No. 81 / Julio-agosto 2015 |
Toda tarde es la misma La tarde elemental ronda la casa. Toda tarde es la misma con su luz que me lleva a extrañar cada día que se va con el sol pero deja su huella en este cuerpo que se distancia más y más de su primera tarde. La noche es una pausa donde parece no haber incertidumbres, pero abre un nuevo día y me arrastra de vuelta a la inquietante tarde en la que siempre pienso que malgasté mi tiempo y mis monedas. Sin embargo, la misma luz oblicua de esas horas y su clemente intensidad, me ayuda a vivir con tal zozobra hasta la noche, a confiar que la daga del día tiene un filo pero también un lomo sobre el cual avanzar. Oscurecer la casa Oscurecer la casa y hacer que cada paso se vuelva lento y suave, asomado a sí mismo. Mirar adentro un tiempo que no consiente luz, el de la palabra que busca una salida y encuentra, sólo en esta penumbra a la que escribe, la que tiene un caldero repleto de preguntas. Oscurecer la casa y esperar las respuestas por si vienen. Desajuste Crece mi lado derecho a costa del izquierdo que atribulado y silencioso sigue siendo el mismo. Truenan mis huesos en busca del necesario ajuste entre el lado que se mueve y el que espera. De un lado el ímpetu en el otro la calma. Fueron igual de sosegados en su casi perfecta simetría hasta que vino mi padre a tomarme de esta mano que hoy, como enredadera, abraza todo mi cuerpo, me acaricia el caballo, rodea mi cintura y desarregla el equilibrio de mis hemisferios. No sé si el lado izquierdo imitará al contrario, si lo verá independizarse o qué vendrá. Estoy segura de este pulmón que maneja más aire, de la nueva fortaleza de la pierna y el brazo y del desasosiego entre ambos lados. Puede ser que el remedio sea llamar a mi madre a sostener el lado izquierdo y con el contrapeso me acerque un poco a la armonía imposible. |
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