Gonzalo Rojas 

 gonzalo-rojas.jpg En noviembre del año 2000, las colecciones Voz Viva (UNAM) y Entre voces (Fondo de Cultura Económica) editaron, con la participación de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, un álbum doble con una Antología poética del mítico Gonzalo Rojas, con un vasto prólogo de la escritora e investigadora universitaria Fabienne Bradu. En esta entrega, ofrecemos seis poemas de viva voz del enorme Maestro chileno.

"¿Por qué, leída en libro, la poesía de Gonzalo Rojas se antoja "difícil", "poesía de cultura" como algunos la calificaron, y cuando oída, dicha por él, parecen desvanecerse todas las dudas con su séquito de oscuridades? Para el caso, no puedo sino recordar las palabras de Gonzalo Rojas: 'Además, ¿quién te va a explicar la poesía? Desde afuera parece un desastre por muy lúcido que sea uno, por muy exigente, por muy lleno de alta hermenéutica, no te va a dar luz en su densidad. No hay manera de que nadie me ilumine a Baudelaire sino el mismo Baudelaire'. Más me valdría parafrasearlo y decir que nadie iluminará a Gonzalo Rojas sino el mismo Gonzalo Rojas o, mejor dicho, su poesía".

Fabienne Bradu

Leer y escuchar poemas...

gonzalo-rojas.jpgLeer y escuchar 


    Las hermosas

    La loba

    No le copien a Pound

    Al fondo de todo esto duerme un caballo

    Qedeshím qedeshóth

 

 

 


 


{mmp3ex}www.archivopdp.unam.mx/media/las-hermosas.mp3{/mmp3ex}Las hermosas

Eléctricas, desnudas en el mármol ardiente que pasa de la piel a los 
    vestidos,
turgentes, desafiantes, rápida la marea
pisan el mundo, pisan las estrellas de la suerte con sus finos tacones
y germinan, germinan como plantas silvestres en la calle,
y echan su aroma duro verdemente.

Cálidas impalpables del verano que zumba carnicero. Ni rosas
ni arcángeles: muchachas del país, adivinas
del hombre, y algo más que el calor centelleante,
algo más, algo más que estas ramas flexibles
que saben lo que saben como sabe la tierra.

Tan livianas, tan hondas, tan certeras las suaves. Cacería
de ojos azules y otras llamaradas urgentes en el baile
de las calles veloces. Hembras, hembras
en el oleaje ronco donde echamos las redes de los cinco sentidos
para sacar apenas el beso de la espuma.

 



{mmp3ex}www.archivopdp.unam.mx/media/la-loba.mp3{/mmp3ex}La loba

Unos meses la sangre se vistió con tu hermosa
figura de muchacha, con tu pelo
torrencial, y el sonido
de tu risa unos meses me hizo llorar las ásperas espinas
de la tristeza. El mundo
se me empezó a morir como un niño en la noche
y yo mismo era un niño con mis años a cuestas por las calles, un ángel
ciego, terrestre, oscuro,
con mi pecado adentro, con tu belleza cruel, y la justicia
sacándome los ojos por haberte mirado.

Y tú volabas libre, con tu peso ligero sobre el mar, oh mi diosa,
segura, perfumada,
porque no eras culpable de haber nacido hermosa, y la alegría
salía por tu boca como vertiente pura
de marfil, y bailabas
con tus pasos felices de loba, y en el vértigo
del día, otra muchacha
que salía de ti, como otra maravilla
de lo maravilloso, me escribía una carta profundamente triste,
porque estábamos lejos, y decías
que me amabas.

Pero los meses vuelan como vuelan los días, como vuelan
en un vuelo sin fin las tempestades,
pues nadie sabe nada de nada, y es confuso
todo lo que elegimos hasta que nos quedamos
solos, definitivos, completamente solos.

Quédate ahí, muchacha. Párate ahí, en el giro
del baile, como entonces, cuando te vi venir, mi rara estrella.
Quiero seguirte viendo muchos años, venir
impalpable, profunda,
girante, así, perfecta, con tu negro vestido
y tu pañuelo verde, y esa cintura, amor,
y esa cintura.

Quédate ahí. Tal vez te conviertas en aire
o en luz, pero te digo que subirás con éste y no con otro:
con éste que ahora te habla de vivir para siempre
tú subirás al sol, tú volverás
con él y no con otro, una tarde de junio,
cada trescientos años, a la orilla del mar,
eterna, eternamente con él y no con otro.

 



{mmp3ex}www.archivopdp.unam.mx/media/no-le-copien-a-pound.mp3{/mmp3ex}No le copien a Pound

No le copien a Pound, no lo copien al copión maravilloso
de Ezra, déjenlo que escriba su misa en persa, en cairo-arameo, en
    sánscrito,
con su chino a medio aprender, su griego translúcido
de diccionario, su latín de hojarasca, su libérrimo
Mediterráneo borroso, nonagenario el artificio
de hacer y rehacer hasta llegar a tientas al gran palimpsesto de lo uno;
no lo juzguen por la dispersión: había que juntar los átomos,
tejerlos así, de lo visible a lo invisible, en la urdimbre de lo fugaz
y las cuerdas inmóviles; déjenlo suelto
con su ceguera para ver, para ver otra vez, porque el verbo es ése: ver,
y ése el Espíritu, lo inacabado
y lo ardiente, lo que de veras amamos
y nos ama, si es que somos Hijo de Hombre
y de Mujer, lo innumerable al fono de lo innombrable;
                                          no nuevos semidioses
del lenguaje sin Logos, de la histeria, aprendices
del portento original, no le roben la sombra
al sol, piensen en el cántico
que se abre cuando se cierra como la germinación, háganse aire,
aire-hombre como el viejo Ez, que anduvo siempre en el peligro, salten
    intrépidos
de las vocales a las estrellas, tenso el arco
de la contradicción en todas las velocidades de lo posible, aire y más aire
para hoy y para siempre, antes,
y después de lo purpúreo
del estallido
simultáneo, instantáneo
de la rotación, porque este mundo parpadeante sangrará,
saltará de su eje mortal, y adiós ubérrimas
tradiciones de luz y mármol, y arrogancia; ríanse de Ezra
y sus arrugas, ríanse desde ahora hasta entonces, pero no l0 saquen;
    ríanse,
               livianas
generaciones que van y vienen como el polvo, puluación
deletrados, ríanse, ríanse de Pound
con su torre de Babel a cuestas como un aviso de lo otro
que vino en su lengua;
                        cántico,
hombres de poca fe, piensen en el cántico.



{mmp3ex}www.archivopdp.unam.mx/media/al-fondo-de-todo-esto-duerme-un-caballo.mp3{/mmp3ex}Al fondo de todo esto duerme un caballo

Al fondo de todo esto duerme un caballo
blanco, un viejo caballo
largo de oído, estrecho de
entendederas, preocupado
por la situación, el pulso
de la velocidad es la madre que lo habita: lo montan
los niños como a un fantasma, lo escarnecen, y él duerme
durmiendo parado ahí en la lluvia, lo
oye todo mientras pinto estas once
líneas. Facha de loco, sabe
Que es el rey.

 



{mmp3ex}www.archivopdp.unam.mx/media/qedeshim-qedeshoth.mp3{/mmp3ex}Qedeshím qedeshóth*

Mala suerte acostarse con fenicias, yo me acosté
con una en Cádiz bellísima
y no supe de mi horóscopo hasta
mucho después cuando el Mediterráneo me empezó a exigir
más y más oleaje; remando
hacia atrás llegué casi exhausto a la
duodécima centuria: todo era blanco, las aves,
el océano, el amanecer era blanco.

Pertenezco al Templo, me dijo: soy Templo. No hay
puta, pensé, que no diga palabras
del tamaño de esa complacencia. 50 dólares
por ir al otro Mundo, le contesté riendo; o nada.
50, o nada. Lloró
convulsa contra el espejo, pintó
encima con rouge y lágrimas un pez: —pez,
acuérdate del pez.

Dijo alumbrándome con sus grandes ojos líquidos de
turquesa, y ahí mismo empezó a bailar en la alfombra él
rito completo; primero puso en el aire un disco de Babilonia y
le dio cuerda al catre, apagó las velas: el catre
sin duda era un gramófono milenario
por el esplendor de la música; palomas, de
repente aparecieron palomas.

Todo eso por cierto en la desnudez más desnuda con
su pelo rojizo y esos zapatos verdes, altos, que la
esculpían marmórea y sacra como
cuando la rifaron en Tiro entre las otras lobas
del puerto, o en Cartago
donde fue bailarina con derecho a sábana a los
quince; todo eso.

Pero ahora, ay, hablando en prosa se
entenderá que tanto
espectáculo angélico hizo de golpe crisis en mi
espinazo, y lascivo y
seminal la violé en su éxtasis como
si eso no fuera un templo sino un prostíbulo, la
besé áspero, la
lastimé y ella igual me
besó en un exceso de pétalos, nos
manchamos gozosos, ardimos a grandes llamaradas
Cádiz adentro en la noche ronca en un
aceite de hombre y de mujer que no está escrito
en alfabeto púnico alguno, si la imaginación de la
imaginación me alcanza.

Qedeshím qedeshóth, personaja, teóloga
loca, bronce, aullido
de bronce, ni Agustín
de Hipona que también fue liviano y
pecador en África hubiera
hurtado por una noche el cuerpo a la
diáfana fenicia. Yo
pecador me confieso a Dios.


*Qedeshím qedeshóth: en fenicio, cortesana del templo
.

 



{mmp3ex}www.archivopdp.unam.mx/media/que-se-ama-cuando-se-ama.mp3{/mmp3ex}¿Qué se ama cuando se ama?

¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida
o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué
es eso: amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus
    volcanes,
o este sol colorado que es mi sangre furiosa
cuando entro en ella hasta las últimas raíces?

¿O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer
ni hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo,
repartido en estrellas de hermosura, en partículas fugaces
de eternidad visible?

Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra
de ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar
trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una,
a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso.

 


{moscomment}