Ingrid Valencia (Ciudad de México, 1983)
Cosmódromo
Pasa por la mirada un tren interminable, va dentro el ojo de la abuela con su huerto de vidrio, van dentro las bocas de mi madre con su jardín cerrado, van las cajas de cartón más preciadas y todo huele a fruta seca, a naftalina, a pliegues de lino al sol. La lumbre se come con insistencia, se cuelga de los labios. La tristeza es confusión porque soy vaho y sorbo, Sí, sorbo las cajas llenas de gente y balcones y escupo mi nombre cada abril para hablar con un muerto, uno que cae de pie apenas pregunto cómo sería. Sí, cómo sería su mano ahora que es un objeto, cómo sería el agua entre peces que flotan en casa, cómo sería su lengua ya eléctrica con sillas de ruedas, con sillas que se hinchan ya iluminadas, ya sin nadie, ya de madera crecida en el bosque de los ojos.
La vida artificial
Una lámpara. Un vaso. Una botella sin más utilidad ni pertenencia que estar allí, que dar a la conciencia un soporte casual. Mas no la huella... Severo Sarduy
Avanza el polvo Mejor sería confundir la piedra con un llanto creer que esa casa conservará las palabras, los silencios, cada golpe y herida Solo las sombras se dispersan
Una casa es una casa cuando susurra cada objeto, cuando canta una luz cuando alguien muere al salir de ella o en ella Una casa es un vacío que ha de llenarse de pretextos
Ahora no hay lugar que alcance otras miradas se han estacionado en el aire El asco carcome lento a pasos intermitentes
El suero gotea los peces respiran mi madre respira La vida recorre angostos túneles de transparencia artificial Nadie quiere entender que la piel es más veloz que la calle Avanza el polvo. Avanzo.
Abrirse paso
Caminar y dejarse caer como un asesino en el asfalto, en la reja que hilvana los minutos. Salir corriendo por un césped rojo lleno de espinas, de pétalos púrpura.
Contar la historia de la epilepsia nocturna que inflama la boca con su cosmos de aluminio. Salir ileso de los gritos, de los espejos que me agrandan:
las manos sujetan las flores muertas del insomnio.
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