...................................................................

portada_resenas_aguilera.jpg Glosar Rupestre
Jorge Aguilera López
VersodestierrO,
México, 2014.

Por Ricardo Suasnavar
.....................................................................

No. 75 / Diciembre 2014 - Enero 2015




Habría que empezar por poner en circunstancia el título de este libro: Glosar Rupestre es -hay que apuntarlo- un título que no es inaudito, dados los versos que componen al poemario, pero al mismo tiempo despierta la curiosidad y la duda. No son dos palabras que, fuera de ciertos campos, se empleen demasiado en el español vivo de todos los días. La cuarta de forros, elegante, premonitoriamente anónima, puede apoyarnos un poco con esto. Cito: "Glosar es añadir. La glosa profundiza, cuestiona, reinventa". Lo cierto es también que el DRAE incluye entre sus acepciones -la tercera, para los puristas ávidos de referencias específicas-  de 'glosar' la de "Interpretar o tomar en mal sentido y con intención siniestra una palabra, una proposición o un acto". La glosa, como sustantivo, es definida por el ya mencionado diccionario en su cuarta acepción como una "Composición poética a cuyo final,
o al de cada una de sus estrofas, se hacen entrar rimando y formando sentido uno o más versos anticipadamente propuestos".

Avancemos ahora sobre el adjetivo que complementa la impresión primera de este texto. 'Rupestre' hace referencia a (sigo citando el mismo diccionario) lo "relacionado a las rocas o a lo rudo y primitivo". Ahora, contextualmente, y en el entorno cultural del México del siglo XXI, es inevitable evocar también al movimiento musical surgido a mediados de la década de los ochenta, liderado por Rodrigo González. Es sencillo (bastan unas cuantas tecleadas en la Wikipedia) rastrear algunas de las frases fundacionales del movimiento:

Somos rupestres porque somos músicos marginados y queremos romper con el panfleto y la etiqueta que casi todos los artistas acostumbran usar para identificarse con los demás. En el manifiesto puede leerse: Los rupestres por lo general son sencillos, no la hacen mucho de tos con tanto chango y faramalla como acostumbran los no rupestres pero tienen tanto que proponer con sus guitarras de palo y sus voces acabadas de salir del ron; son poetas y locochones; rocanroleros y trovadores. Simples y elaborados; gustan de la fantasía, le mientan la madre a lo cotidiano.

Sea. Entonces tenemos que este es un libro que profundiza, reinventa, tiene intención siniestra, hace formar sentido con los versos anticipadamente propuestos, marginado, que rompe con el panfleto, y también locochón, rocanrolero. Lo cierto también es que este libro carece de algunos de los calificativos anteriores. ¿Profundiza? ¿Es locochón? Concedo también que satisface algunos de los adejtivos anteriormente enunciados. Sin embargo, ¿eso basta para que un libro de poesía sea considerado rupestre, o siquiera, un glosar? Tengo mis dudas. Verdadero es también que las virtudes de este texto recaen en aspectos no enumerados en el título. Pareciera más bien que el autor intenta advertirnos desde el principio que su tirada será la ironía, la burla velada.

Como carta de presentación, este libro comienza con un pequeño poema en prosa. Cito un fragmento: "Al menos tenemos las palabras tibias, y qué suerte no gritar la mierda de mi inteligencia en cubitos de hielo que endulcen la embriaguez moderna del progreso acumulativo". Justo después empieza la primera de las partes del libro: "Canciones que una ciudad me gritó". Varias cosas a notar en esta sección: la obsesión escatológica, la pregunta que no espera respuesta, las moscas, la inevitable aspiración de "santificarse". En "Eva", Aguilera asegura que "la santidad reside en el pecado de tus piernas". Aventuro una tesis: no solo en el pecado de las piernas de la mujer que ama, sino en la descripción del pecado en sí. Al leer el bajo, minúsculo mundo que Aguilera canta (porque canta, sí, y de qué manera)
a lo largo de esta sección, es inevitable la sensación de que ejerce una visión panóptica. Esto es: superior, vigilante, al acecho.

Después un poema en ocho partes. El mismo autor los llama "Cursigramas". Siguen saltando en mi lectura las imágenes místicas del rito católico. De hecho, en este poema se confunden divinidad y carne viva, mujer amada y virgen de altar. Aguilera se salva de (lo cito) "Noches en que la oscuridad es un abismo, una llaga, una daga al hígado" solo hasta que aparece la mujer salvadora. Es claro que para Aguilera el amor es un acto de contemplación, de agradecimiento, de admiración. Las palabras pacianas mencionaron en algún momento que "amar es aprender a quedarnos quietos [...] aprender a mirar". La "Historia de amor en ocho cursigramas" parece suscribir esta teoría.

(Algo que no quisiera dejar pasar es que Aguilera logra, por contexto, hacer eficaces versos que, solos, pecarían de obvios. Cito algunos ejemplos: "Cómo besas con la boca", "¿No sabes que el casero cobra el alquiler?")

Viene la última parte del libro, que se anuncia con estruendo desde el título "Ya me curé de la literatura". Anuncio estertóreo para el poema que la inicia y que es, desde mi óptica, el poema más sólido de este libro (o, al menos, mi favorito). "Reflexiones antes de los 30" es algo así como un manifiesto, un esto-soy-y-estas-son-mis-cartas. Curiosa la culpa del inicio si se compara con el desarrollo del texto. Al principio, Aguilera afirma que "cuando bebo, las manos se me caen de vergüenza/cuando fumo, la lengua se me hincha de vergüenza". Después vienen versos muy curiosos: "Perdí la inocencia de lector en Cortázar/ perdí la ingenuidad en el Marqués de Sade/ me volví escéptico con Marx y Engels/ Me volví rebelde en Vallejo, irreverente en Girondo/ Creo que Maples Arce es el dios y Arqueles su profeta/ Pero el chingón chingón es List Azurbide".  Interesante jauría de referencias, de la literatura latinoamericana. Se ve ahí el panorama literario que Aguilera posee, no en vano su oficio y no en vano su preparación. Después vienen más nombres, más menciones.

Lo sigue el poema "Cara de Gata". Me confieso un lector lego: no sé si es un poema de amor o una ironía fina, mordaz contra una mujer que es más atavío que intelecto auténtico. Prefiero simplemente poner la duda sobre la mesa. Los poemas que continúan la sección siguen por la linea de la crítica de la literatura pipirisnais, el agudo descreímiento de los filósofos que lo pregonan por las banquetas, el ejercicio de la poesía como instrumento para burlarse de la misma. No en vano "Ya me curé de la literatura" fue mi sección favorita: posee al mismo tiempo calidad en la hechura y un discurso fresco. Qué alegría.

En resumen: el libro de Aguilera es el cantar de un crítico al que la academia le asfixia, que vive y respira poesía más que mamotreto, y que cree en las cosas que mira, dice y toca. Exhorto a su lectura, a que pronto, el Glosar Rupestre les acompañe a casa. Es una compañía que bien puede volverse amiga íntima.


 


Leer poemas...