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portada-xenanko.jpgXenankó
Adán Echeverría, Ediciones Zur-PACMYC, Mérida, Yucatán, 2005.

Por José Juan Cervera 

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Jaguar
(Panthera onca)

¿Qué sentido puede tener la selva si el jaguar no la recorre?
Miedo de encontrarse al acecho. Ser presa indeterminada.
El viento trae los olores de la sangre
hasta enarbolar rugidos en el eco de las calles vegetales.
Giran las hojas de los ficus
atrapando la sensual sombra de este dios de ámbar.
Hay que buscar en la agonía del venado
esa furia que desprende en la carrera.
Persecución de muerte sobre el cuello:
líquido jaguar de la memoria.
En el malestar de los cenotes,
la verde duermevela extiende sus finos pasos por las enramadas:
jaguar sin destino de quimera.
Y ese dios que nos asiste,
tuerce la cola pero no desespera sobre las ramas del cedro,
reposando la violencia del enigma se transformó en piedra.
En el artesanal jade se ha establecido el destino de su historia,
y caerá la estrella de su época hasta la oscuridad abierta del cenote.
Enmohecido silencio, dactilar presencia:
el jaguar camina arrastrando sombras.
Levanta la vista,
trepa el orgullo hasta la despedida de la lluvia...,
¿y las garras?, imploración de sangre herbívora.

 


Tigrillo
(Leopardus pardalis)

Devoradores de miedo
cazadores de sombras.
Son más imponentes los latidos del amanecer
que la incrustación del sueño partido por las manchas.
Se presiente la silueta inesperada del felino miniatura
dentro del laberinto de leguminosas
que hunde sus raíces fijadoras de nitrógeno
como una dinamita proteíca
hasta el fondo de la tierra
hasta la calcárea voz de la penumbra.

Partiendo la noche
los tigrillos amenazan con la sonrisa cortada por el rayo
y el cojinete esperando acceder a la violencia.

 

Zorra gris
(Urcyon cinereoargenteus)

La zorra identifica los olores azules de la carne
y levanta el penacho gris de los secretos.
El azul de la mañana rememora lagunas extintas.
Olvidar agua,
bosquejar sonidos detrás de carrizales.

Sobre las ramas de los árboles sus antepasados vigilan.
Crecen los rumores de floresta
por la historia de selvas accidentadas
hasta detenerse tras las dunas.

Y esperar...
Esperar que se alimenten
los intensos sentidos putrefactos de la respiración
el dactilar humor de la amargura:
¡Ahí está la zorra,
con su carga intrépida
sobre el hocico largo!

 

Venado cola blanca
(Odocoileus virginianus)

Hay que situarse entre las astas que huyen a través de la enramada, para comprender la violencia de la persecución; lucha continua contra el cazador, que permanece sentado al borde de los álamos tejiendo las líneas de hambre sobre el rostro.
¡Oh venado de ágata!
Recorre los prados, la sabana, el manantial de la amargura.
La sed traicionera te acerca a la quilla de la muerte.
El filo de luna persigue tu sombra.

Eres voluntad de viento
aroma de olvido
espacio cerrado hacia la quietud de la agonía.

Apresado por el odio y el hambre
el venado se condena a ser alimento:
manjar de la pobreza.

 

Foca monje
(Monachus tropicalis)

Se consumió la sal.
Derrotado, el océano se tragó tu historia.
Se han colgado en la memoria los silencios de angustia:
                       naufragar, con los milagros, la existencia.
El devenir del tiempo consume traumas y se alejan las olas y la transparencia.
Siglos ha que retozabas sobre las playas vacías de los litorales.
Hasta que el europeo colonialista (proclamador de muerte)
comprendió la belleza de tu piel impermeable.

Hablan las bitácoras de los barcos:
— Era imposible acercarse a playa alguna en esta Península de Yucatán. La contaminación del aire resultaba insoportable. Los cadáveres de las focas monje, esparcidos en la arena, espectáculo apocalíptico dibujado en nuestras costas.

 

Hormiga

Es pérdida de tiempo arremeter contra la tierra. Perseguir los túneles que transportan almidón del mundo hacia la entraña.
Esa transformación de carne y proteínas, diminuta fuerza, orden, certeza, voluntad en el recorrer la ruta trazada por los ingenieros y los inspectores que anuncian bajo el látigo del ácido fórmico los sueños de la Reina.
Crecen las guaridas y las mandíbulas silencian la mordida certera.

A través de las hormigas
escapan pedazos de la Humanidad.


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