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Jorge Pech Casanova
(Mérida, Yucatán, 1966)

 

En Zipolite, al amanecer

Desnuda, a la orilla del mar, resplandece.
El viento se detiene en el caracol de su oreja
para cantar el sol, la sal, los acrecidos tonos
de un amanecer que se hurta al frío.

El peñasco receloso
en la piel aterida sombras derrama,
vela esta desnudez contra las seducciones.
Hasta el sol que codicia la piel dulce se ensombrece,
porque la enorme roca asedia el cuerpo
y no admite luz más ardua que un suspiro.

Larga, interminablemente, besa
la sombra lasciva de la piedra
los rincones del cuerpo que despierta
donde va a serenarse, en sus fragores,
la alfarería antigua del océano.

Crece el día en torno a ella, tan desnuda,
pero la sombra dilata en esfumarse
por defender esa excelencia de blancura.

Hasta la luz debe apaciguar su vehemencia
para allegarse a esa piel desnuda
que se enaltece a la orilla del mar.

 

Lectura en Puerto Escondido

Ya no sé quiénes somos;
tal vez mañana alguno de los dos lo sepa.
José Carlos Becerra

La noche nació del horizonte mientras hallábamos
en una página de Becerra a la Bella Durmiente
que acopiaba besos, telarañas e impaciencia en su alcoba.
Esta playa se envolvió con la noche, el sol se iba apagando tras las barcas
en la línea apenas ondulada del mar a lo lejos.
La arena se olvidó de su blancura porque el ocaso la llamaba.
Un cocuyo trazó sus dominios con una centella.
¿Recuerdas las palabras que despedían a la luz?
             … por un momento dejamos de existir en todos los sitios donde
                                                                [nos  recuerdan o donde nos olvidan,
]
            las leyes de la ciudad no nos tocan…
¿Recuerdas los minutos que borraban grano a grano nuestro castillo en la arena?
             por un instante somos los otros,
            aquellos dos en los que tanto soñamos.

Ya no están Becerra ni su voz que vuelve de un barranco en Italia.
La arena se alejó, la luz se ha guarecido en qué diluvio.
El mar se ha vuelto el sueño de los navegantes
anhelosos de un túmulo de estrellas,
              el mar no está aquí, la roca no está aquí, la primavera no
                                                                                                        [tiene retratos,
]
              no vuelan los pájaros que necesita la noche.

Pero tú estás aquí,
la arena opone su blancura a las sombras
y su palidez no puede oponerse a tu fulgor
mientras sueñas con la durmiente, ahora despierta
entre paredes de un castillo que se esparce al viento.

 


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