No. 105 / Diciembre 2017 - Enero 2018


Lenguas originarias


Ernesto Cardenal y su Antología de poesía primitiva
(primera parte)
  



Kalu Tatyisavi

 

El poeta tiene varias fuentes, estas son la base donde emana su visión; sin embargo, no para todo. Tiene la obligación de ir más allá del canto, tiene que observar, digamos ser “otro”, deshacerse del velo para no ser solamente aparador y no prohijar muestras. Debe ser escudriñador, silencioso, hábil, sigiloso, solitario, cruel. No ser inocente, o mejor dicho, hay que ser siempre inocente pero no limitarse; no confiar en los sentidos.

Tiene, además, la responsabilidad de renombrar, resignificar; crear, sobre todo. No puede ver solamente el fruto del árbol, tiene que ver la raíz, el mineral, la semilla; tiene que probar la dirección del viento, comprender los rayos solares, voltear la mirada hacia sí mismo, dialogar con la noche.

Nuestra sociedad está llena de falacias y nada es suficiente; por eso, el poeta se hace constantemente, se rehace permanentemente. Esta es la tragedia de la poesía: es la incertidumbre y se crea en la soledad. Así, un libro, si es libro, persiste, interroga, cuestiona, se lanza al vacío como un asteroide, su “fin” es su limitante. Esto me viene a la mente cuando reviso la Antología de poesía primitiva, selección y prólogo de Ernesto Cardenal, España, Alianza Editorial, 1979.

Surgen al respecto varias preguntas, una inicial, ¿por qué poesía primitiva? Se ha insistido en que o es poesía o no lo es. El calificativo reduce (en esto la culpa la tienen también los que lo propician, digamos los intíjenas (sic) mismos, los académicos, la burocracia…), esta idea mínima conduce a la estigmatización, al reduccionismo, al regionalismo, a minimizar.

Una segunda pregunta, ¿el poeta debe buscar la profundidad o la amplitud? Es obvio que deben ser ambas; entonces, lo primitivo está en el acotamiento, en el miedo, en el concepto pensado como único y repetitivo. En este sentido, estaría mal si yo dijera que el único poema real de Cardenal es Hora 0.

Cuando no se cuestiona y se repite se cae en esto: repetición. Así se suelen hacer libros, repitiéndose sobre el mismo esquema, los mismos versos manidos, los lugares comunes. Entonces, la poesía está en otra parte: búsqueda y tensión de la palabra, imágenes inimaginables, contrastes, ironías, juegos, transgresiones, la perfección imposible. Así se aprecia la humildad de haber fracasado, la conciencia de no haber escrito aún, porque nadie llega a apropiarse de una lengua, ésta es mucho más. Por eso Elías Canetti dice: “Nubes de palabras usadas, ¿qué lluvia van a dar?”

Cuando se dice primitivo es como decir intíjena maya, intíjena zapoteco… ¿por qué no obviar el calificativo? ¿Por qué no confiar en la cultura misma? La única respuesta que he recibido al hacer pública (desde hace mucho) esta postura es: porque así se dice. Vaya mentalidad y desconocimiento.

Echemos una hojeada a los poemas. En el de los arapajos, se percibe la naturalidad con el alrededor, lo inmediato es el sentimiento y el agradecimiento a la luna por su brillantez, por haber cazado, ahora se tendrá alimento. Aquí el traductor no puede más que utilizar el platónico alma y el cristiano cielo, ¿qué serán? No creo que los arapajos quieran decir eso, la metodología occidental está inmanente en la escritura, igual podríamos decir sobre dios, espíritu, cacique, rey, emperador, gobernador…

En los versos de los araucanos en Chile, son directos, no saben dónde irán sus voces y sus palabras. En la mayoría de los casos, los antropólogos actúan así, escriben, tienden, trocan sin ningún tipo de consulta y severidad. Me viene a la mente el estadounidense John D. Monaghan en su trabajo en el municipio de Nuyoo (Oaxaca, México) en Ñuu Savi: su tesis sobre los espíritus de la lluvia la hizo en su lengua. Al término se marchó no dejando ninguna estela, es decir, jamás regresó. Ahora trabaja felizmente en Ciesas, Tlalpan, México y en la Universidad de Chicago. La comunidad sigue igual.

Los arnhem de Australia (¿por qué decir aquí Australia?) describen la gaviota, la observan cuidadosamente, vemos el nombre de la isla en la traducción. La gaviota siente, piensa. Australia también quedó devastada por el colonialismo, ahora la población originaria puede ser solamente una gaviota, aun así ellos ven la vida como movimiento y el movimiento es la vida.

Los ba-ilas (¿así se llamarán ellos mismos?) con El niño muerto es el lamento, el dolor. Aquí no se habla de ningún paraíso ni alma ni cielo. Es la tierra, la sangre, el adorno en la cabeza, el río y el amor. Utilizan su lengua: Kachila, que parece ser el nombre del niño.

Por último, los chamas hablan de La llegada de los blancos, los llaman garza-animales. No los rechazan porque no existe una frontera, una aduana o un límite. Digamos no está “la migra” ni el muro. ¿Cómo sería el mundo si no existiesen los muros? ¿Cómo son realmente los originarios sin el hombre blanco? Obviamente la poesía puede ser canto y la palabra tiene su raíz en la tierra.

Finalmente, la poesía contemporánea en lenguas originarias debe tener claro todo esto si quiere llamarse poesía. Los aplausos y los "qué bonitos" son fáciles de otorgar y recibir cuando no se comprende. No estoy hablando de profetas porque ahora no deben existir profetas, cumplieron su ciclo. Ahora el engaño es fácil, el autoelogio es la marca, la autopromoción es la regla. No basta, nada basta, solo basta buscar, pensar, guardar silencio; aprender a escuchar, esto es sumamente complicado. Solo después de esto se puede decir “algo”.

Continuaremos —el próximo mes— con una segunda parte escudriñando la Antología. Aquí una muestra.

 

Arapajos (Estados Unidos)

Las almas regresan de la cacería de búfalos en las praderas del cielo

¡Qué resplandeciente la luz de la luna!
¡Qué resplandeciente la luz de la luna!
Mientras cabalgo esta noche cargado de carne de búfalo.
Mientras cabalgo esta noche cargado de carne de búfalo.


 
Araucanos (Chile)

Canción de despedida a los antropólogos (compuesta por la investigadora alemana Koessler-Ilg)

Ustedes se van y yo me quedo.
Ustedes se llevan mi voz y mis versos.
Adonde ustedes van, irán mis versos y mi voz.
Yo me quedo aquí.
Y mi voz y mis versos quién sabe adónde irán.
 


Arnhem (Australia)

La gaviota

La gaviota hembra, con su pico, grita cuando ve los nubarrones negros levantarse.
La gaviota grita en la estación de las lluvias. Piensa ya en hacer su nido.
Planeando, piensa en su casa en la isla de Bremer.
Se zambulle, cortando el agua, aventando espuma.
Sus ojos ven de noche. Se sacude y queda seca.

 

Ba-ilas (África)

El niño muerto

Kachila, sangre de mi sangre, ¡déjame recordarte!
Tal vez, si te recuerdo, la tierra entera sabrá de mi dolor.
Los pequeños adornitos de mi cabeza:
Déjame echarlos en el río
para que los cocodrilos se los pongan
¡Oh mi niño querido!

 

Chamas (Amazonas)

La llegada de los blancos

Blancas garzas vienen
de lejos ideas traen
A través del Río Grande (el mar)
gentes blancas vienen.
En todos los veranos
con garzas negras caminan.
En las riveras del Parú
juntándose caminan.
¡Vengan, vengan, venid!