Si lo latinoamericano es la construcción permanente, la constante discusión y propuestas, la reafirmación de nuestra historia y su espacio desde sí mismo con relación al entorno mundial, considero que la poesía en lenguas originarias no puede estar alejada de esta búsqueda. Para esto se tienen elementos fundamentales como son sus lenguas e historia.
La historia de la poesía latinoamericana es fundamental para comprender el proceso de la poesía en nuestras lenguas originarias. La primera es cuestionamiento –exploración frente a una metrópoli y proposiciones–; y ha creando una enorme y fuerte tradición que comienza desde el modernismo hasta lo visual y sonoro, el juego y la crítica contemporánea. Así hemos tenido poetas necesarios como: José Martí, Rubén Darío, Vicente Huidobro, César Vallejo, Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo, Octavio Paz, Nicanor Parra, José Lezama Lima, Pablo Neruda, son éstos algunos de la enorme lista.
La segunda, la poesía en lenguas originarias de Latinoamérica ha seguido un camino muy diferente; es la periferia que ha venido viajando de manera incierta. Así lo muestra el poeta Ranulfo Amador Fuentes Rojas (Ayacucho, 1940) quien fue ganador del Concurso Nacional de Literatura Quechua en 2001 y cuyos poemas fueron publicados por la Editorial Universitaria de la Universidad Nacional Federico Villareal. En este libro, Ranulfo no es un poeta experimental: todos los poemas del libro tienen la misma estructura, parten de una raíz y cultura, siguen el camino de la lengua y la historia en contacto íntimo con la naturaleza y el entorno. Su poesía resalta, no la literaturalidad como planteaban los rusos de principios del siglo, lo extraño ni lo oscuro; sino lo directo y lo claro.
Quizá el libro debiera incluir una introducción para un público más amplio, que incluyera un panorama de la situación cultural para acercarnos a una lectura desde la lengua misma. Lo que se aprecia en la obra de Ranulfo es a un poeta tradicional, ligado a su comunidad: resalta su oficio de profesor de su lengua y su literatura.
Veamos el primer poema Orfandad. Aquí, el poeta se desahoga de su situación, se lamenta, describe lo que ello implica, se transforma en un animal volador pero concluye siendo hombre: regresa a lo antropocéntrico. La idea y el poema no están mal, pero siento que debiera preponderar el animal comunitario al animal racional, ya que éste es producto de la modernidad. La palabra razón es crítica porque tal parece que solamente se puede estar consciente de una situación a través de la razón. Veamos la estrofa final: “¡Huérfano y desvalido niño fui!,/ mis sendas alitas de pronto despegué,/ y surcando sobre bosques y abismos/ ¡aprendí a ser hombre! ¡aprendí a ser varón!.”
Por supuesto que la palabra varón bota, es molesta; en México equivale a señor, a don, no es sinónimo de respeto sino de inferioridad. No, la trascendencia se adquiere no desde el deseo de ser otro a través de lo existente, es decir, del mestizo, sino desde la reafirmación de tu lengua, cultura, historia, filosofía. Nuestras lenguas no son huérfanas por su carencia, sino por su silencio e inmovilidad.
En el poema titulado Lluvia dice: “Día y noche he estado aguardando/ con tierra reseca en mis crispados puños,/ para que mi corazón gorjee su alegría/ mientras tú danzas sobre mis sementeras.” Poema dedicado a la lluvia, de petición, de celebración y auto celebración. Estos tiempos sin duda son de cambios profundos, ahora todo es rapidez y velocidad indetenible e inatrapable; pero las culturas originarias son milenarias por ese contacto y cercanía. No están atrasadas, funcionan con otra lógica de convivencia. La lluvia es la sangre de la tierra, como la voz y la fuerza que hacen abrir la semilla.
El poema Cóndor dice: “¡Oh, cóndor que planeas sobre los Andes!/ quiero irme cabalgando en tu recio cuello/ el amor ha fugado de nuestra tierra/ ¡el escarnio y el odio están creciendo!”. Ave de inmensas alas, sueño que levanta, tiempo que vuela, viento hermano. Sabiduría que nos observa y no somos capaces de entender, lectura de la justicia comunitaria; niños que observan y admiran. Animal-hermano, animal-nahual, animal-yo.
Ranulfo titula su libro Llaqtaypa harawin, Poesía de mi pueblo. Un recorrido con el inti (sol) que todo lo mira, que provee energía a cualquiera. Un viaje por vías donde llevamos a cuestas las huellas de nuestros Abuelos y Abuelas; el caminante que somos todos como la arena. Es necesario, entonces, salir de la lengua y comunidad para poder aprehender el entorno, pero lo interno no se aleja, se amplía la visión, entra en crisis. El estar afuera y adentro es la condición de todo poeta –esta orfandad y exilio o auto exilio se tienen que mostrar en el trabajo literario.
Una rápida comparación entre la poesía en lengua quechua —la de Ranulfo— con las originarias de México, nos recuerda: hay que continuar, hay que jugar, hay que perder más, hay que escribir desde la orilla de todo: historia, lengua, poesía. Suerte para la lengua que cuenta con el mayor número de hablantes —más de 5 millones— en Latinoamérica, el quechua.
Wakcha wawa
Wakcha wawa niwarqaku
tayta mamallay ñawinkuta wichgaykuptin,
llakillaña qisaykupi qiparuptin,
sunqullaypa nanaynin yawarninta waqallaptin.
¡Wakcha wawan kallarqani!
qala chakicha kitchka ñampi purillaspay,
uchku siquychay kayman chayman aptirisqa,
yarqay simitin putquy hamkacha maskasqaypi.
Watcha maqtacham kallarqani,
llulu aychayman llasaq llamkay qipirisqa,
tulluchallaypas huñunakuspan hatunta qapariq,
wasachaymanta chakiykama nanay sullwapin.
¡Wakcha maqtacha kallaspaymi!,
raprachayta iskayninta kicharispay,
sacha sachata, qaqakunata pawarispay,
¡Runa kayta! ¡qari kayta!...yacharqani.
Orfandad
Cuando mis padres apagaron la luz de sus ojos
mi orfandad creció en el desamparo,
y cuando la herida de mi corazón manaba sangre
sólo quedaron aflicciones en nuestro nido
¡Huérfano y pobre pronto me hallé!,
descalzo deambulaba por sendas espinosas,
portando por doquier mis maltrechas ojotas,
buscando apagar mi hambre con puñados de maíz
¡Fui yo un desvalido y pobre infante!,
soportaba los rigores con mi débil existencia,
arrancando quejidos lastimeros a la unión de mis huesos,
desde mis hombros adoloridos hasta la punta de mis pies.
¡Huérfano y desvalido niño fui!,
mis sendas alitas de pronto despegué,
y surcando sobre bosques y abismos
¡aprendí a ser hombre! ¡aprendí a ser varón!
Para
Yana puyupa chuya wiqin, ¡para!
sumaqllatañam sullwarimunki,
llamkasqay allpam upyaykusunki
kawsayniy muhu tuqyamunampaq.
Tuta punchawmi suyakurqayki
chaki allpata putqukuykuspa,
kananmi sunquy kusinta takin
saray qawapi qam tusuptiki.
¡Amamá panillay! saqiwankichu,
¡llampu makicha!, ipu paracha
sumaqchallata uywaykaysiway
llapan kawsayta qispinankama.
¡Wawa churillay pallanankama!
Lluvia
¡Lluvia!, diáfano llanto de nube negra,
deja caer la maravilla de tus gotas,
que la tierra arada sedienta te acogerá sangre
y la semilla fértil de la vida florecerá.
Día y noche he estado aguardando
con tierra reseca en mis crispados puños,
para que mi corazón gorjee su alegría
mientras tú danzas sobre mis sementeras.
¡Ay no, hermana mía! no me abandones,
de suaves manitas mi lluviecita tierna,
ayúdame a cuidar mis esperanzas
hasta que florezcan y triunfen mis sembríos
¡Y que mis hijos tengan ubérrima cosecha!
Kuntur
Urqun pawariq katún kúntur,
kunkachaykiman sillaykachiway,
manañam kaypi kawsay kanñachu
chiqninakuylla llumpa miraptin.
Qamqa riqsinkis mayman chayayta
puriq wayrawan kuskanchankuspa,
¡chaymanya wanqiy! apakullaway
runapa kawsanan, sumaq llaqtaman.
Chaypim ichapa tarpukamusun
sunqu saksachiq kuyanakuyta,
chaymi rurunqa chanin tantata
churinchikuna kusikunampaq.
Cóndor
¡Oh, cóndor que planeas sobre los Andes!
quiero irme cabalgando en tu recio cuello
el amor ha fugado de nuestra tierra
¡el escarnio y el odio están creciendo!
Tú que conoces todos los destinos,
Tú que viajas junto con el viento,
¡llévame contigo! hermano cóndor,
conocer quiero la justa morada del hombre.
En aquel pueblo de esperanza y justicia
cultivaremos los amores necesarios del corazón,
y cada amor horneará el pan cotidiano
que llevará alegría a nuestros niños.
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