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portada-simetria.jpgSimetría del silencio
Mariana Bernárdez, Ediciones Poliedo-El Búho, México, 2009.

 

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Levanta en vuelo la mañana
el sol se filtra
por la simetría de las persianas
y la ciudad se apacigua
 
Me aquieto
recuerdo nuestros pasos por el parque
tu sueño y el mío y la persistencia por estar
tu voz a la distancia en serrallo
 en caída libre
sin freno
 
¿Qué hacer?
lo único que sé hacer
internarme en el vaivén de una argumentación
que no se desgrana
mientras me miras distante
 
—no vienes de lejos
estás mirando tras la celosía
 
—¿qué miras?
tus sentidos tantean cálculos infinitesimales
que no pretenden aclarar lo que vivimos
 
Sea nuestro estar en una  mesa
                      dos vasos en testimonio
y unas migajas en siembra
 
y volvemos a caminar de noche en luna llena
y vivimos un desencuentro que no evadimos
y te espero a que regreses de pasear por el desierto
y te cuento y te canto y te beso
y te digo y te hablo y te abrazo
y te beso y te vuelvo a besar
aunque hoy no nos escribas.
 
 
 
 
 
 
 
Durante la oración de la mañana el oráculo se cumple
 
Toda súplica acude en ayuda de lo por nacer
 
nada me es dado revelar sobre la visitación cimbreante
ni de la alianza revoloteando en rumor de gaviotas
 
Oración por los muertos
para la suerte y la buena estrella
 
en el margen difuso y contemplado
de las piedras y el mar
 
nada habrá de limpiar la sangre inmolada
ni se erigirá montículo alguno de guijarros
para aventurar la hora del delirio
 
Pese en su inanidad la gravidez de la luz.
 
 
 
Noche de cuando atardece
y lo antes luz es consumado por un destiempo
donde el aliento serpea
                      y la mano derriba el aire
                                     en jaloneo imaginario
Voces sibilantes colman la mirada
                      de quien mira hacia atrás
y la parábola refrenda su órbita
en Eurídice y su antiguo suspiro
o en la efigie de sal de la mujer de Lot
Dime Caronte
¿es posible desertar de la quebradura
o condenados somos
a derramar hasta el olvido?
 
Poco habré de escribir
porque el lenguaje se me agosta
para expresar lo vivido.
Se despedaza irreverente
 tartamudea y rueda por los peldaños
de una epifanía equívoca.
 
¿Cuántas veces deletrear “caricia” y tachar su silabeo
por reparo a evidenciar la ranura y la pesadumbre
al haber desarticulado la completitud de su complejidad?
 
Así cuando me señalas que “corazón” o “hermoso”
son vocablos de peligrosa enunciación
creo que deberíamos excluir esa vulnerabilidad
del dominio de la razón.
¿Has leído en Derrida el término “hermoso”?
 
Apología desatinada de la intensidad
que bordea la mudanza
y el percutir insistente
 -que semeja un llamado más que un reiterar-
Tal vez sea mejor derruirse
y admitir la torpeza o el arrojo
peor es ignorar lo insalvable…


 

 


 


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