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portada-simetria.jpgSimetría del silencio
Mariana Bernárdez, Ediciones Poliedro-El Búho, México, 2009.

Maricarmen Pitol

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Un  hilo de palabras nacidas antes del antes fue afortunadamente atado por Mariana Bernárdez a una piedra situada al inicio de este libro/laberinto de espejos.

Y digo afortunadamente porque tratar de escuchar la simetría del silencio requiere de un oriente hacia el origen de los tiempos, donde la zona sagrada del hombre palpita anhelante frente a la expectativa de su arribo, deseosa de que al fin se mire, desnudo, libre del mundo que lo ha llamado con un nombre ajeno y encuentre ya su nombre verdadero.

Afortunado porque volver al origen con el nombre propio requiere de valentía y de un andar lento, de puntillas, para no romper el lazo que une al hombre con la totalidad y pueda así habitar su mundo sin perder el primero, primerísimo sitio creador.

Con inocencia irrevocable pero con absoluta maestría en el juego del lenguaje, artífice de senderos poblados de palabras/hoguera, Mariana Bernárdez recorre en círculos el tiempo, a través del recuerdo, la neblina, la nada, los abrazos, la sombra, el nacimiento, la muerte, el aire, los besos, el cuerpo y nos ata a su andar con una hebra de vocablos celebrantes de los hondos dolores de la vida, hasta llegar al antes del antes,  momento mítico del corazón anterior al de aquél en el que el amor pronunció su nombre verdadero: “Me llamo como me nombras”.

Viajar al origen obliga al hombre a escuchar al Verbo, aquél del que salieron todas las cosas antes de que ellas tuvieran nombre, cuando el ser total habitaba anacrónicamente las lenguas y tronaba en las tempestades creando cielos y mares. Atado al hilo de la lectura de Mariana Bernárdez, el lector se encuentra con las palabras que nombran tu/mi nombre, y en ellas todos los nombres que habrán de reconquistar los fragmentos del todo otra vez, para re/crearlo y en un instante estar de vuelta poseedores del mundo, conocedores de la identidad primera donde lo existente cohabita con el verbo del que emergieron.

La aventura que Simetría del silencio plantea no es el simple recorrido lúdico por el laberinto de espejos, pues las imágenes que nos devuelve muestran el camino, que del amor al más profundo quebranto y de vuelta a la vida, recorre el hombre, a veces a tientas, alejado del sentimiento por temor a haber olvidado el propio rostro al mirarlo de frente y encontrarlo entonces, perdido, frágil, y paradójicamente, con una definición más fuerte que nunca en sus rasgos.

Mariana Bernárdez con su caudal de palabras entramadas en una nueva imagen que brota del centro de un recuerdo por/venir, rescata certera,  suavemente del olvido, a la conciencia de ser, obligando al lector a mirarse al espejo en silencio con el “corazón azuzado,  meciéndose en el irrumpir del Sol” con el nombre original, golpeando su memoria, pleno de augurios, risas, alas, libros, aves, lunas, mares, “amaneceres teñidos de naranja.”

Volver del origen al mundo en que se habita, a aquel llamado cotidiano, del ir y venir, el que nos oculta, sólo es posible de una manera, religándonos con sentido y sentimiento a otro desde un yo, en un orden superior a la muerte, como recordando el eco de las voces de los dioses que escuchamos cuando calla el silencio:

Vienes abriendo el aire a tu paso
    Hay un silencio profundo que trema
    en anuncio de aquello
    que habrá de consumarnos


¿Y qué es aquello que anuncia el silencio cuando calla? La verdad en cuya simetría habita tu/mi nombre, nuestro nombre.


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