Una película perdida sobre el rey Nezahualcóyotl 


Cine y poesía
Por Ángel Miquel

 

cine-01.jpgEntre representaciones de diversos héroes cívicos, las figuras de dos poetas han logrado infiltrarse en el dinero contemporáneo de México. Una es la de sor Juana Inés de la Cruz, o Juana de Asbaje como se lee cerca de su rostro, reproducida en el billete de doscientos pesos siguiendo el retrato hecho por Juan de Miranda en 1713. La otra, que aparece en el más popular billete de cien pesos, es la de Nezahualcóyotl, grabada probablemente a partir de la escultura que se encuentra en la fuente de Chapultepec dedicada al rey texcocano y creada por Luis Ortiz Monasterio en 1956.

Antes de circular masivamente de esta forma, las efigies de los dos escritores habían sido ya representadas por el cine. La monja novohispana en cuatro películas: Sor Juana Inés de la Cruz (Ramón Peón, 1935), El secreto de la monja (Raphael J. Sevilla, 1939), Constelaciones (Alfredo Joskowicz, 1978) y Yo la peor de todas (María Luisa Bemberg, 1990), en las que el papel protagónico fue interpretado, respectivamente, por las actrices Andrea Palma, Lupita Gallardo, Ana Ofelia Murguía y la catalana Assumpta Serna. Las dos primeras fueron cintas de capa y espada en las que se le atribuyó a Juana una vida amorosa antes de entrar al convento; las más recientes la mostraron, de manera más verosímil, sosteniendo inteligentes conversaciones con el científico Carlos de Sigüenza y Góngora y con su protectora, la virreina Leonor Carreto –el argumento de la última cinta, de hecho, se basó en Las trampas de la fe, el polémico ensayo de Octavio Paz. Por otra parte, una buena cantidad de películas mexicanas ha incluido personajes que conocen y repiten el “Hombres necios que acusáis…” con que comienza el más popular poema de sor Juana –palabras que también fueron estampadas, por cierto, en una de las emisiones del billete.


Una película perdida sobre el rey Nezahualcóyotl



Cine y poesía

Por Ángel Miquel

 
 
 

cine-05.jpgEntre representaciones de diversos héroes cívicos, las figuras de dos poetas han logrado infiltrarse en el dinero contemporáneo de México. Una es la de sor Juana Inés de la Cruz, o Juana de Asbaje como se lee cerca de su rostro, reproducida en el billete de doscientos pesos siguiendo el retrato hecho por Juan de Miranda en 1713. La otra, que aparece en el más popular billete de cien pesos, es la de Nezahualcóyotl, grabada probablemente a partir de la escultura que se encuentra en la fuente de Chapultepec dedicada al rey texcocano y creada por Luis Ortiz Monasterio en 1956.

Antes de circular masivamente de esta forma, las efigies de los dos escritores habían sido ya representadas por el cine. La monja novohispana en cuatro películas: Sor Juana Inés de la Cruz (Ramón Peón, 1935), El secreto de la monja (Raphael J. Sevilla, 1939), Constelaciones (Alfredo Joskowicz, 1978) y Yo la peor de todas (María Luisa Bemberg, 1990), en las que el papel protagónico fue interpretado, respectivamente, por las actrices Andrea Palma, Lupita Gallardo, Ana Ofelia Murguía y la catalana Assumpta Serna. Las dos primeras fueron cintas de capa y espada en las que se le atribuyó a Juana una vida amorosa antes de entrar al convento; las más recientes la mostraron, de manera más verosímil, sosteniendo inteligentes conversaciones con el científico Carlos de Sigüenza y Góngora y con su protectora, la virreina Leonor Carreto –el argumento de la última cinta, de hecho, se basó en Las trampas de la fe, el polémico ensayo de Octavio Paz. Por otra parte, una buena cantidad de películas mexicanas ha incluido personajes que conocen y repiten el “Hombres necios que acusáis…” con que comienza el más popular poema de sor Juana –palabras que también fueron estampadas, por cierto, en una de las emisiones del billete.

cine-02.jpgEl rey texcocano del siglo XV sólo ha sido abordado una vez por el cine. La película se tituló Nezahualcóyotl, el rey poeta, y fue filmada por Manuel Sánchez Valtierra en 1934. Desgraciadamente se perdió en un accidente antes de su estreno por lo que casi nadie la vio. Sin embargo, sobreviven algunos stills –fotografías fijas que se hacían con propósitos publicitarios, de escenas consideradas importantes–, que permiten especular sobre su contenido. Lo primero que se descubre en esas imágenes es que se trataba de una cinta de aventuras que dejaba en un segundo término la poesía. El director no intentó explorar en ella las relaciones entre la imagen cinematográfica y la imagen poética, algo que venía ocurriendo desde alrededor de diez años antes, en obras de cineastas europeos de vanguardia; ni mucho menos describir el estado creativo a la manera de la película francesa La sangre de un poeta (1932), en la que Jean Cocteau buscó sumergirse en el mundo interior de un artista de forma parecida –según dijo– “a como se filma el fondo del mar”. Tampoco quiso Sánchez Valtierra explorar visualmente una conciencia sensible perturbada por la tensión y el dolor, como sucede en Dos monjes (1934), la obra de corte expresionista filmada por Juan Bustillo Oro, casi al mismo tiempo. Probablemente el director consideró que ya era bastante complicado hacer una representación creíble de la sociedad prehispánica –algo que nadie había logrado antes en México–, como para querer embarcarse en otras indagaciones. En ese sentido las fotografías muestran una representación basada en un modelo previo desarrollado por grabados, pinturas y esculturas, con descripciones idealizadas de los pueblos precolombinos, más basados en la tradición occidental que en testimonios visuales indígenas como códices, figurillas, máscaras y estelas. Además, la producción parece haber sido muy pobre: se ven macanas y flechas de palo, escudos de cartón, trajes de guerrero que parecen disfraces escolares… Tanto en uno como en otro caso, tal vez no podía haberse esperado más, dadas las precarias condiciones del primer cine sonoro mexicano.

La película contaba la vida novelesca de Nezahualcóyotl. Como refieren fuentes antiguas, entre las que destaca la Historia de la nación chichimeca de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, que después de sufrir durante años la persecución de Tezozómoc y de su hijo Maxtla, señores de los tepanecas de Azcapotzalco, Nezahualcóyotl logró sobrevivir y convertirse en un ilustrado monarca que gobernó Texcoco durante cuarenta años, otorgándole leyes y embelleciéndolo con palacios, templos y jardines. Esa vida, primero heroica y después de prócer, era atractiva para el cine pero tenía que opacar necesariamente al poeta. Por eso los textos fueron sin duda desplazados por persecuciones, enfrentamientos guerreros, danzas, vistas de grupos indígenas en pirámides y quizá (aunque esto no aparece en los stills), por la manifestación de los logros urbanos y culturales de su largo reinado.

cine-03.jpgDe todas formas, como adelanta el título de la cinta, algunos poemas habrán aparecido escritos en letreros a la manera del cine mudo o dichos por el actor Antonio Garay Gudiño, quien encarnó al protagonista. No es posible saber cuáles fueron esos poemas pues no existen ni la película ni el guión y, a diferencia de lo que ocurre con sor Juana, tampoco hay una obra particular con la que Nezahualcóyotl sea identificado popularmente. Sin embargo, también a diferencia de la monja, autora de una obra muy diversa que va desde un largo poema filosófico hasta textos de circunstancia, los aproximadamente treinta poemas del rey de Texcoco que se conservan tiene un tema y un tono constantes. Por eso al margen de cuáles hayan sido los que se incluyeron en la película, debieron mostrar la faceta más íntima y frágil del guerrero, monarca, legislador y arquitecto –la faceta que lo mostraba angustiado por lo efímero de la vida, de la que da cuenta, por ejemplo, esta obra traducida por Miguel León-Portilla:

Yo, Nezahualcóyotl, lo pregunto:
¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?
No para siempre en la tierra:
sólo un poco aquí.
Aunque sea jade se quiebra,
aunque sea oro se rompe,
aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.

 

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