No. 109 / Mayo 2018
Correo sentimental
Todos los caminos llevan al cuerpo
Brenda Ríos
Para Assionara Souza, in memoriam
Te debo decir Mer que escribir poesía es un juego. No como un juego, sino un juego, un juego serio, vamos. Aunque nada es más serio que el humor. La poesía de mi país ha cambiado, se nota en el exceso de frivolidad, en la broma de pastelazo, en lo irónico podrido. A veces fresca, a veces aire helado del refrigerador donde se guardan las verduras congeladas. Para hablar de tonos y registros. Sobre los temas, qué te puedo decir. Hay poesía por encargo, poesía temática, temporadas otoño-primavera, norte-sur, fría-caliente. Me gusta imaginar entonces que el poema es tan elástico que puede estar en otros sitios que no es el poema. Un fragmento de anuncio de perfume, un fotograma, una historia que cuente alguien en el Ministerio Público, una denuncia en las redes, una canción cantada a gritos por un borracho en la calle. Leí apenas una entrevista con un poeta joven, de Argentina, Mariano Blatt, quien escribió un hermoso catálogo fresquito, re lindo, sobre una serie de cosas, acontecimientos, olores, fragmentos de escenas varias: El paraíso, el espacio exterior. En esa entrevista1 decía que la poesía es un texto, algo que se hace con palabras. “Todas esas metáforas medio chotas que se usan a veces, eso de que “la poesía está en todos lados”, no. Para mí la poesía es un texto y no hay más misterio que eso.” Pensé en ello. Me gustaría decir que pensé mucho, pero no. Lo pensé apenas. ¿Hay poesía fuera del poema? Incluso cuando el poema es todo menos poético: Carson como ejemplo hace clases de retórica en el poema, cita fragmentos de Aristóteles como parte del poema, la metáfora es historia y existe como tema poético. Es decir, hay palabras ahí, imágenes, pero no hallo los elementos que hacen eso que decimos carácter poético.
Hace una semana murió una amiga, Assionara, a quien no conociste. Pienso en ella y en su escritura. En su manera de hablar. En su tono de voz. Ella escribía narrativa. Tardé mucho en conocer sus poemas. No presumía nunca nada, así, en superlativo. Era algo casi privado. Si no fuera porque algunos habían sido publicados no me habría enterado nunca. Escribir y lo que conlleva ―oficio, ejercicio, monasterio― es algo que me fascina como tema, porque hay quien cree que es lema de vida. Un anuncio de whisky o de perfume. Ella escribía historias en forma de poemas, y por forma quiero decir enunciación de fenómenos, palabras puestas en un orden determinado, eso que Blatt refiere: un texto; estos poemas, los de Nara, son una visión de objetos, personas, ciertos acontecimientos que ella vio, imaginó, presenció: una niña con una muñeca rubia la hace reflexionar sobre la maternidad y el cuerpo, por ejemplo. Las mujeres de cincuenta años que aparecen en un anuncio de jabón, el cine, muchas cuestiones del cine. Son poemas-puestas en escena. Poemas-visiones, sueños, algo que sucede en un interior que no duerme. Elementos de la vida diaria mezclados con asuntos surrealistas, de orden social algunos, con conciencia de clase y de género. No hay una condena en los personajes, no hay sentencias: hay una manifestación de alguien que tiene un cuerpo que piensa sobre otros cuerpos, y cómo estos cuerpos interactúan entre ellos, se lanzan palabras, se hieren de un lado a otro, se dejan de ver.
Los dioses exigen tanto y por eso decidí ese mismo día,
además de amarrarme al mástil
cubrirme también los oídos con cera
las sirenas y sus pequeñas bocas abriendo y cerrándose
Aún hasta ahora no escucho nada y todo es líquido y estruendoso
Todos los caminos llevan al cuerpo2
O la mujer que busca en la basura y sus ojos son la lente con la que hace acercamientos. Los ojos zoom, la búsqueda de esas imágenes crea un género de cine-alcantarilla. Los elementos pop, la música, los encuentros en café (expresso doble), la completud de la vida sería perder el tiempo en detalles. Y es bueno perder el tiempo.
Te diría mucho más. Pero por hoy me concentraré en la ausencia. Escribir es hacer notar que el tiempo es cuerpo y que un día deja de estar, habitar. Y hablar. Sobre todo eso. No sabes cómo hace falta desde ya. Ella dejó de existir. Como todos lo haremos. Sabemos que un día alguien dirá de nosotras, si tenemos suerte: Ah, es verdad, se ha ido. No vendrá al café, al cine, a comer.
Pienso en ti, que un viernes de tarde haces una cita con tus amigos, en un bar digamos. Imagino que hay poca luz, la música es suave. Pedirás un whisky, un vodka. Lo que tenemos las tres en común, es que amamos hablar. Hablar es darnos. Es encontrar. Es poder decir Estas palabras soy yo. Y las entrego. Antes incluso de ponerlas por escrito las hacemos existir porque les damos forma: palabras que son aliento. Eso es lo que ella no tiene más. Sus palabras quedaron escritas. Y los amigos recordarán las que se vuelan en las charlas casuales, en el cruce del ligue, en los malos entendidos.
Todo eso compone la literatura. El arte. No era casual que su blog se llame como uno de sus primeros libros Cecília não é um cachimbo [Cecilia no es una pipa]. Su búsqueda nunca fue abstracta, estaba relacionada con películas, música, conversaciones, otros libros, más libros. Los que alcanzó a leer y a escribir. Mucho o poco, ya no tiene importancia.
Su tema de aprendizaje fue ella misma y las personas que la rodearon. La gente es una entidad abstracta, piensa en ello. Te rodean, coinciden contigo un par de años, duermen contigo, te besan o te dejan de besar, comen contigo, van a tu casa, se ríen a carcajadas y otro día dejan de dirigirte la palabra por algo que dijiste o sospecharon. Nunca queda claro qué pasa en sí. La gente es una nube de moscos. Están alrededor y te comen. Se van. Todos se van. En los últimos días, cuando estés pálida y sepas que el final es inminente quizá queden dos personas contigo. Pienso mucho en eso. Como esa canción de Antony and the Jonhsons, de que haya alguien que te acompañe cuando mueres. Qué mayor belleza que eso.
Decimos racionalmente estamos solos y moriremos solos y seremos fuertes. No es lo mismo. La enfermedad te hace vulnerable o más honesto o más cínico. La soledad no es castillo, es obligación de conciencia. De sentir que el cuerpo es uno solo y tiene tiempo dentro. El que no sueles pensar. Tiempo y silencio. Saber alterar el lenguaje y el silencio es tarea para pocos. Ser consciente de cómo gastamos uno y el otro. Cuándo debimos haber hablado y cuándo debimos callar. Y siempre, siempre, siempre es tarde. Lo que sea eso. Estar a tiempo. Mirarlo. Comer con las manos, oler las rosas, escuchar música en ese bar mientras tu amigo te cuenta de su divorcio, sus dos amantes, lo que sea. Esas pausas dentro de la cabeza como mini vacaciones en la playa.
Lo más auténtico que puede ser una persona es ser cuerpo que escucha. Assionara era eso. No hablar y esperar su turno para hablar de nuevo como suelen ser las charlas comunes. Antiprotagonista. El bajo perfil. Aprendí tanto de ella. El modo de restarle importancia a las cosas aunque sabes que eso también opera contra uno, como sabotaje, quiero decir. El mundo editorial, el mercado de libros, los mercaderes, los proselitistas de la cultura. Supo ver eso y concentrarse en una sola cosa: su trabajo. Hablamos de qué era la poesía y qué el poema. Aprender a ver. Eso. ¿Ves? Escuchar y ver. Hacer zoom con los ojos como esa buscadora de basura. Tener tu propia cinematografía, eso es reconocer qué palabras te conforman y cómo puedes vincularte con los demás. Sin lenguaje no hay relación. No hay contacto. Si no hay contacto no hay experiencia.
Te diría mucho más. Pero por hoy me concentraré en la ausencia. Escribir es hacer notar que el tiempo es cuerpo y que un día deja de estar, habitar. Y hablar. Sobre todo eso. No sabes cómo hace falta desde ya. Ella dejó de existir. Como todos lo haremos. Sabemos que un día alguien dirá de nosotras, si tenemos suerte: Ah, es verdad, se ha ido. No vendrá al café, al cine, a comer.
Pienso en ti, que un viernes de tarde haces una cita con tus amigos, en un bar digamos. Imagino que hay poca luz, la música es suave. Pedirás un whisky, un vodka. Lo que tenemos las tres en común, es que amamos hablar. Hablar es darnos. Es encontrar. Es poder decir Estas palabras soy yo. Y las entrego. Antes incluso de ponerlas por escrito las hacemos existir porque les damos forma: palabras que son aliento. Eso es lo que ella no tiene más. Sus palabras quedaron escritas. Y los amigos recordarán las que se vuelan en las charlas casuales, en el cruce del ligue, en los malos entendidos.
Todo eso compone la literatura. El arte. No era casual que su blog se llame como uno de sus primeros libros Cecília não é um cachimbo [Cecilia no es una pipa]. Su búsqueda nunca fue abstracta, estaba relacionada con películas, música, conversaciones, otros libros, más libros. Los que alcanzó a leer y a escribir. Mucho o poco, ya no tiene importancia.
Su tema de aprendizaje fue ella misma y las personas que la rodearon. La gente es una entidad abstracta, piensa en ello. Te rodean, coinciden contigo un par de años, duermen contigo, te besan o te dejan de besar, comen contigo, van a tu casa, se ríen a carcajadas y otro día dejan de dirigirte la palabra por algo que dijiste o sospecharon. Nunca queda claro qué pasa en sí. La gente es una nube de moscos. Están alrededor y te comen. Se van. Todos se van. En los últimos días, cuando estés pálida y sepas que el final es inminente quizá queden dos personas contigo. Pienso mucho en eso. Como esa canción de Antony and the Jonhsons, de que haya alguien que te acompañe cuando mueres. Qué mayor belleza que eso.
Decimos racionalmente estamos solos y moriremos solos y seremos fuertes. No es lo mismo. La enfermedad te hace vulnerable o más honesto o más cínico. La soledad no es castillo, es obligación de conciencia. De sentir que el cuerpo es uno solo y tiene tiempo dentro. El que no sueles pensar. Tiempo y silencio. Saber alterar el lenguaje y el silencio es tarea para pocos. Ser consciente de cómo gastamos uno y el otro. Cuándo debimos haber hablado y cuándo debimos callar. Y siempre, siempre, siempre es tarde. Lo que sea eso. Estar a tiempo. Mirarlo. Comer con las manos, oler las rosas, escuchar música en ese bar mientras tu amigo te cuenta de su divorcio, sus dos amantes, lo que sea. Esas pausas dentro de la cabeza como mini vacaciones en la playa.
Lo más auténtico que puede ser una persona es ser cuerpo que escucha. Assionara era eso. No hablar y esperar su turno para hablar de nuevo como suelen ser las charlas comunes. Antiprotagonista. El bajo perfil. Aprendí tanto de ella. El modo de restarle importancia a las cosas aunque sabes que eso también opera contra uno, como sabotaje, quiero decir. El mundo editorial, el mercado de libros, los mercaderes, los proselitistas de la cultura. Supo ver eso y concentrarse en una sola cosa: su trabajo. Hablamos de qué era la poesía y qué el poema. Aprender a ver. Eso. ¿Ves? Escuchar y ver. Hacer zoom con los ojos como esa buscadora de basura. Tener tu propia cinematografía, eso es reconocer qué palabras te conforman y cómo puedes vincularte con los demás. Sin lenguaje no hay relación. No hay contacto. Si no hay contacto no hay experiencia.
Camino en días de sol
La neblina del amor pesa en mis ojos
No voy a decir nada, pero quiero que quede claro
Estoy contando las horas para que esta temporada de eternidad acabe3
Estaremos en las fotografías Mer, en la anécdota curiosa de alguien que nos recuerde, en los libros que alcancemos a escribir. No es triste de ningún modo, es natural. Mira, recuerda esa novela enorme, enormísima, de Iris Murdoch: El mar, el mar, sobre el dramaturgo venido a menos que no hace más que ver el océano frente a su casa y pensar en la muerte, en lo que hizo, en todos los que lo odiaban. En lo que él mismo odió a su vez. La poca comprensión que alcanzó sobre el amor. Sobre las mujeres que lo amaron. Esos finales de revelación. Si estuviéramos en un café en París y todo ocurriera en blanco y negro, en el instante mismo en que comprendiéramos todo la cámara se acerca a nuestro rostro, tendremos la cara congelada pero llena de revelaciones ocultas al espectador y la película terminaría con un fade out. No sé tú pero creo que eso es bello. Irse, desaparecer. Pero antes, haber comprendido un gesto aun si breve, aun si torpe, de todo aquello que nos danzó alrededor en los ojos, en las manos, en todo el cuerpo.
1 Leída en: https://www.laprimerapiedra.com.ar/2015/09/que-es-la-poesia-8-mariano-blatt-la-poesia-para-mi-es-un-hecho-textual/
2 “Os deuses exigem tanto e por isso decidi aquele mesmo dia/ além de me amarrar ao mastro/Também crobriria de cera os ouvidos/ As sereias e suas bocas pequenas abriam e fechavam/ Ainda hoje não escuto nada e tudo é líquido e estrondoso / Todos os caminhos levam ao corpo”. Tomado de su blog personal: http://cecinest.blogspot.com/
3 “Caminho em dias de sol/ A neblina do amor pesa em meus olhos/ Não vou dizer, mas quero deixar bem claro/ Estou contando as horas pra que essa temporada de eternidade acabe”, http://cecinest.blogspot.com/