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portada-refugio.jpg El refugio de la niebla
Blanca Mateos,
Ediciones Eón,
México, 2009.

Por Marina Ruiz Rodríguez

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I

¿Qué es la niebla sino un velo, el agua inapresable?
¿Qué es un refugio en lo inapresable sino un refugio en el portal de los abismos?
¿Quién se refugia en la niebla sabiendo que ésta se desvanece?
¿En dónde se refugia la niebla misma cuando su blancura se diluye?
¿Por qué Blanca nombra El refugio de la niebla a este libro?

La desesperada búsqueda por nombrar lo innombrable nos orilla a la poesía, a la necesidad de decir aún a pesar de la sospecha de que lo inconcluso se hace presente en cada verso. 

Tal vez así le pase también a Blanca, cuando busca en el nombrar la pauta para reelaborar la realidad, cuando el nombrar es para ella evocación del ser amado, cuando la incertidumbre ronda las palabras y se pregunta el por qué de lo incomprensible y de la pregunta misma.

Tal vez quiere expresar lo que percibe y que escapa a las palabras, eso que sólo puede expresarse en un leguaje otro, acaso místico; entonces le da por contemplar esas pequeñas cosas que revelan la magia del universo  “el espasmo del agua, la desnuda lluvia, las líneas azules del olvido”; y por un momento el sin tiempo se cuela en las palabras y surge la poesía en la plácida batalla que son sus versos, en esa contradicción que es nombrar la vida (“Inútil decir más, Nombrar alcanza”, escribió alguna vez Idea Vilariño).

¿Es Blanca otra necia más que busca eternamente en el lenguaje respuestas de lo innombrable: el amor, el tiempo, la memoria?  Blanca no elabora la metáfora más sofisticada sino que busca las palabras suficientes, apela a la economía del lenguaje. No requiere un texto plagado de significantes; más bien permite que el silencio ejecute su danza entre las palabras, realizando un tejido sutil como la niebla, entre las redondeces de las letras y el texto blanco. Tal vez sea esta danza lo que crea esas atmósferas de “calles sombrías”, el vientecillo que se cuela entre verso y verso en la forma del silencio, y que refuerza la melancolía del texto. 

¿Cómo se camina entre la niebla?, ¿cómo se vuelve la niebla el resguardo de la poeta? La niebla es un lugar donde lo visto no repara en certezas, donde el sentido que premia la atención es el oído, requiere una atención expectante ante el sonido de las cosas. Ahí  lo percibido tiene la forma de un rastro: “Alguien vino aquí y dejó la huella de su voz en las rendijas”. La niebla es el espacio de las visiones del pasado, de la sospecha de lo que fue y no se sabe si ya ha concluido: un sentimiento que va tomando la forma de la nostalgia, que irónicamente Alejandra Pizarnik negará diciendo: “No es invocación.\Sólo nombres que regresan”.

El contenido de los poemas de Blanca, el aire que rodea los versos, las palabras, la imposibilidad que remite una y otra vez al pasado, tejen ese textil entre oscuro y lumínico que busca conjurar en el lenguaje lo que no ha podido conjurarse en la propia vida de otro modo. Así el manto tejido de niebla acaba en este poemario que integra irremediablemente la vida de Blanca. Porque como para toda poeta, la vida constituye el material con que elabora el tejido de sus versos.


II

No sé si ella escriba en la soledad de su refugio, pero creo que no escribe sola. Es parte de un conjunto diverso y amplio de mujeres escritoras que no sólo escribimos sino que también nos dedicamos a la difusión de la poesía.

La expresión poética femenina, a pesar de que se ha negado y discutido tanto, ha iniciado un camino que se concreta en todas las mujeres que le damos existencia en nuestras obras y nuestras vidas, aunque no siempre sea fácil.

La forma de construir el mundo desde lo femenino, la lúdica y poética femenina, han tomado relevancia social debido a la necesidad innegable de expresarnos y también porque a través del tiempo, hemos logrado construir otras condiciones más favorables. Buscamos compartir nuestras formas siempre distintas pero no distantes de relacionarnos poéticamente con el mundo. Por eso el compartir no es sólo de la obra sino también de las búsquedas.

En particular, Blanca le da dedicado mucho tiempo y vida a la difusión de sus pasiones en ese medio democrático que supone el internet, donde coloca a la poesía en un contexto actual y apremiante, en el portal Palabra Virtual. Así no tenemos que andar buscando con lupa en los índices de las antologías a autores, que por azar u otros motivos tal vez desconocidos para el lector, no se contemplan en ellas. Así podemos encontrar al alcance de la pantalla autores que comparten con Blanca el recelo, la niebla, por lo innombrable; ese miedo, como dice la Pizarnik, de no saber nombrar lo que no existe.


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