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Niels Hav


Traducciones de Orlando Alomá, John Castillo y Ricardo Labarca

Cuatro poemas

Mi pluma fantástica

Prefiero escribir
con una pluma usada encontrada en la calle
o con una publicitaria, feliz de que promueva al electricista,
la gasolinera o el banco.
No sólo porque son gratuitas 
sino porque imagino que esos implementos
fusionarán mi escritura con la industria
el sudor de los obreros calificados, las oficinas
y la mística de toda existencia.

Alguna vez escribí minuciosos poemas con pluma fuente
poesía pura sobre la pura nada
pero ahora me gusta que en el papel haya mierda,
lágrimas y mocos.

¡La poesía no es para los apocados!
Un poema debe ser tan honesto como las cotizaciones de la bolsa
una mezcla de realidad y fanfarronería. 
¿Qué queda aún que hiera nuestra sensibilidad?
No mucho.

Por eso no pierdo de vista el mercado de valores
y los documentos importantes. La bolsa
forma  parte de la realidad como la poesía.
Y por eso estoy tan contento con este bolígrafo
de un banco que me encontré una negra noche
frente a una tienda cerrada. Huele
vagamente a meados de perro y escribe fantásticamente.                                        

           



En defensa de los poetas

¿Qué hacer con los poetas?
La vida los maltrata
se ven tan lastimeros vestidos de negro
con la piel azulosa de sus borrascas interiores.

La poesía es una horrible enfermedad
los infectados deambulan quejándose
sus gritos contaminan la atmósfera como escapes
de estaciones atómicas de la mente. Es algo tan sicótico.
La poesía es un tirano
desvela por las noches y deshace matrimonios
arrastra a la gente en mitad del invierno a desoladas cabañas
donde permanecen ateridos, con sus orejeras y gruesas bufandas.
¡Imaginen qué tortura!

La poesía es una plaga
peor que la gonorrea, una abominación terrible.
Pero consideren a los poetas, no es fácil para ellos.
Trátenlos con paciencia.
Son histéricos como si estuvieran embarazados de gemelos
crujen los dientes cuando duermen, comen tierra
y hierba. Se pasan horas en medio del viento ululante
atormentados por asombrosas metáforas.
Todos los días son sagrados para ellos.

Oh, por favor, apiádense de los poetas
son sordos y ciegos
ayúdenlos a cruzar las calles por donde van dando tumbos
con su invisible impedimento:
recordando toda suerte de cosas. De vez en cuando
uno se detiene a escuchar una sirena distante.
Sean considerados con ellos.

Los poetas son como niños locos
expulsados de su casa por toda la familia.
Rueguen por ellos;
han nacido tristes
―sus madres lloraron por ellos
acudieron a médicos y abogados― hasta
tuvieron que darse por vencidas
por temor a perder la cabeza.
¡Oh, lloren por los poetas!

No tienen salvación.
Infectados de poesía como leprosos secretos
están presos en su mundo fantasioso.
Un asqueroso barrio lleno de demonios
y fantasmas vengativos

Cuando un claro día de verano, de sol radiante,
vean a un pobre poeta
salir tambaleante de su edificio
pálido como un cadáver
y desfigurado por las especulaciones
¡Acérquense a auxiliarlo!

Amárrenle los cordones de los zapatos
llévenlo al parque
y ayúdenlo a sentarse en un banco al sol.
Cántenle un poquito
cómprenle un helado y cuéntenle un cuento
para que no se sienta tan triste.
¡Está completamente arruinado por la poesía!

 


 

Las mujeres de Copenhague

Me he vuelto a enamorar de cinco mujeres
distintas durante un viaje en el autobús de la ruta 40
de Njalsgade a Osterbro. ¿Cómo va uno a controlar
su vida en esa condiciones?                                          
Una de ellas llevaba un abrigo de piel;
otra, botas rojas. Una leía el periódico; la otra, a Heidegger
 y las calles estaban inundadas de lluvia.
En el bulevar Amager subió una princesa empapada,
eufórica y furiosa, y me cautivó totalmente.
Pero se bajó frente a la estación de policía                 
y su lugar lo tomaron dos reinas con pañoletas fulgurantes
que hablaban con voces estridentes en pakistaní
durante el trayecto al Hospital Municipal
mientras el autobús bullía de poesía.
Eran hermanas e igualmente bellas, por lo que les entregué     
mi corazón a las dos y empecé a hacer planes de una nueva vida
en una aldea cerca de Rawalpindi, donde los niños crecen en medio del olor    
a hibisco mientras sus madres cantan canciones desgarradoras cuando
la tarde cae sobre las llanuras pakistaníes.  

¡Pero ellas no me vieron! Y la que llevaba el abrigo de piel lloraba
con disimulo, cubriéndose con el guante, cuando se bajó en Farimagsgade.
La que leía a Heidegger cerró el libro de súbito y me miró fijamente
con sonrisa burlona, como si acabase de vislumbrar a un Don Nadie
en su mismísima insignificancia. Así se me partió el corazón por quinta vez
cuando se levantó y se fue con las otras. ¡Qué brutal es la vida!
Seguí otras dos paradas antes de darme por vencido.
Siempre termina así: Uno, de pie en la acera, fumando un cigarrillo,
tenso y levemente desdichado.

(Traducciones de Orlando Alomá)

 


 

Epigrama

Te puedes pasar la vida entera
acompañado de palabras
sin encontrar
la justa.

Igual que un pobre pez
envuelto en un periódico húngaro:
Primero, esta muerto,
segundo, no entiende
húngaro!

(Traducción de John Castillo & Ricardo Labarca)



Niels Hav
es poeta y autor de relatos cortos, vive en Copenhague con su mujer, la pianista Christina Bjørkøe. Su más reciente colección de poemas We Are Here ha sido publicada por la editorial Book Thug, de Toronto. Una selección de su poesía temprana, Good Blue Morris, fue publicada en 1992, también en Canadá. Es autor de cinco libros de poemas y tres de relatos cortos. 

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