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LIBELO DE VARIA NECROLOGÍA Balam Rodrígo,
Secretaría de Cultura del Gobierno del DF, México, 2006

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 Sobre las aguas capitales del crepúsculo, tejen los gatos
su roja dentellada:
                  El sílex de su boca abre los pechos
y las plumas de exquisitos cardenales.
                       El viento arrastra
los huesos, las hojas, las prístinas cadenas de la edad
         entumecida.
         Inicia gatopías el corazón y la ciudad pregona el filo
que al ojo de la noche sólo empieza.

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Del dulce vino que muere entre tus muslos, del ojo de la
hidra que bebe en tardes ebrias las últimas barcazas las
palomas heridas por el llanto ―sí― de solitarios hom-
bres y perros álgidos y vacuos, de aquellos mortales más
que el odio, tan secos ya de tan memoria y de pulmones,
tan secos ya de crueles gritos que desgajo a dentelladas:
Ebria de mí, de mi silencio que respiro a puñaladas, va la
muerte musitando su muertura.

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Habrá de morir el mar en la gota de sal que devoran tus
ojos, y allí donde bautizas a los pájaros de junio con tu
primer alimento, vendrán las malvas golondrinas las gavio-
tas a esconderse, a tallar un erizo y una playa en el oriente,
y brújula no habrá para esconderte ni el deseo, ni la ruta
ni el camino que te toquen.
     Más tu hora será la del jilguero: Un breve canto
a las orillas de su muerte.


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Tactar la cicatriz que deja la luz en el papel
y en la pupila, es un festín de pocos.

Dicen que los sueños de los lunáticos son en blanco
y negro, que sólo aquellos que se dicen cuerdos
devoran con ansias el color.

Fantasmas de sí mismos, tejen los locos
un áspero y amplio manto ―jauría de insomnios
hecha con escombros de luz―
para borrar con él, los tenues rastros
que la muerte deja en la retina
mientras hurga con afán en nuestros ojos.

 

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