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Tinta invisible
⎯Espolvorea lento el carbón
con lechetrezna
escribo en mi piel
los secretos que olvido.
⎯No llames mi nombre si no has de nacerme.
⎯Orfebre de vigilias y sueños
graba este testimonio en tu cuerpo,
este corazón en tu adentro.
Manis turbiam
Mis manos, rostro incapaz
escatológicas más allá de mis labios
escarban mi monstruo y lo embellecen
lo hacen fuerte: falanges.
Mujeres sin escrúpulos pero cautelosas
resbalosas pero finas
envolventes
delicadas.
Se mueven entre mis piernas
se humedecen para hacerse lengua
y derramarme de labio a labia:
institutrices del desgajamiento
parteras de mojadas palabras.
Las faldas del volcán
Tras la mañana el horizonte vuelca distinto
para el colibrí el horizonte es pistilo
para los amantes otra tierra que no la tierra.
Lava cristaliza obsidiana
veta dorada de mil días: piedra
despierta de una noche y se desconoce, animada.
Alejada de su origen la recuperan
la funden nuevamente;
ceniza afuera queda llama adentro.
El sonido se concentra
inspiración primera que acalló lluvia
tiembla, interno, frágil
canta una tonada que recorrió la historia
que buscó la voz: permanencia.
Pregón que se finge herido para conocer la alegría.
La raíz tuerce y destuerce.
La tierra dentro del volcán
busca la quietud en aliento.
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