Admitámoslo, leer un libro de poesía para niños en el que el tema central es el cuerpo humano suena aburrido. Básicamente porque la premisa ya está un poco gastada: las partes del cuerpo humano en la literatura infantil, han sido utilizadas en exceso, debido a que la familiarización del niño con su anatomía es considerada una de las lecciones más importantes que debe aprender.
Desde ese punto de vista formativo se entiende que se escriba una y otra vez sobre el mismo tema, el problema radica en que, debido al abuso del tópico, se ha vuelto muy difícil encontrar una manera original de abordarlo, sobre todo, porque ya existe una serie de lugares comunes que los autores parecen sentirse obligados a usar (la nariz sirve para oler el delicioso aroma de la comida, los ojos para ver los maravillosos colores de las flores, etcétera); temas y tratamientos que los niños conocen demasiado bien, al punto del hartazgo (y luego la gente se pregunta por qué los niños no leen cuando generalmente lo único que tienen a la mano son textos repletos de este tipo de imágenes insípidas que se repiten infinitamente).
Ahora, si se trata de una antología, muy probablemente deberíamos dejarla lejos de los niños. ¿Por qué? Porque podemos pensar que la lectura de una antología es mucho más compleja que la de un libro escrito por un sólo autor, ya que el ritmo que cada escritor imprime a su obra es diferente, y para un niño puede ser desconcertante encontrar textos tan desiguales en un mismo libro.
Hago de voz un cuerpo es una antología en la que los poemas que la componen se centran en diversas partes del cuerpo humano, pero, contra todos los pronósticos que lo mencionado anteriormente podrían crear, el libro es bastante divertido. Para comenzar, la selección de las partes del cuerpo (que van de la cabeza a los pies) no se limita a los tradicionales ojos, boca y manos; también se encuentran la lengua, el cuello o el ombligo y, para sorpresa de muchos, además están los órganos sexuales, tanto de los niños como de las niñas. Así que desde aquí podemos darnos cuenta de que este libro se aleja de lo que generalmente se escribe sobre el cuerpo para lectores que apenas se inician en el mundo de la lectura.
El tratamiento que los poetas dan a cada una de las partes enlistadas en la antología, puede catalogarse, de manera general, como lo suficientemente inteligente, divertido y fresco para atraer la atención incluso del niño que menos acostumbrado está a leer (ya sea narrativa o poesía).
Existen en algunos poemas pequeños tropiezos que muy difícilmente pasan inadvertidos (y con tropiezos me refiero a lugares comunes). Por ejemplo, en el poema de Francisco Hinojosa dedicado a los ojos, el escritor no pudo evitar un inicio con la referencia típica a los “Ojos para ver/ pasar la vida/ por la avenida”. Lo bueno es que estos detalles, al ser contados, no estropean la calidad general de la antología.
Hay algunos poemas con versos verdaderamente ingeniosos que hacen que uno se olvide de aquellos que son flojos. Creo que el mejor ejemplo es el que está dedicado a la nariz (escrito por Eduardo Langagne) ya que la aborda no como la tradicional fuente de los olores sino como el “asilo del moco seco” y el “helipuerto del mosquito”; una idea inteligente y divertida pero no rebuscada, que sin duda alguna puede atraer la atención de cualquier niño.
Y creo que aquí, el carácter antológico de Hago de voz un cuerpo se vuelve benéfico. Al reunir a quince diferentes autores hay menos posibilidades de que se caiga en lugares comunes y, cuando esto pasa, como ejemplifiqué anteriormente, el siguiente buen poema borra la posible imagen fallida de uno anterior.
Los quince poetas incluidos en el libro se complementan de una manera especialmente armónica, cada uno mantiene su estilo particular y al mismo tiempo interactúan el uno con el otro, sin contrastes bruscos de ritmo o estilo (sin lugar a dudas uno de los mayores logros de Baranda como coordinadora de la antología). Se obtiene así un efecto de uniformidad que, especialmente los niños, sabrán apreciar.
Uno de los grandes aciertos que tienen las ilustraciones creadas por Gabriel Pacheco, y que acompañan cada uno de los poemas, es que, aunque pueden ser admiradas por sí solas, necesitan del texto para adquirir un verdadero sentido, ya que no son imágenes azarosas (como suele pasar en los libros en los que no hay narración). Son verdaderas representaciones visuales de lo que se trata en los poemas. Otro punto a favor es el uso de dos colores de base en lugar de toda la gama del círculo cromático en una misma imagen. De este modo, no son las imágenes el foco de atención del niño, pero tampoco son adornos sin sentido en las páginas del libro. Pacheco logra que sus ilustraciones vayan de la mano con la lectura de cada uno de los poemas.
Creo que Hago de voz un cuerpo es un libro que puede agradar a los niños. Los pros son mayores que los contras, y la calidad general de los textos es admirable, sobre todo por tratarse, como he remarcado con tanta insistencia, de un tema tan (generalmente mal) abordado. Su principal virtud reside en la capacidad que tuvieron estos poetas para abrir un nuevo camino en el imaginario de la poesía corporal para niños y entregarnos un texto novedoso, inteligente y divertido.
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