No. 97 / Marzo 2017
Robinson Quintero Ossa*
(Caramanta, 1959)
Pintura con pájaro
Todo el color del lienzo es nieve.
Nieve sobre las cumbres, por las colinas, en los bajos tejados de la casa solitaria.
En el camino que se curva y que nadie recorre, nieve.
Y en el recodo de un río, un árbol pelado de hojas sostiene apenas sus varas.
Y sobre una de las varas una pequeña mancha roja.
Tirado debajo de un árbol
1
Tirado debajo de un árbol recuerdo que, de muchacho, recostado a árboles azuzados de sol, era manía seguir el rumbo de las aves en el cielo. Los viejos, rodeados de perros que les hacían fiestas, movían hilos invisibles en sus manos. Las mujeres sesteaban sus cabellos recogidos como canastos de astromelias. Hermoso era caminar y comer con los amigos, orinar caliente sobre hojas amanecidas.
2
Tirado debajo de un árbol recuerdo el pino y sus ramas ásperas y fragantes. Cuando era niño, mi techo no fue el cielo sino el abundante follaje de un pino. Lejanías divisadas desde su alta copa: no fui mucho más lejos.
3
Tirado debajo de un árbol recuerdo que, cuando era niño, con la oreja pegada a la tierra, escuchaba lo que pronunciaba la hondura, pero no podía contarlo con palabras.
Las nubes soltaban la lluvia, la vastedad se descontaba en pájaros, pero yo demoraba asombrado en el habla y el abandono.
Con la oreja pegada a la tierra escucho, todavía escucho, pero no puedo contarlo con palabras.
El doble
En el primer desvío que hubo a la vista
aburrido del mismo camino
mi doble
cambió de rumbo
Un doble que no se pierde
–alcanzó a decir
apuntándome–
es una carga:
me voy a pensar el camino de los árboles
me gustan las ramillas colgantes
de los arbustos de poca sombra
arderé al sol sin viseras
y después merodearé las tabernas
de las mesas entoldadas
Lo más que pudo se alejó
molesto de lo mismo
tomó distancia
Un doble que no se deslinda
que encima siempre el morro
–volvió a apuntarme–
es un pesado:
me voy a estimar la caída de la tarde
tal vez me detenga sin prisa
en la vista de los puentes
o corra detrás de las sombras de los perros vagos
De pronto espante a las palomas
Y sin dar vuelta atrás
sin hablar de reencuentros
marchó por su acera
más liviano que nunca
incluso más leve
El poeta da una vuelta
(A la manera de Robinson Crusoe)
(Caramanta, 1959)
Pintura con pájaro
Todo el color del lienzo es nieve.
Nieve sobre las cumbres, por las colinas, en los bajos tejados de la casa solitaria.
En el camino que se curva y que nadie recorre, nieve.
Y en el recodo de un río, un árbol pelado de hojas sostiene apenas sus varas.
Y sobre una de las varas una pequeña mancha roja.
Tirado debajo de un árbol
1
Tirado debajo de un árbol recuerdo que, de muchacho, recostado a árboles azuzados de sol, era manía seguir el rumbo de las aves en el cielo. Los viejos, rodeados de perros que les hacían fiestas, movían hilos invisibles en sus manos. Las mujeres sesteaban sus cabellos recogidos como canastos de astromelias. Hermoso era caminar y comer con los amigos, orinar caliente sobre hojas amanecidas.
2
Tirado debajo de un árbol recuerdo el pino y sus ramas ásperas y fragantes. Cuando era niño, mi techo no fue el cielo sino el abundante follaje de un pino. Lejanías divisadas desde su alta copa: no fui mucho más lejos.
3
Tirado debajo de un árbol recuerdo que, cuando era niño, con la oreja pegada a la tierra, escuchaba lo que pronunciaba la hondura, pero no podía contarlo con palabras.
Las nubes soltaban la lluvia, la vastedad se descontaba en pájaros, pero yo demoraba asombrado en el habla y el abandono.
Con la oreja pegada a la tierra escucho, todavía escucho, pero no puedo contarlo con palabras.
El doble
En el primer desvío que hubo a la vista
aburrido del mismo camino
mi doble
cambió de rumbo
Un doble que no se pierde
–alcanzó a decir
apuntándome–
es una carga:
me voy a pensar el camino de los árboles
me gustan las ramillas colgantes
de los arbustos de poca sombra
arderé al sol sin viseras
y después merodearé las tabernas
de las mesas entoldadas
Lo más que pudo se alejó
molesto de lo mismo
tomó distancia
Un doble que no se deslinda
que encima siempre el morro
–volvió a apuntarme–
es un pesado:
me voy a estimar la caída de la tarde
tal vez me detenga sin prisa
en la vista de los puentes
o corra detrás de las sombras de los perros vagos
De pronto espante a las palomas
Y sin dar vuelta atrás
sin hablar de reencuentros
marchó por su acera
más liviano que nunca
incluso más leve
El poeta da una vuelta
(A la manera de Robinson Crusoe)
MALES |
BIENES El aire de los carboneros está fresco Las palabras de la gente ya no me asombran Hago las cosas del modo más dable posible No tener un camino ya es bastante |