entre arriba y abajo, como en las primeras mitologías.
Blanco es una experiencia de visualidad y espacialidad sin dejar de ser un poema de discursividad tradicional. Me parece que, de todas las exploraciones visuales de Paz, ésta es la más lograda, la más rica y la más original.
Una de las aportaciones más importantes de este poema es la experiencia de lectura que nos ofrece. Como dice el mismo autor en la “Advertencia” que precede al poema, es una composición que ofrece la posibilidad de varias lecturas: como un solo texto, de principio a fin, o articulando de distintas formas la relación entre las columnas. Por ese carácter dinámico y transitable, Blanco ha dado lugar a lecturas multimedia, como la organizada por el propio Paz, con Eduardo Lizalde y Guillermo Sheridan, con proyección de imagen (una relectura iconotextual y sinestésica renovada de la obra), la cual se puede ver en www.youtube.com/watch?v=7u01Sid3G7E.
Imposible dejar de mencionar la aplicación creada por CONACULTA para Blanco. A mi parecer, un esfuerzo loable y un producto interesante que dio a conocer este gran poema a muchos lectores nuevos. Sin embargo, creo que, si la principal apuesta de Paz en esta obra era la materialidad, en la aplicación esto pasa a segundo plano y el énfasis queda en la virtualidad. La gestualidad de abrir el libro, desplegar el texto y recorrerlo a modo de códice se ve reemplazada por la interacción con la pantalla. Es un Blanco revisitado, pero distinto.
Dejando de lado los debates de la edición en impreso o digital, el poema es una revelación, una de esas obras fundamentales que se vuelven parte de nosotros mismos. Al menos, en mi caso, Blanco fue una ruptura de paradigma, un texto al que puedo volver con la certeza de que siempre encontraré la “claridad que se anula en una sílaba diáfana como el silencio”.
Blanco, portada y texto desplegado, primera edición 1967.
Poemas ecfrasticos
Paz siempre mostró interés por la pintura. Baste pensar en Los privilegios de la vista o en su magnífico ensayo "Dos siglos de pintura norteamericana: 1776-1971". Algunos de los artistas plásticos que ocuparon su pluma fueron Balthus, Tapiès, Alechinsky, Rauschenberg, Munch, Picasso, Varo, De Kooning. Y, como parte de sus exploraciones visuales, Paz no olvidó la riqueza y el potencial de la ecfrasis, es decir, la representación verbal de una representación visual (para abundar en el tema y ver un repertorio muy amplio de este interesantísimo fenómeno de las poéticas visuales aconsejo revisar Galería de palabras, de Irene Artigas Albarelli).
Los poemas ecfrasticos no son una mera descripción de un referente visual (que generalmente es una pintura o alguna obra escultórica o arquitectónica), sino una reinterpretación a través de signos distintos (los verbales), una relectura. Un poema ecfrástico nos hace ver el referente visual a través de las palabras.
Uno de los poemas ecfrásticos más conocidos de Paz es el que hizo a partir de “Cuatro chopos” de Claude Monet. Uno menos conocido, pero igualmente fascinante, es el que pueden leer a continuación, “Un viento llamado Bob Rauschenberg”. Rauschenberg (1925-2008) es un pintor norteamericano exponente del expresionismo abstracto y el arte pop. En 1953, desafió y cimbró el mundo del arte al borrar un dibujo de Willem de Kooning. Fue el primer artista estadounidense en ganar el Gran Premio en la Bienal de Venecia. Rauschenberg mantuvo siempre la fuerza del desafío, actitud que da título al poema de Paz. La pintura de Rauschenberg es una crítica a la modernidad y a la posmodernidad, al desamparo del hombre actual, a la cultura de masas, a la fragmentación (de ahí que en sus técnicas se haya servido por ejemplo del collage) y a la futilidad de los objetos de la vida contemporánea. Por ello, el poema de Paz tiene ese tono apocalíptico, por eso está lleno de tuercas, ruedas, turbinas, tornillos. Por eso en él, “los objetos duermen con los ojos abiertos”, como en los lienzos de Rauschenberg. El tema constante del poema es la caída. Lee el poema y mira la obra del pintor. Verás las semejanzas formales… “nosotros oímos lo que dice el viento / al mover los follajes submarinos del lenguaje”, dice Paz. Rauschenberg es el viento y nos habla a través de colisionar el lenguaje pictórico mediante su uso de la forma y el color.
UN VIENTO LLAMADO BOB RAUSCHENBERG
Paisaje caído de Saturno,
paisaje del desamparo,
llanuras de tuercas y ruedas y palancas,
turbinas asmáticas, hélices rotas,
cicatrices de la electricidad,
paisaje desconsolado:
los objetos duermen unos al lado de los otros,
vastos rebaños de cosas y cosas y cosas,
los objetos duermen con los ojos abiertos
y caen pausadamente en sí mismos,
caen sin moverse,
su caída es la quietud del llano bajo la luna,
su sueño es un caer sin regreso,
un descenso hacia el espacio sin comienzo,
los objetos caen,
están cayendo,
caen desde mi frente que los piensa,
caen desde mis ojos que no los miran,
caen desde mi pensamiento que los dice,
caen como letras, letras, letras,
lluvia de letras sobre el paisaje del desamparo.
Paisaje caído,
sobre sí mismo echado, buey inmenso,
buey crepuscular como este siglo que acaba,
las cosas duermen unas al lado de las otras
-el hierro y el algodón, la seda y el carbón,
las fibras sintéticas y los granos de trigo,
los tornillos y los huesos del ala del gorrión,
la grúa, la colcha de lana y el retrato de familia,
el reflector, el manubrio y la pluma del colibrí,
las cosas duermen y hablan en sueños,
el viento ha soplado sobre las cosas
y lo que hablan las cosas en su sueño
lo dice el viento lunar al rozarlas,
lo dice con reflejos y colores que arden y estallan,
el viento profiere formas que respiran y giran,
las cosas se oyen hablar y se asombran al oírse,
eran mudas de nacimiento y ahora cantan y ríen,
eran paralíticas y ahora bailan,
el viento las une y las separa y las une,
juega con ellas, las deshace y las rehace,
inventa otras cosas nunca vistas ni oídas,
sus ayuntamientos y sus disyunciones
son racimos de enigmas palpitantes,
formas insólitas y cambiantes de las pasiones,
constelaciones del deseo, la cólera, el amor,
figuras de los encuentros y las despedidas.
El paisaje abre los ojos y se incorpora,
se echa a andar y su sombra lo sigue,
es una estela de rumores obscuros,
son los lenguajes de las substancias caídas,
el viento se detiene y oye el clamor de los elementos,
a la arena y al agua hablando en voz baja,
el gemido de las maderas del muelle que combate la sal,
las confidencias temerarias del fuego,
el soliloquio de las cenizas,
la conversación interminable del universo.
Al hablar con las cosas y con nosotros
el universo habla consigo mismo:
somos su lengua y su oreja, sus palabras y sus silencios.
El viento oye lo que dice el universo
y nosotros oímos lo que dice el viento
al mover los follajes submarinos del lenguaje
y las vegetaciones secretas del subsuelo y el subcielo:
los sueños de las cosas el hombre los sueña,
los sueños de los hombres el tiempo los piensa.
|