No. 102 / Septiembre 2017



Parecería que periódico y poesía son dos conceptos que no tienen mucho futuro en la era de la información. Por un lado, el periódico como medio de información y difusión ha perdido terreno y lo sigue perdiendo cada vez más frente a las redes sociales y los nuevos paisajes que ha abierto Internet. Los lectores, hastiados de la manipulación de los empresarios —dueños ahora de diarios y curules— han creado sus propios registros de la realidad. Las noticias en 140 caracteres revolucionaron el periodismo que limitaba las palabras de los titulares a cierto número de palabras, a cierta sintaxis o a cierto orden. Los roles de escritor-editor-lector ahora pierden las corazas que los alejaban y ponen a todos en un mismo plano.

La poesía, por su parte, siempre ha sido un animalito a medio morir que no terminamos por matarlo porque vivimos de él. ¿La poesía desapareció con la invención de la escritura? No. ¿Con la invención de la imprenta? Tampoco. ¿Por qué habría de desaparecer en la era de Internet cuando la poesía digital nos enseña nuevos horizontes del lenguaje y nuevas posibilidades de lectura y decodificación? Pareciera que los lenguajes toman vida propia y la poesía tiene un lugar fundamental en sus nuevos campos.

Durante años, el Periódico de Poesía ha tenido un papel fundamental en la difusión y publicación de poesía en México. El género que menos vende, que menos se lee, del que los editores huyen como de la zika (pero, eso sí: ah, cómo se escribe en el país) es el género al que esta publicación ha dedicado números y números en un esfuerzo desmedido por mantenerla viva. Pareciera que es una publicación aislada, como un vago reflejo estelar en el pelaje oscuro de la industria editorial. Pero es de los poquísimos medios dedicados exclusivamente a la poesía que ha sobrevivido en años recientes.

En este país que cada vez se acerca más a un no lugar (si tomamos el concepto de Marc Augé) o a muchos no lugares confinados a una cajita donde cada vez nos reconocemos menos, la poesía tiene un papel determinante: será, en muchos casos, el único dispositivo donde la memoria deje su registro. Hacen falta más publicaciones como el Periódico de Poesía, pero mientras tanto, su labor debe persistir.