La Cartonera de Cuernavaca

 

Por Claudia Sánchez R.

 

En 1967, John y Elizabeth Brown Spencer llegaron a Cuernavaca, John encontró aquí el sitio ideal para desarrollar su arte: La Casona, una fortaleza urbana desde cuyos balcones casi se puede tocar la pátina de los años que han dejado su huella en la Catedral y a lo largo de toda la calle Hidalgo.

El arte de John encontró diversas formas de expresión: el dibujo a pluma y tinta, el dibujo a lápiz, el óleo sobre tela, las esculturas de metal de tamaño pequeño o monumental. Pero, quizá su obra más grande fue el haber dejado La Casona como un espacio para la actividad cultural de esta ciudad. Algunas partes del edificio son del siglo XVI, otras se anexaron más recientemente, en los años 20.

espacios-04.jpg


Es en esta construcción donde cada fin de semana se reúnen los cómplices del proyecto de la Cartonera de Cuernavaca, frente a una mesa enorme de madera en donde apilan recortes, fotos, hojas de periódico, pegamento, pinturas, pinceles, plumones, tijeras, materiales varios y se entregan a la tarea de la creación.

Unos tres años atrás, Raúl Silva (portador del virus cartonero, que contaminó a varios) les llegó con la noticia de un proyecto alternativo para hacer libros con tapas de cartón y elaborados de forma artesanal, que se había generado en el cono sur, Argentina, según parece, y que se estaba expandiendo rápidamente por toda América Latina. Quisieron algo así para esta ciudad. Pensaron que sería fácil llevar a cabo un trabajo que parecía no requerir más que disposición y gusto por los libros. Pero no fue sino un año después de la primera reunión que lograron empezar a concretar el plan.

Rocato, Dany Hurpin, Nayeli Sánchez, Valeria López y José Antonio Suárez fueron los primeros voluntarios en la aventura, luego se unieron otros aventureros, como Cisco Jiménez. Empezaron con una primera etapa de reuniones para tratar de delinear propósitos y objetivos, discutían sobre la orientación del proyecto y todo lo que implicaba, pero no les resultaba fácil aterrizar las ideas. Fue necesario un segundo impulso, que se cristalizó por fin en la Navidad del 2007.

El primer libro que la Cartonera de Cuernavaca editó y publicó fue El silencio de los sueños abandonados, un cancionero de Kristos, un músico que goza de gran aceptación en Morelos. Sin una organización clara aún, comenzaron a divertirse haciendo portadas y de ahí se siguieron hasta que de pronto ya tenían un primer libro a la venta. Eso sucedió en febrero de 2008. De manera casi natural, se consolidó la dinámica de trabajo; publicaron a Howard Fast y reeditaron el cancionero. Ahora, han editado y reeditado ya varios títulos.

Cuentan los cartoneros que en un principio cada uno de ellos aportó una pequeña cantidad de dinero para la primera publicación, a partir de ahí, el proyecto se ha sustentado con la venta de libros de mano en mano y en las presentaciones (es ahí donde tienen la venta fuerte), además de la distribución en la librería La Rana de la Casona. El proyecto ahora vive por sí solo, un libro da para el siguiente, se recupera la edición y se obtiene el dinero para cubrir los gastos de las presentaciones (publicidad, vino de honor, etc.) y el café y las galletas de los talleres. En el grupo hay un tesorero que controla y administra los gastos.

Uno de los objetivos de la Cartonera es publicar libros que proyecten a la ciudad de Cuernavaca, autores locales o residentes del estado de Morelos, aunque no necesariamente. Como grupo, proponen y discuten los textos a publicarse. El tiempo que dedican a la editorial es básicamente los fines de semana, aunque el trabajo de armado y encuadernado se hace en los espacios libres que tienen entre semana. Cada uno de los miembros aporta sus habilidades y experiencia para cubrir todos los aspectos de una editorial en constante actividad.

espacios-01.jpgCisco, miembro honorario de la Cartonera, es un artista plástico que a pesar de su juventud tiene ya una sólida trayectoria, el dice: “No tengo compromisos institucionales con la Cartonera, sino más bien es un reto creativo para romper esquemas, los artistas e ilustradores están muy encasillados en el proceso de crear y producir un resultado final, de lo que se trata aquí es de que no haya autorías intelectuales. Han venido artistas y hacen portadas que son una obra de arte en sí, eso le da un valor estético maravilloso a cada libro. Pero, en general, la idea es que sea un trabajo colectivo donde se diluya el ego y la personalidad individual en pro de un resultado colectivo interesante, y ahora estamos en esa fase, ya hicimos durante una buena temporada portadas de autor únicas, esto fue como el ingreso de la Cartonera al contexto cultural, con muy buenos resultados, fueron libros muy apreciados y coleccionados, pero ahora es tiempo de pasar a otra etapa, hay que pensar en costos, innovación gráfica accesible, en mi caso, yo me clavo en la parte visual y gráfica, a veces considerando el contenido y a veces desconociéndolo.”

Según el equipo, el objetivo de la Cartonera es lograr una alternativa para editar, publicar, hacer un trabajo en conjunto, convocar gente. No pretenden ser una opción frente a los grandes monstruos, sino crear un producto artístico independiente sin fines de lucro. La autosuficiencia les permite seguir produciendo, pero no les da un beneficio económico, sino estético y recreativo. Ése es el verdadero valor del proyecto.

Se puede contactar a estos hacedores de libros en:
http://edicioneslacartonera.blogspot.com/



Un congreso cartonero en Estados Unidos

Éste se llevará a cabo del 6 al 8 de octubre en la Universidad de Madison, en Wisconsin, el objetivo es discutir el proyecto cartonero como opción editorial en países latinoamericanos. Dado que este fenómeno empezó a llamar fuertemente la atención en algunos lugares de ese país, en dicha universidad nació el proyecto de investigar el porqué de las cartoneras y todo lo que éstas implican.

espacios-02.jpgNayeli cuenta que: “Nosotros fuimos la octava cartonera, ahora hay unas veinticuatro, el congreso quiso reunirnos, abrir nuestros trabajos, acercarnos a compartir ideas, conocernos y que nos conozcan. Hay cartoneras por todas partes, en México, El Salvador, Guatemala, Colombia, Bolivia, Perú, Chile, Argentina, Paraguay y Brasil. También hay una en Berlín hecha por bolivianos. Éste es un movimiento básicamente del tercer mundo. Inicialmente se dio para contender contra las grandes editoriales, responder ante la crisis, poner los libros más al alcance.”

Y para finalizar, los cartoneros afirman que este proyecto no tiene un líder, cada quien aporta lo que sabe. El liderazgo es situacional, cada quien lo ejerce en el momento pertinente. Eso dicen ellos, lo que yo digo es que es muy bueno saber que no son pocos los Quijotes que andan las calles cuernavacenses, y las del mundo, por supuesto.


{moscomment}