Poesía del contracrepúsculo:
Gerardo Deniz, un raro de las letras

Gerardo Deniz (Barcelona, 1934, vive en México)
 


1.
gerardodeniz-vozviva.jpgReferirse a la poesía de Gerardo Deniz es hablar de una obra que se ha construido lentamente y hasta cierto punto al margen de la poesía mexicana, por no decir de aquella escrita en español, en el contracrepúsculo. Pero en un contracrepúsculo que también tiene su tradición en poetas difíciles y extraños. Me parece, la suya, una poesía que viene forjándose desde los márgenes en dos sentidos. Por un lado se trata de una escritura ultramoderna que ha contado con escasos lectores desde la aparición de su primer libro en 1970 hasta la publicación de su obra entera en Erdera (2005), y mucho de lo anterior se debe, por otro lado, a que también se trata de una poesía rara, como dijimos, complicada, que apela a emociones y situaciones con otros instrumentos y bajo una gama de intereses distinta. Sin duda como gran parte de la poesía contemporánea es también crítica pero ésta la traspone con otros hallazgos y recursos, no convencionales, de registros poco familiares en tanto no atiende a "lo poético" en una forma preconcebida. No en vano, la poesía de Deniz ha construido su propia oda al contracrepúsculo.

Ahora bien, los textos de Deniz son también construcciones de una belleza a menudo extraña y que revisten texturas del lenguaje preciso, puntual, de registros y ritmos poco habituales. Deniz es un poeta de la estirpe de Góngora, de Saint-John Perse, de Eliot, de Mallarmé, de Nerval que, con instrumentos y cajas de resonancia en ocasiones remotos, otras poco ortodoxos y modernos, pero abiertos, sufraga con un conocimiento del lenguaje y de las lenguas poco visto, con una prosodia y una sintaxis óptimas, cuando no inédita. Si leemos u oímos uno de sus últimos poemas, "Cítrica", el oído detona en forma extraña las glándulas del gusto, en una sinestesia plena, provocada por la acentuación y el léxico preciso y sonoro, porque podemos descubrirnos, a la mitad del poema, segregando pero también en una experiencia sensual, realista, agridulce, ciertamente:

Me exprimía, escolopendra, clavándome las cien patas—
a toronja le olían boca, palpos, labro, forcípulos; el himen como
        a limón; el foramen aún más cidro—
al pellizcar sus pezones de mandarina rugosa chisporroteó una niebla
        inflamable de esencia predominante en limoneno—
calé gustoso la pulpa de diminutos oxiuros auranciáceos—
me pedía consumo un litro de batido de lima sustancioso...

Selección e introducción de
Pablo Mora

 

Poesía del contracrepúsculo:
Gerardo Deniz, un raro de las letras

Gerardo Deniz (Barcelona, 1934, vive en México)
 


1.
gerardodeniz-vozviva.jpgReferirse a la poesía de Gerardo Deniz es hablar de una obra que se ha construido lentamente y hasta cierto punto al margen de la poesía mexicana, por no decir de aquella escrita en español, en el contracrepúsculo. Pero en un contracrepúsculo que también tiene su tradición en poetas difíciles y extraños. Me parece, la suya, una poesía que viene forjándose desde los márgenes en dos sentidos. Por un lado se trata de una escritura ultramoderna que ha contado con escasos lectores desde la aparición de su primer libro en 1970 hasta la publicación de su obra entera en Erdera (2005), y mucho de lo anterior se debe, por otro lado, a que también se trata de una poesía rara, como dijimos, complicada, que apela a emociones y situaciones con otros instrumentos y bajo una gama de intereses distinta. Sin duda como gran parte de la poesía contemporánea es también crítica pero ésta la traspone con otros hallazgos y recursos, no convencionales, de registros poco familiares en tanto no atiende a "lo poético" en una forma preconcebida. No en vano, la poesía de Deniz ha construido su propia oda al contracrepúsculo.

Ahora bien, los textos de Deniz son también construcciones de una belleza a menudo extraña y que revisten texturas del lenguaje preciso, puntual, de registros y ritmos poco habituales. Deniz es un poeta de la estirpe de Góngora, de Saint-John Perse, de Eliot, de Mallarmé, de Nerval que, con instrumentos y cajas de resonancia en ocasiones remotos, otras poco ortodoxos y modernos, pero abiertos, sufraga con un conocimiento del lenguaje y de las lenguas poco visto, con una prosodia y una sintaxis óptimas, cuando no inédita. Si leemos u oímos uno de sus últimos poemas, "Cítrica", el oído detona en forma extraña las glándulas del gusto, en una sinestesia plena, provocada por la acentuación y el léxico preciso y sonoro, porque podemos descubrirnos, a la mitad del poema, segregando pero también en una experiencia sensual, realista, agridulce, ciertamente:

Me exprimía, escolopendra, clavándome las cien patas—
a toronja le olían boca, palpos, labro, forcípulos; el himen como
        a limón; el foramen aún más cidro—
al pellizcar sus pezones de mandarina rugosa chisporroteó una niebla
        inflamable de esencia predominante en limoneno—
calé gustoso la pulpa de diminutos oxiuros auranciáceos—
me pedía consumo un litro de batido de lima sustancioso...

Selección e introducción de
Pablo Mora


{mmp3ex}www.archivopdp.unam.mx/media/gerardodeniz-rana.mp3{/mmp3ex}Ásperos (1967-1968)
      Rana


Ludión a gusto entre el cieno rico
en materia orgánica: ciertas urgencias al principio parecen demasiado,
como la luna cuando asoma sobre las chimeneas.
Croando a la gota de estaño,
mientras los excursionistas tiran piedras al lugar de la voz,
pon a escuchar tus membranas, mujer de Hamyts:
Mucho vales, porque si el consorte se fincha hasta ponerse imperial,
dirás cosas y cosas, pero nunca
"Olvidé llevar a componer mi reloj". -Tú sí que conoces a fondo, hechicera,
el corazón del hombre; por eso ante tu macizo de hojas peltadas los archiduques
       bufándose airados,
envidia de los adolescentes, alcahuetas, látigos abriendo un desfiladero de estrías
       moradas para esclavos nubienses
portadores de misivas o platos colmados de moscas, premura todos irremediables jamás
       nadie
tal pasión sí nadie virilidad sí tan descomunal sí quiero sí esperóte seis y veinte orillas
       segundo estanque.

A las ocho ya se puede tapar con un dedo;
seguirán cantando ranas allá lejos y es grato mirar afuera, la ciudad encendida.
Hasta los máximos flanes de hormigón y mamut son canopes cubiertos de estrellas.


 

{mmp3ex}www.archivopdp.unam.mx/media/gerardodeniz-lamparamaravillosa.mp3{/mmp3ex} Catorce (1968)
      Lámpara maravillosa


El alifrit está frito, nadie frota.
Por el ojo de la lámpara, bajo una marina peor,
atisba
y ve que éste va a ser otro hogar como es debido.
El señor corre al centro del departamento, se llena la boca de arena
        y la escupe por la ventana,
corre al centro del departamento, se llena la boca de arena
        y la escupe por la ventana.
Es que está construyendo el nido.
El alifrit quisiera poner un toque de iniciativa —un mordente, digamos— en esta cadena
        siniestra de actos automáticos (dos tonos, un semitono, tres tonos, otro
        semitono);
un grano de pimienta -digamos- en el lecho ázimo.
Pero es inútil: nadie frota.


 

{mmp3ex}www.archivopdp.unam.mx/media/gerardodeniz-fricativas.mp3{/mmp3ex} GATUPERIO (1978)
       Fricativas (1972-1976)

     Impedimento estérico


A veces, alejándome en mi celerífero
que trocaré pronto por una draisiana,
se me ocurre (entonces me vuelvo y te tiro un beso)
que si tus esteroides te hacen tan bella,
los míos más bella todavía,
y hasta crean el concepto de belleza,
bien pudieran
—con un estorbosísimo sulfhidrilo en 88, quizá—
lograr que al dejar de mirarte no me afectara tu pendejez
(ya que suprimirla
sería superior a toda química).


 

{mmp3ex}www.archivopdp.unam.mx/media/gerardodeniz-nochepolitica.mp3{/mmp3ex} PICOS PARDOS (1987)
       Noche política


[19. Grandeza e ilustración del contracrepúsculo. Oda al mismo, hasta alcanzar una anécdota del Titanic]

Pirul, un árbol. Pelícano, pone huevos.
Itúrbide, emperador. Y el sandio Sócrates chachalaquea revolviendo su cicuta
con el popote verde. ¿No son preciosos temas éstos, Gabriela?
         —le pregunté hace mucho,
al notar la actitud de los lectores.
—Lo son, cupido, y de a pámpano.

El lado del ocaso —el oeste, anuncia el mensajero (y cae muerto a mis pies)—
trae consigo siempre un lacayo serio (¿será el este?, me pregunto) Allí
la metamorfosis de altos tacones es muy diversa, allí se gratifica
         a las prostitutas
con esas piedras semipreciosas que los horóscopos mencionan
         aunque nadie las conoce bien a bien.
En fin, aprecíelo cada cual según su presupuesto.
Como inicial voto de confianza,
estrénese esta oda, provisional todavía, al contracrepúsculo.
         Dice así en español.

En la acera de enfrente del atardecer
—o sea, de ordinario, a espaldas nuestras—
evoluciona en hondo espejo
una versión de lo mismo más adulta y severa.
Nadie la ensalza. Se ve cruzar por ella a un zurdo
ante un letrero inverso: "RODNEL PSELE ESI PON" -"no pise
         el esplendor". El poeta, interrogado al respecto,
se refugia en la posible luna y si ésta no asomare
hará otro ridículo. Sí, otro más. El vidente o pitoniso
trenza lombrices (una cuna del gato, sin gato ni prestigio) para desviar la conversación. 
         El pequeñoburgués
—pues gramproletarios sí que hay pocos—
todo lo experimenta bajo la especie de agresiones a su úlcera duodenal.
El capitán piloto aviador destinado a ese oriente y a esta hora
merece triple sueldo y una corbata azul bordada de anos rosas y hélices plateadas.

Es el contracrepúsculo
y si alza en su mesura una cúpula de exquisita hueva amarilla de piraña,
será sólo unos momentos. Antes de que algún vecino
se la señale a su vecina con la punta de la lengua, previo codazo
(suponiendo que arriesgue tanto por tan poco, pues celos nunca faltan),
aquella nube se disfrazará de gris y nada habrá pasado.
Para entonar este rumbo discreto y admirable
como un inquisidor joven y empeñoso que si no asciende en jerarquía es por modestia
         pura,
les hará falta pies en la tierra a los del coro;
ojalá sean gente persuadida, cuando menos, de que este sabroso mundo tiene defectos
         de fábrica.
Contracrepúsculo:
resignémonos al nombre;
alcémonos a la altura del suceso.
La mitad del ocaso, sin discusión posible. Y calidad sobrada.
Suave montón querido y femenino
(qué sería primero, la galla o el gallino),
¿dónde está tu ocasión de oro si no es ésta?
¿dónde preferiría proyectar la sombra de mis restos?
Pues a otra hora lograría a lo sumo
decorar tu gabinete de costura con un emplomado
fácil de reconocer: botes salvavidas, cuatro chimeneas, un témpano
y olor a miedo en los cogotes de las pasajeras, leves metáforas
sin más piel que destino. —Mire al frente, señorita, mire usted qué futuro
—se dejaba decir por la tarde adulatriz.
El contraponiente, sin que él se diera cuenta o a ella le importara,
le trazó en negro, al menos, con lápiz para cejas,
un espinazo elemental —simple raya larga con rayitas cruzadas—
al torpe zepelín del coqueteo, tornándolo ser vivo
(y así pudo ella luego bogar, montada en éste a lo amazona, por tantas oficinas y
         antesalas,
colectando óbolos para los náufragos
hasta descubrirse que aquello era un timo; pero ése es otro cuento).
El contratardecer aquel, del cual nadie hizo caso,
mostró amarillo lo que usted pregonó rojo, fingiéndose india salvaje,
         Qué más quisiera usted.
Él, diplomático; todo un hombre de empresa o caballero
de industria. Luego de tanta volcánica página consagrada a la carne,
tal vez sea oportuno, señorita, que usted sopese la palabra calavera,
la cual aplican asimismo al joven libertino.


(Antes de tocar tierra, ella le dio el sí.)


(estribor)



Al pie del contracrepúsculo,
los mapaches del ocaso
lavan la luna entre todos
diciéndole: —Alza los brazos
para que te enjabonemos.