No. 88 / Abril 2016 |
Pasajero 21: Evidencia del viaje de Tablada a Japón en 19001 |
Sin embargo ¿es posible que Tablada no haya estado nunca en Japón? Tenemos su crónica de viaje, titulada En el país del sol (1919) donde nos da cuenta de su viaje a San Francisco y después al ocupado puerto de Yokohama, crónicas que fueron publicadas en la Revista Moderna. ¿Acaso fue todo una fantasía de sus lecturas? Este ensayo muestra evidencia definitiva del viaje de Tablada que fue un parteaguas para su escritura y profundización de la cultura japonesa. Fue debido a este viaje que conoció de primera mano las pinturas ukiyo-e de Hiroshigué, Hokusai y los poemas de Basho. Hasta ahora no se había encontrado ninguna prueba del registro de viaje de Tablada a Japón en 1900. En varios ensayos críticos no se problematiza la veracidad del viaje, por ejemplo, en el primer volumen de sus obras (edición de Héctor Valdés) se da por un hecho que el viaje se ha efectuado y se muestra como evidencia el libro En el país del sol. Si no fue Tablada a Japón, entonces no se encontraría en el selecto grupo de modernistas que visitaron el archipiélago, como fue el caso de su compatriota Efrén Rebolledo que pasó un lustro en Japón y uno en China, cuyo resultado fueron las prosas Nikko (1910) y la novela Hojas de bambú (1910) o las crónicas del guatemalteco Gómez Carillo (De Marsella a Tokio, 1906) o el salvadoreño Arturo Ambrogi (Sensaciones del Japón y de la China, 1915) o el brasileño Aluísio de Azevedo (O Japão, 1894) sino en el grupo de poetas como José Martí, Rubén Darío y Julián del Casal que nunca hicieron el viaje. Es posible que la evidencia de su travesía haya sido destruida durante el saqueo de su casa en Coyoacán2 (situada en la calle Héroes del 47) que construyó disfrutando de la “paz porfiriana” con las ganancias de su negocio de importación de vinos; una casa con jardines japoneses, estanques y criados japoneses, que fue destruida por su posición política apegada al régimen de Porfirio Díaz y su crítica a Madero que quedó plasmada en su obra de teatro satírico Madero-Chantecler; en el atraco, también se destruyeron obras de arte y su novela inédita y resultado de su trabajo de investigación de un año en el Archivo Nacional, titulada “La Nao de la China”, como refiere en su diario. Es importante comprobar que Tablada estuvo en Japón, porque las crónicas serían entonces obra de la imaginación modernista y de un detallado estudio de la cultura (ceremonia del té, función de teatro, lucha de matzuri o fiesta, exequias de un noble, el distrito rojo de Yoshivara3, leyendas y cuentos japoneses, etc) a través de libros de viaje y reportajes de la época. Además, este sería el primer viaje de Tablada, después iría a París (1911-12), Colombia (1918), Venezuela (1919) y a su largo exilio en Nueva York donde hasta abriría también una librería, proyecto que no fructificaría. Dice Octavio Paz: “Tablada experimenta la fascinación del viaje, de la fuga: fuga de sí mismo y fuga de México” (Tablada Obras III 20). Para Esperanza Lara Velázquez, el hecho de que Tablada citara ciertos incidentes de memoria provocaba la confusión de fechas y “daba pie a conjeturas sospechosas sobre la verosimilitud de los mismos” (Obras III 22). La importante edición de Jorge Ruedas de la Serna del 2006 ofrece varios cuestionamientos sobre la veracidad del viaje, explicando que posiblemente Tablada decidió no viajar a Japón dada la extendida plaga bubónica que ponía en riesgo su salud y dado que los periódicos reportaban a varios navíos en cuarentena y argumenta que posiblemente estas crónica serían obra de la consulta de guías de turista como A handbook for travellers in Japan de Basil Hall Chamberlain o el diccionario de James Curtis. También explica que Tablada siguió adelante con la historia de su viaje para solidificar el proyecto de Porfirio Díaz que tenía interés en establecer relaciones con Japón para avalar su régimen. Sabemos que dos años antes del viaje de Tablada, en 1898 el Emperador Meiji concedió un lote de 5 mil metros cuadrados para la sede diplomática mexicana en Nagato Cho en Tokio. Sede que fue destruida en 1945 por los bombardeos aéreos de las fuerzas aliadas, el mismo año de la muerte de Tablada. Otra embajada sería construida hasta 1962 durante el régimen del presidente Adolfo López Mateos. Empero, Ruedas de la Serna reconoce que son especulaciones porque no hay prueba contundente del viaje:
En un artículo publicado en el Kyoto Journal, el profesor D. M. Stroud (también citado por Ruedas de la Serna) revisó las listas de pasajeros en los navíos llegados a Yokohama, pero sin encontrar el nombre de José Juan Tablada y lo atribuye a que “he was addicted to secrecy and pseudonyms” (Stroud 45) pero certifica que el primero de julio de 1900 llegó el navío HongKong Maru. Según mis investigaciones, que mostraré a continuación, este sería el barco que en efecto llevará a Tablada a Japón via Honolulu. Atsuko Tanabe, en su libro El japonismo de José Juan Tablada (1981) cita el testimonio de Jesús Valenzuela, amigo íntimo de Tablada, que dice:
Según el testimonio de Valenzuela, Tablada le envió del Japón varias correspondencias y unos “cantos populares en verso, traducidos por él. […] Volvió del Japón por nostalgia, creo yo, y le mandó dinero por telégrafo para su regreso” (Tanabe 44)4. Este testimonio es para Atsuko Tanabe lo que para ella constituye “una confirmación inequívoca” (44) a la que se añade la dedicatoria al poeta Asataro Okada cuya dedicatoria “nos ofrece dos claves trascendentales: la primera comprobar el hecho de que Tablada conoció a Okada en Japón en 1900” (Tanabe 51). Sin embargo Ruedas de la Serna pone en duda el testimonio de Valenzuela, porque no se trata de una evidencia definitiva y es sólo un testimonio de uno de sus mejores amigos que posiblemente trataba de encubrir el viaje de Tablada. Aún desde el inicio de su viaje en mayo de 1900 hacia San Francisco y con las cartas recibidas desde Yokohama para ser publicadas en La Revista Moderna, se especulaba que Tablada nunca había pasado de San Francisco y que había encontrado una manera de enviar las cartas a Yokohama y de allí a la Ciudad de México. Por lo tanto, la incógnita a despejar era si en efecto Tablada, “el viejo de las profusas cejas y las ojeras de ajenjo, el polimorfo y ubicuo Tablada” (Letras Libres 28) como lo define Guillermo Sheridan, había estado o no en Japón. Araceli Tinajero en su excelente estudio Orientalismo en el modernismo hispanoamericano estudia minuciosamente el libro de Tablada y el de otros viajeros modernistas y nos explica que no sólo fue un calco afrancesado de las obras de Gautier, Verlaine, Mallarmé, sino una aproximación hispanoamericana al oriente que estaba a su propio nivel de modernidad. Tinajero estudia también las “naos de la China” entre Acapulco y Manila que manutuvieron un trasiego de productos (sedas, especies) y objetos (esculturas, porcelanas) del lejano oriente desde el siglo XVI. Dice Tinajero: “El viaje del poeta al Japón fue importantísimo porque cimienta las bases de una larga trayectoria interpretativa sobre aquel país y también funda una de las bases más esenciales del orientalismo latinoamericano” (42).
La primera noticia de su viaje a Japón la encontramos en la primera página de su diario, fechada el lunes 7 de mayo de 1900 donde relata la propuesta hecha por el millonario Jesús E. Luján de ir a Japón como corresponsal de la Revista Moderna y reportar sobre la cultura e industria japonesa: “Saldré esta misma semana para Estados Unidos. Me embarcaré en San Francisco” (Diario 22). En su diario se percibe la emoción por el recorrido y lo que encontrará en Japón, los dibujos de Hokusai e Hiroshigue, los cortejos de daimios (señores feudales). En el periódico La patria se publica la siguiente nota:
Tablada sale el 14 de mayo de 1900 a las 7:40 pm por el Ferrocarril Central. En la estación, lo despiden sus compañeros de bohemia (Jesús Valenzuela, Jesús Luján, etc.) y familiares, posiblemente sus hermanas mayores. El martes 15 de mayo despierta en Celaya y dice: “salgo en pijama para comprar fresas y cajetas con el anhelo de saborear esas buenas cosas de México que en breve me faltarán” (Diario 26). Entre los pasajeros describe a una pareja de rancheros adinerados que en realidad son una tiple y un barítono, pero los confunde por su vestido y dice que la confusión sería imposible en Francia. Se queja también de un cantante ciego que le parece lamentable “surgiendo de aquella boca oscura como un agujero de la tierra” (26). Tablada relata su arribo a Torreón que le remonta a un viaje hecho por mar en Mazatlán. Después de esta fecha, el Diario está en blanco y no continúa sino hasta 1904. Guillermo Sheridan calcula que regresa en febrero de 1901 por la misma ruta (Sheridan 29). Se detiene en Chihuahua por un mes y es recibido con una broma orquestada en las oficinas de la Revista Moderna donde lo saludan como si lo hubieran visto el día anterior, le dicen “¿Cómo te va?, y siguen trabajando” (Tanabe 47). La escritura de Tablada no ofrece muchos detalles específicos sobre el viaje. Es decir, las descripciones minuciosas podrían haber sido obra de su imaginación prodigiosa y lecturas francesas. Por ejemplo, cuando describe una colección en San Francisco de objetos orientales donada por John L. Bardwell, dice: “Sin moverse de aquí, el curioso podría hacer una monografía sobre marfiles japoneses o sobre cerámica coreana” (Ruedas de la Serna, 73)5. Esta idea puede abrir la sospecha de que en efecto, el autor podría haber sido capaz de reportar algo sin trasladarse al Japón y ocultarse tras imágenes exquisitas y descripciones ornamentadas de corte modernista. En el liminar de En el país del sol, Tablada nos reporta de que está en San Francisco, esperando un “transpacífico” para llevarlo a Yokohama. Aparece la nostalgia por el amor perdido, la novia que lo ha dejado por su vida bohemia (y su simpatía a las drogas) y por su aventura a Japón. Nos refiere que está en un café donde pasan los barcos, como “Leviatanes”. Tablada describe este viaje como una “realización de un alto anhelo artístico” (65). En la crónica titulada “Parva Lucrecia” dice que no quiere ser tan “prosaico como un agente viajero” (67), es decir que trata de ofrecer algo más al lector que las simples indicaciones turísticas y es por eso que el autor recubre su recuento con una prosa poética. En este capítulo se dedica a describir “Yankilandia”. Nos refiere que ha pasado tres días por los arenosos desiertos de Texas y Arizona, lo cual nos indica que tomó el Southern Pacific, Overland, desde El Paso, Texas. En su diario dice que ha tomado el Ferrocarril Central, que en efecto, es el que lo llevó hasta Ciudad Juárez. Más adelante escribe, cuando se encuentra en la soledad del hotel, que ha pasado seis días en el tren. Describe la calle de Market en San Francisco y el edificio “Call” (edificio que todavía sobrevive en la calle tercera y Market en San Francisco) como un “cubo de cantera que en esta ciudad materialista y vividora parece colosal” (71). Habla también de los salones de Can-Can, y dice que desde que llega a la ciudad se siente abrumado por la gente y piensa, por error, que le quieren robar su equipaje pero es para conducirlo a un ómnibus. Describe el tumulto, las diablesas, los barrios y extraña los campanarios mexicanos que ofrecen la hora, aquí, dice: “el tiempo pasa sin que lo saluden los bronces” (70). Esa noche no puede dormir por los violines de un teatro vecino de vaudeville. Al otro día toma un paseo por tren eléctrico por el Golden Gate Park. En “Alborada japonesa” el autor nos refiere su llegada a Japón, anunciada por su sirviente chino. Dice “el brumoso éxodo ha concluido” (78) para relatar los avatares de su viaje en tren y en el barco. Dice “aquella remota línea azul debe ser el Japón”(78). Su emoción crece al ver el país soñado y tener que esperar dos horas para llegar a puerto. A su llegada describe la belleza de los bebés nipones, así como a unos hombres haciendo resaltar sus “hercúleas musculaturas” (79) y en el horizonte un sol japonés, un “sol orfebre” y describe tabladamente: “que adamasquina el mar con raros bruñidos y desfleca sobre las olas motas de blanco nilo y de sangrienta seda!” Y la última línea describe los avatares del viaje: “¡Ah los agentes de hotel y los aduaneros son los mismos en todas partes!” (79) Se entiende que la veracidad del viaje de Tablada haya sido puesta en discusión dado que sus reflexiones son más contemplativas, por el trabajo del lenguaje, de alguien que está añorando lo no visto, imaginándolo. Se omiten datos específicos del viaje, por ejemplo, el nombre exacto del buque, los pormenores de un viaje de dos semanas por mar, la comida, las noches largas en el océano pacífico. Aún la misma descripción anterior de los agentes de hotel y aduaneros, parece no querer relatar un incidente, sólo diciendo que son iguales en cualquier parte. Pero la falta de evidencia del viaje nos hace creer que es una generalización para dar la apariencia de un trayecto. No hay ninguna crónica que se refiera a las cenas en el navío, las horas conviviendo con la tripulación o con su sirviente. Hay algunas acuarelas que hizo, por ejemplo en el jardín japonés en San Francisco (fechada en mayo 30, 1900, por lo que tuvo que salir en junio) (http://www.tablada.unam.mx) y una firmada en Yokohama, pero no hay ninguna fotografía que lo sitúe en Japón. Desde San Francisco, las opciones para viajar a Japón en el mes de junio eran los barcos de la compañía Toyo Kisen Kaisha (Oriental Steamship Company) que contaba con tres barcos de vapor: Nippon Maru, America Maru y el Hong Kong Maru. El periódico The San Francisco Call reportaba en ocasiones a los pasajeros que salían, pero por lo general eran personalidades de alta sociedad. También se registraban los nombres de los recién llegados a hoteles de la ciudad, pero en las listas consultadas no se encuentra el nombre del entonces veinteañero José Juan Tablada que se hospedó en un hotel de la calle 334 Bush (Diario 27) en San Francisco y del cual hizo también una acuarela
[Afiches de la compañía que anunciaban sus viajes al oriente] Por las fechas en las que llegó el poeta a Japón, su opción de viaje se reduce al barco de vapor “Hong Kong Maru” que zarpó el jueves 14 de junio de 1900 a la una de la tarde, según lo reporta el periódico. Como se sabe, a Estados Unidos no le interesa mucho registrar quién sale del país sino los pasajeros y extranjeros que entran. [El primer recuadro es un anuncio de la compañía de barcos, el segundo es el reporte de barcos que muestra el tráfico constante de barcos]
Esta es la nota que marca la partida del Hong Kong Maru que reporta que no hubo muchos pasajeros en cabina, entre ellos el príncipe Alexis Dolgoroukoff6, en su rumbo a Siberia, con su esposa y cuatro hijas.
También indica que el barco llevaba la bandera norteamericana, dado que el mismo día que partió Tablada entró en efecto la ley orgánica o el “Organic Act” que establece que los ciudadanos de Hawaii eran ahora parte de la Unión Americana. En el periódico también hay varios reportajes, con muy claras fotografías que pudieron haber ayudado en la descripción, por ejemplo “Los que las ceremonias nupciales significan en China” que pudieron haber nutrido la información para la crónica de oriente de Tablada. Se puede descartar la supuesta partida de Tablada en el barco “Empress of Japan” que era un barco que cubría la ruta de Vancouver a Yokohama. Uno de ellos salió el 18 de junio, se detuvo en el mismo día en Victoria, Canadá y llegó a Yokohama en Julio 2. Mi teoría fue, en un momento inicial en la investigación, que Tablada se había trasladado a Vancouver dado que había mucho tráfico desde San Francisco a ese puerto pero no hay evidencia de que haya viajado hacia el norte y no tenía sentido dado que ya estaba en San Francisco donde las compañías tenían viajes regulares y dado que tenía poco dinero. Tablada también habla de “los días lluviosos de la estación” (81) lo cual en efecto es en los meses del verano nipón. Dice que se ha instalado en un callejón inaccesible para las bicicletas y está deslumbrado por el ambiente que semeja un cuadro de Hiroshigue. Reporta que “lleva veinte horas de vida japonesa” (81) que requerirá mucho tiempo para asumir. Nos dice que las crónicas serán como “Mangua” es decir, escritas como vienen. Con respecto a la ausencia de entradas en el diario que resalta el investigador Ruedas de la Serna como nota sospechosa, tal vez sea porque llevaba otro cuaderno con estas crónicas que le consumían el tiempo para continuar el recuento en su diario. En “Bucólica” nos indica el paso del tiempo en Japón: “Pasó el verano japonés de siestas soporosas y desesperantes bochornos” (174) En “Praderas de otoño” dice “Llora el Otoño que se va!” (178) o en la misma página: “Los rayos del sol se tienden lacios como aljabas de oro lanzadas por brazos pusilánimes” (178). También refiere un viaje de Osaka a Nagasaki donde recuerda al santo mexicano San Felipe de Jesús que murió mártir en la isla y dice que puede ver en la isla donde fueron martirizados veinticuatro cristianos una luz que descendía en el lugar, dice “quizá porque lejos de la patria se exaltan y se intensifican los sentimientos más debilitados” (198). Tablada ofrece algunos cuadros o postales que ilustran la vida en Japón, por ejemplo el “djinrichi” es decir, el carruaje típico de ese entonces en el Japón impulsado por personas que Tablada compara con una tarántula y un avestruz. Mas ofrece una importante coordenada para poder establecer su fecha de salida. Esto es, la narración de la celebración de la independencia de Estados Unidos en Yokohama. Esto quiere decir que para estar instalado para el 4 de julio tuvo que haber salido a más tardar el 14 de junio a la 1 de la tarde del muelle PMSS, dejando como única posibilidad el “Hongkong Maru”. También, según la edición de Rodolfo Mata (gratuita en internet en el sitio de la UNAM) no se traslada la firma de “Yokohama, otoño, 1900” en la edición de 1919. En dos largos episodios se ofrece detallada cuenta de la vida cotidiana en Yokohama, se describen edificios y costumbres, el amor de los japoneses hacia los niños que resultaría una proeza recrear sin tener un contacto directo con el país o de plano una olímpica imaginación o tal vez un relator japonés, que no eran escasos en ese tiempo en San Francisco dado que para ese año se reportaban 7,181 según el periódico The Call7, que le ayudara a recrear tales escenas. Por ejemplo, cuando el autor habla de su viaje en tren a Tokyo, Tablada describe así: “el ferrocarril es pequeñísimo y cada carro la quinta parte de uno de los nuestros; diríase que el japonés con su arte ingénito ha querido, disminuyendo su tamaño, disimular la fealdad de ese vehículo del progreso” (96). Esta referencia a la diferencia del tamaño del tren hubiera tenido que ser referida por alguien que hubiera estado allí para confrontarlo o por ejemplo el sonido de “los belicosos gallos de Yokohama” (153) o el “croac de los cuervos y el grito de los gerifaltes” (101). En un intento por reconstruir y localizar datos sobre el viaje de 1900, consulté sitios como www.ancestry.com para elaborar árboles genealógicos que reúnen la mayoría de los registros de migración y listas de pasajeros. Sin embargo, no se encuentra referencia al viaje de Tablada en 1900. Sólo hay dos registros del cruce fronterizo hacia Estados Unidos. El primero es de un viaje a Nueva York en 1935 cuando tenía 64 años y viaja como diplomático mexicano, el segundo del 26 de agosto de 1943, dos años antes de su muerte. En este viaje iba con su esposa María Cabrera. Hay dos cruces más registrados el 1 de febrero de 1916 y el 9 de septiembre del mismo año con el nombre de José J Tablada, pero la fecha de nacimiento es de 1873, no 1871, sin embargo por la caligrafía en la firma, la profesión declarada de periodista, el destino final a Nueva York y la cercanía en la altura (5 pies, 8 pulgadas) es muy probable que sea José Juan Tablada. La prueba contundente del viaje de Tablada se encontraría en los registros de llegada desde Japón. Por lo tanto, una lectura detenida de los diarios de la época para situar los navíos y fechas de llegada y la investigación de miles de registros microfilmados en el Archivo Nacional de llegada de inmigrantes a San Francisco arrojó que en efecto, el pasajero 21, del buque “America Maru”8 que zarpó el 5 de diciembre de 1900 y arribó el 22 de diciembre, fue en efecto el pasajero José Juan Tablada. Llega a pocos días de que termine el año y cargado de nostalgia por el ambiente navideño. El registro indica que es escritor, de veintinueve años y que llevaba en su bolsillo cuarenta dólares, se encontraba en buena salud. El pasajero tiene como destino final la Ciudad de México. El registro indica que viajó solo y que la última vez que estuvo en Estados Unidos fue en 1899. Esta fecha puede ser un error u otro viaje que efectuó a la nación americana, dado que para ese viaje cruzó la frontera en mayo de 1900. El informe corresponde al manifiesto de inmigrantes exigido por el comisionado de migración requerido por la Secretaría del Tesoro de los Estados Unidos bajo el decreto aprobado en marzo 3 de 1893 que debía ser enviado por el capitán del navío a la llegada a un puerto marítimo de los Estados Unidos.
[Registro de llegada de José Juan Tablada en 1900]
[Estas son dos imágenes del barco en el que regresó Tablada. La segunda imagen del barco pintado de blanco es la imagen utilizada en los afiches promocionales. Alcanzaba velocidades de 19 nudos, es decir 35 km/h. (La distancia entre Yokohama y San Francisco es de 17, 960 km.)]
[Ejemplo del menú que tuvo Tablada. Fuente: http://commons.wikimedia.org/wiki/Category:America_Maru_(ship,_1898)#mediaviewer/File:America_Maru1898.JPG ]
La llegada del navío fue también confirmada por el periódico The Call de San Francisco. La nota del domingo 22 de diciembre reporta una controversia con el doctor oficial de cuarentena a la llegada de tres barcos, entre ellos el “America Maru” donde viajó José Juan Tablada. La nota completa dice así: “Quarantine officer Kinyoun again called to account” (Se llama de nuevo la atención al oficial de cuarentena Kinyoun) y se acompaña con un dibujo de los tres buques, el América Maru, el bote de en medio en la imagen, con una nota al pie del grabado. Transcribo la nota completa, junto con los compañeros de viaje de Tablada, entre ellos, un soldado de la reciente rebelión de los Boxers en China y la invasión rusa en Manchuria:
Este mismo barco el “America Maru” zarparía de nuevo hacia China y Japón una semana después, el 29 de Diciembre a la una de la tarde en el muelle PMSS (Pacific Mail Steam Ship Company). En conclusión, esta investigación despeja la incógnita sobre el viaje de Tablada a Japón de Mayo de 1900 que efectuó en el “Hongkong Maru” y de regreso en el “America Maru” el 22 de diciembre del mismo año, como hemos mostrado en esta evidencia.9 Por lo tanto el viaje de Tablada no fue una obra de la imaginación del autor, sino de un deseo de viajar y conocer la cultura nipona “de ese pueblo enamorado de la naturaleza y gran cultor de lo bello” (En el país del sol 150) que modificó su visión del mundo y su estética que se traduciría en la síntesis y visualidad de su poesía que podemos ahora leer en sus obras y en la influencia en otros autores posteriores a Tablada.
Bibliografía Cisneros, Odile. “El Oriente de dos mexicanos: Japón en la obra de Tablada y Rebolledo” Literatura mexicana. 13.2 (2002) 91-116. Tinajero, Araceli. “Viajeros modernistas en Asia” http://www.lehman.cuny.edu/ciberletras/v04/Tinajero.html |
1 Una versión de esta investigación fue presentada en Waseda University en Japón el 27 de abril, 2014 con motivo de la conferencia “Toward an Alliance of Civilizations: East-West Intercultural Dialogues” organizada por el Profesor Ignacio López Calvo de la Universidad de California, Merced. 2 Tablada recuerda esta zona en su crónica al escuchar la homofonía de un sitio japonés: “En el Coyo-Kwan” pronunciado “Coyoacán” como nombrando el hermoso pueblo, para mí tan amado, que está a orilla de México…” (131) 3 De este barrio dice: “Y la vía que conduce al Yoshivara voluptuoso, es una fúnebre y desolada vía! Parece que las sombras se agolpan como para detener al que marcha hacia el Pecado, dándole ocasión y tiempo para que medite y desande sus pasos…” (159). 4 En cuanto a las traducciones de Tablada, Seiko Ota establece que Tablada utilizó traducciones del inglés y francés para hacer traducciones al español en las versiones de Aston y Couchoud. Concluye: “Los haikais de Tablada eran traducciones del francés e inglés” (Ota 134). En el texto también queda claro que utiliza el inglés para comunicarse. Por ejemplo, en la crónica “La mujer de Tjuang-Tsé” dice “Heng-Li está esplenético y pesadumbroso, y al ofrecerme la primera taza de té me dice en mal inglés” (En el país del sol 168). O en la crónica “La mujer japonesa” donde habla de la belleza de la musumé refiere una conversación con un inglés “empedernido globe-trotter” (189). La edición de Ruedas de la Serna publica la comedia japonesa (sobre la infidelidad de un marido) del teatro kiogen que supuestamente tradujo Tablada del japonés, pero que fue posiblemente traducida del inglés en la versión de Basil Hall Chamberlain, también incluida en la edición (217-258). 5 Todas las notas pertenecen a la edición de Ruedas de la Serna. 6 Este príncipe llegó en Mayo de 1900 según reporta The Call (20 de mayo, página 32), a San Francisco como representante del gobierno ruso para buscar conexiones con el tren trans-siberiano que estaba capitalizado con 5 millones de dólares. El príncipe buscaba abrir una línea de barcos hacia el oriente para conectar con el tren ruso. 7 En este periódico trabajó Mark Twain de 1863-1864. 8 El barco fue construido en 1898 por C.S. Swan & Hunter Ltd, por lo que era relativamente nuevo cuando viajó Tablada. El barco fue construido para la compañía Toyo Kisen y en 1911 fue vendido a la compañía Osaka Shosen K.K. Durante la Segunda Guerra mundial fue utilizado como hospital y transporte de tropas. Fue hundido en marzo 6 de 1944 a 420 millas al norte de Saipan por el submarino norteamericano “Nautilus” y 599 personas murieron en el barco. (http://www.wrecksite.eu/wreck.aspx?137324). Para ver una postal de la época: http://www.oldpostcards.com/shi001089.html. Y la historia completa del barco: http://www.combinedfleet.com/America_t.htm. 9 La edición de Ruedas de la Serna incluye también el artículo de Tablada “En defensa legítima” en respuesta al ataque de D. Manuel Flores que pone en duda el conocimiento de Tablada sobre el Oriente, a lo que Tablada responde: “Me precio de conocer el Japón. Conozco su naturaleza, su historia, su civilización, su idioma (…) tuve la felicidad de vivir ocho meses en Japón” (263). En efecto, tal vez exagera un poco su estancia y cuenta tal vez desde mayo que salió de México hasta su regreso el 22 de diciembre a San Francisco y después en enero a la capital mexicana.
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