Cuando por fin llegué, nadie
me esperaba, pese a todas las promesas
y a la necesidad de constatar que hablaríamos,
de ahí en adelante, un idioma común.
Pero al menos me dejaron un manual de instrucciones.
Mañana habrá mercado, puedes dar
una vuelta y conseguir libros baratos; no
hay mucho que leer, nos basta con que vengas
todos los días y consumas algo
en la cantina mientras recuerdas un
episodio divertido de tu adolescencia
o comienzas a inventar un futuro que no tendrá,
eso debo advertirte, nada que ver. Los días
soleados, tres y cuatro años después,
saldríamos a mirarnos a la terraza, con las
tazas calientes en la mano, suspendiendo
por un rato el deseo de estar
en otra ciudad.
Iniciación
No conviene decirlo, pero el motivo
para ingresar en la academia del norte
era poder ver a los modelos
vivos. Allí se exploran las conexiones
entre la filosofía y el robo. Cuántas
veces tuve que escuchar esas alegorías,
concebidas para mostrar
que es difícil modificar
la rutina, pero mucho más
difícil es enfrentarse al miedo.
Yo mandaba un mensaje que iba pasando
de mano en mano hasta llegar
a su destinataria. Después de la sonrisa,
por ejemplo, volvía, semejante a una ola
de esperanza, con un signo de interrogación
escrito a lápiz. Siempre fascina
a los expertos, que ven
en estos gestos iniciales una excusa,
distinta cada vez,
para revisar varias teorías.
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