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Desasir decideras |
Por Pedro Serrano |
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Apiñado en su primer apellido, encasquetado en la etimología del segundo y marcado por el magno poeta francés de quien porta nombre, Víctor Hugo Pina Williams lleva como pocos en sí la manera de su escritura. Su nomenclatura hace un ramillete que anticipa, si no antecede, el recargado y articulado todo contradictorio que ha ido construyendo en sus poemas entre la oposición aparente y la opacidad resultante de dos tensiones escritúrales. Por un lado está la recargada barrocosidad de su vocabulario, heredera y persistente de un bajel que muchos han abandonado. Por el otro nos encontramos con la invención o descubrimiento de una forma métrica a la vez límpida y rocosa, llena de sorpresa y novedades. Estos dos elementos producen una lectura a la vez tersa y atropellada, y hacen oscilar una historia que, sin ellos, sería simple. El libro, que en el epígrafe se declara "De Sara" y está inmediatamente dedicado a sus hijos, hila una hermosa secuencia amorosa. Las estrofas, de ocho versos y a primera vista sencillas, contienen en realidad una enorme complejidad y están cargadas de desequilibrio. Derivadas de la seguidilla, abren siempre con cuatro heptasílabos, de súbito entrecortados por un verso de cinco sílabas al que le siguen otros dos heptasílabos y un pentasílabo final. Los cambios de ritmo, que se dan en los versos quinto y octavo, hacen que las estrofas funcionen en un oleaje de aparente arritmia. Nunca estamos seguros si los hemistiquios que la forman son dos de cuatro versos, o uno de cinco y otro de tres versos. Esto provoca un corte en el discurso que el lector tarda en identificar racionalmente, pero que desde el principio está afectando la lectura. Leer poemas... |
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