Periódico de Poesía, nueva época, UNAM/ INBA, núm. 3, otoño de 1993 Mirada de Jerez Ramón López Velarde se levanta al amanecer. El cuarto del hotel es reducido, maloliente y azul. Se afeita, con pulida hoja libre, ante un espejo que le devuelve su mirada de Jerez en el agua del pozo. El calor aumenta. Con parsimonia se pone el traje negro. No entrega la llave ni se despide de la encargada, una muchacha que se abanica el rostro con la falda. Se aleja por calles pedregosas, viendo siempre a las sombras que, proyectadas en el suelo, le sugieren niños erizados en las bardas, selvas en la espesura de las bugambilias, palmeras con racimos minerales. Sigue sin levantar la frente. Niega lo que pasa en el cielo. Oye sus pasos retumbar en las piedras, advierte que las piedras se hacen polvo y que el polvo se transforma en arena blanca. Un olor a brea invade sus pulmones. Los síntomas de asfixia huyen como cangrejos. El golpe de las olas le llega a la cintura. Alza por fin los ojos. El golpe de las olas le moja la corbata. Vive otra vez la angustia que sintiera en la pila bautismal. Periódico de Poesía, UAM-UNAM, núm. 13, 1990 I Hoy converso contigo, Robert Schumann, te cuento de tu sombra en la pared rugosa y hago que mis hijos te oigan en sus sueños como quien escucha pasar un trineo tirado por caballos enfermos. Estoy harto de todo, Robert Schumann, de esta urbe pesarosa de torrentes plomizos, de este bello país de pordioseros y ladrones donde el amor es mierda de perros policías y la piedad un tiro en parietal de niño. Pero tu música, que se desprende de los socavones de la demencia, impulsa por mis venas sus alcoholes benéficos y lleva hasta mis ligamentos y mis huesos la quietud de los puertos cuando el ciclón se acerca, la faz del otro que en mí desespera el poderoso canto de un guerrero vencido. Periódico de Poesía, UAM-UNAM, núm. 10, 1989
La muerte de la rosa
Han pasado las horas por el tallo y la rosa en octubre se convierte. Nutre su corazón agua de mayo: espejo intacto de su mala suerte. En el recuerdo, ya color perfecto, se clarifica el eco que la nombra. El “no” de su perfume resurrecto espina lo brillante de la sombra y la certeza de la mano dura que la cortó con luminosa esgrima. El cristal que la llena de blancura, de angustia o nubes de tristeza, sucumbe ante lo fácil de la rima: muere la rosa de inmortal belleza. Canción tonta La niña camina por la playa en el límite justo de las olas. El color de su piel toca la espuma. El caracol aprende sus palabras. La niña camina por el bosque con agujas de pino entre los labios. Pasa un rumor de plumas en silencio. Una pared de niebla se levanta. La niña camina por la selva En sus dedos hay flores de Inglaterra. En sus ojos hay tigres de Bengala. Periódico de Poesía, UAM-UNAM, núm. 1, mayo-junio de 1987
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