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portada-transformaciones.jpgTransformaciones
De Anne Sexton
(Traducción de Angelika Scherp)
Ediciones Fósforo, México, 2009


 

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Rapunzel


Una mujer
que ama a una mujer
será eternamente joven.
La tutora
y la alumna
se alimentan mutuamente.
Muchas niñas
tuvieron una tía vieja
que las encerraba en el estudio
para mantener lejos a los niños.
Jugaban cartas
o se acostaban en el sofá
para tocarse sin parar.
El seno viejo junto al seno joven...

Deja que el vestido te caiga del hombro,
ven a tocar una copia de ti
pues estoy a la merced de la lluvia,
pues he dejado los tres Cristos de Ypsilanti,
pues he dejado las largas siestas de Ann Arbor
y de las torres de la iglesia sólo quedan muñones.
El mar me azota el claustro
porque los jóvenes políticos se mueren,
se mueren, así que abrázame, niña querida,
abrázame...

La rosa amarilla se hará cenizas
y la ciudad de nueva york se derrumbará
antes de que terminemos, así que abrázame,
niña querida, abrázame.
Pon los brazos pálidos en mi cuello.
Déjame sostenerte el corazón como una flor,
no vaya a florecer y desintegrarse.
Dame tu piel
transparente como una telaraña, déjame abrirla
y escuchar y sacar la oscuridad.
Dame tus labios de abajo
hinchados con su arte
y a cambio te daré el fuego de los ángeles.
Somos dos nubes
que brillan en el brillo de la botella.
Somos dos pájaros
que se bañan en el mismo espejo.
Éramos presa disponible,
pero nos hemos mantenido fuera de la cloaca.
Somos fuertes.
Somos las buenas.
No nos descubran
porque yacemos juntas, todas de verde
como hierbas en una laguna.
Abrázame, querida niña, abrázame.

Tocan sus delicados relojes
una a la vez.
Bailan al son del laúd
dos a la vez.

Son tiernas como musgo de pantano.
juegan a la mamita
todo el día.
Una mujer
que ama a una mujer
será eternamente joven.

Habíase una vez el jardín de una bruja
más bello que el de Eva
donde las zanahorias crecían como pececitos,
con muchos jitomates, ricos como ranas,
cebollas enterradas como corazones,
la calabaza cantaba como un delfín
y un pedazo entregado completamente a la magia—
rapónchigo, una especie de raíz para ensalada,
una especie de campánula más potente que la penicilina,
crecía hoja por hoja, piel por piel,
tan arrobado y fluido como Isadora Duncan.
pero el jardín de la bruja permanecía cerrado
y todos los días una mujer encinta
miraba el rapónchigo con deseo delirante
y se imaginaba que moriría
si no lo comiese.
su esposo temía por su salud
y por eso se metió al jardín
para conseguir los tubérculos vitales.

Aja, exclamó la bruja,
cuyo nombre propio era madre Gothel,
eres un ladrón y morirás.
pero hicieron un trato.
algo bastante típico en aquellos tiempos.
Él le prometió su hija a la madre Gothel y por supuesto cuando nació ella se la llevó.
le puso el nombre de Rapunzel,
otra forma de llamar al rapónchigo vital.
Rapunzel era una niña hermosa
y la madre Gothel la guardaba como su más preciado
[tesoro.
Cuando creció, la madre Gothel pensó:
Nadie más que yo la podrá ver o tocar jamás.
La encerró en una torre sin puerta
ni escalera. tenía sólo una alta ventana.
Cuando la bruja quería entrar, exclamaba:
Rapunzel, Rapunzel, deja caer tu pelo.
El pelo de Rapunzel caía al suelo como un arcoiris.
Era amarillo como un diente de león
y resistente como una correa de perro.
Subiendo una y otra mano se trepaba
por el pelo como un marinero
y ahí en el cuarto frío como la piedra,
tan frío como un museo,
la madre Gothel exclamaba:
Abrázame, querida niña, abrázame,
y jugaban así a la mamita.

Años después pasó un príncipe
y escuchó cantar a Rapunzel en su soledad.
la melodía le atravesó el corazón como una carta de
[amor,
pero no halló la forma de alcanzarla.
como un camaleón se ocultó entre los árboles
y observó a la bruja ascender por el pelo oscilante.
al otro día él también exclamó:
Rapunzel, Rapunzel, deja caer tu pelo,
y así se conocieron y él le declaró su amor.
¿Qué es esta bestia, pensó ella,
con músculos en los brazos,
como una bolsa de culebras?
¿Qué es el musgo sobre sus piernas?
¿Qué planta espinosa le crece en las mejillas?
¿Qué es esta voz, profunda como la de un perro?
Pero la deslumbró con sus respuestas.
Pero la deslumbre con su palo danzante.
Yacieron juntos sobre los hilos amarillentos,
nadaron entre ellos
como peces entre algas
y cantaron bendiciones como el papa.

Todos los días le llevó una madeja de seda
para fabricar una escalera por la que pudieran escapar.
Pero la madre Gothel descubrió la intriga,
le cortó el pelo a Rapunzel hasta las orejas
y la llevó al bosque para que se arrepintiera.
Cuando el príncipe fue, la bruja sujetó
el pelo con un gancho y lo dejó caer.
Al ver que Rapunzel había sido desterrada
se arrojó de la torre como un costado de res.
Quedó ciego entre las espinas que lo pincharon como
[tachuelas.
Ciego como Edipo anduvo errante durante años
hasta que escuchó una melodía que le atravesó el corazón
como aquella carta de amor de muchos años atrás.
Cuando besó a Rapunzel, sus lágrimas le cayeron sobre
[los ojos
y, como suele suceder con esas panaceas,
de repente recuperó la vista.

Vivieron felices, como ya se habrán imaginado,
y probaron que jugar a la mamita
puede dejarse atrás,
como el pescado los viernes,
como un triciclo.
El mundo, dicen algunos,
se compone de parejas.
A la rosa su tallo.

En cuanto a la Madre Gothel
el corazón se le encogió al tamaño de un alfiler
y nunca más volvería a decir: abrázame, niña querida,
abrázame,
y sólo cuando soñaba con el pelo amarillo
se le colaba a la boca la luz de la luna.



Cenicienta


Siempre lo lee uno:
el plomero con doce hijos
que se saca la lotería.
Del excusado a la riqueza.
Ese cuento.

O la nana,
un dulce suculento de Dinamarca,
que cautiva el corazón del hijo mayor.
De los pañales a Dior.
Ese cuento.

O el lechero que sirve a los ricos,
huevos, crema, mantequilla, yogurt, leche,
la camioneta blanca como una ambulancia,
que entra a bienes raíces
y gana un montón.
De la pasteurizada a martinis con la comida

O la criada
que va en el camión cuando choca
y recibe lo suficiente del seguro.
Del trapeador a Bonwit Teller.
Ese cuento.

Habíase una vez
la mujer moribunda de un hombre rico
que dijo a su hija Cenicienta:
Sé devota. Sé buena. Entonces sonreiré
desde el cielo en la junta de una nube.
El hombre tomó por esposa a otra que tenía
dos hijas, bastante bonitas,
pero de corazones de piratas.
Cenicienta era su criada.
Todas las noches se dormía en el hogar tiznado
y andaba con cara de Al Jolson.
Su padre traía regalos de la ciudad,
joyas y vestidos para las otras mujeres,
pero la rama de un árbol para Cenicienta.
Sembró la rama en la tumba de su madre
y se convirtió en un árbol donde se posaba una paloma
[blanca.
Cuando deseaba algo la paloma
lo dejaba caer al suelo, como un huevo.
El pájaro es importante, queridos míos; pónganle atención.

Siguió el baile, como todos ya lo saben.
Era un mercado matrimonial.
El príncipe buscaba una esposa.
Todos salvo Cenicienta se preparaban
y se acicalaban para el gran evento.
Cenicienta suplicó le dieran permiso de ir también.
Su madrastra arrojó un plato de lentejas
a las cenizas y dijo: Recógelas
en una hora e irás.
La paloma blanca llevó a todas sus amigas;
acudieron todas las alas tibias de la patria
y recogieron las lentejas en un dos por tres.
No, Cenicienta, dijo la madrastra,
no tienes ropa y no sabes bailar.
Así son las cosas con las madrastras.

Cenicienta buscó al árbol en la tumba
y exclamó como cantante de gospel:
¡Mamá! ¡Mamá! Tortolita mía,
¡envíame al baile del príncipe!
El pájaro dejó caer un vestido dorado
y unas delicadas zapatillas de oro.
Un paquete bastante grande para un simple pájaro.
Así que fue. Lo cual no sorprenderá a nadie.
Su madrastra y sus hermanas no
la reconocieron sin la cara tiznada
y el príncipe la tomó de la mano en el acto
y no bailó con otra en todo el día.

Al llegar la noche pensó que debería
ir a casa. El príncipe la acompañó
y ella desapareció en el palomar;
aunque el príncipe tomó un hacha y lo
abrió a golpes, ella se había ido. De vuelta a sus cenizas.
Esto se repitió tres días seguidos.
Pero al tercer día el príncipe
cubrió las escaleras del palacio con cera de zapatero
y se quedó atorada la zapatilla de oro de Cenicienta.

Ahora él quiso encontrar a la que le viniera la zapatilla
y quedarse para siempre con su extraña bailarina.

Fue a su casa y las dos hermanas
quedaron encantadas, porque tenían los pies hermosos.
La mayor se metió a un cuarto para probarse la zapatilla,
pero le estorbaba el dedo gordo, así que simplemente
se lo cortó y se puso la zapatilla.
El príncipe se la llevó de ahí hasta que la paloma blanca
le dijo que se fijara cómo brotaba la sangre.
Así son las cosas con las amputaciones.
No se curan como un deseo.
La otra hermana se cortó el talón
pero la sangre habló, como es su costumbre.
El príncipe estaba cansándose.
Empezaba a sentirse como un vendedor de zapatos.
Pero lo intentó por última vez.
La zapatilla le vino a Cenicienta
como el sobre a una carta de amor.

En la boda
las dos hermanas fueron a buscar favores
y la paloma blanca les sacó los ojos.
Quedaron dos huecos
como cucharas para sopa.

Cenicienta y el príncipe
vivieron, según dicen, felices para siempre,
como dos muñecos en un aparador de museo,
sin preocuparse nunca por pañales o polvo,
sin discutir nunca el tiempo en que debe cocerse un huevo,
sin repetir nunca dos veces la misma historia,
sin engordar nunca después de cierta edad,
sus lindas sonrisas pegadas para toda la eternidad.
Unos verdaderos gemelos Bobbsey.
Ese cuento.

 


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