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portada-huidobro.jpg El pasajero de su destino
Vicente Huidobro
Óscar Hahn, selección y prólogo
Sibilia/Fundación BBVA
Sevilla, 2009

 

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Horizonte

Pasar el horizonte envejecido

Y mirar en el fondo de los sueños
La estrella que palpita

Eres tan hermosa
                                   Que no pudiste hablar

Yo me alejé
                           Pero llevo en la mano
Aquel cielo nativo
Con un sol gastado

Esta tarde
                    En un café
                                          He bebido

                                    Un licor tembloroso
                                    Como un pescado rojo

Y otra vez en el vaso escondido
Ese sueño filial
Eres tan hermosa
                                   Que no pudiste hablar

En tu pecho algo agonizaba

Eran verdes tus ojos
                                       Pero yo me alejaba

Eras tan hermosa
                                   Que aprendí a cantar

 

(Poemas Árticos, 1918)




Ronda de la vida riendo

I

Trescientos sesenta y cinco árboles tiene la selva
Trescientos sesenta y cinco selvas tiene el año
¿Cuántas se necesitan para formar un siglo?
Un niño se perdería en ellas hasta el fin del siglo
Y aprendería el canto de todos los pájaros

Los árboles doblan la cabeza cuando los niños lanzan piedras
Las piedras en el aire saludan a los pájaros y piden una canción
Una canción con los ojos azules
Una canción con los cabellos largos
Una canción dividida como una naranja
Con una historia adentro llena de sonrisas o si usted prefiere llena de lágrimas
Las lágrimas agitan las manos antes de ahogarse
Y las sonrisas saludan a las gentes desde lejos como piedras
Buenos días y Hasta luego son los hijos de la boca que va a enamorarse pronto
El sol también dice buenos días cuando los árboles aletean
Y dice hasta luego cuando la montaña cierra los ojos
Hasta luego diría yo también porque ahora el cielo trae una bandeja llena de flores
Así es agradable la vida como un jugo de naranja lleno de historias de niños
                                                                                                    [entre los dientes de las
    niñas
Así es fresca la vida y puede correr como los perros entre los colores sueltos
O como los ríos que seguían a los abuelos

Las flores hacen gracias al borde del camino
Los árboles balbucean a nuestros ojos cosas tan claras que es
imposible no comprender
Los árboles tienen quince años y las flores dan sus primeros pasos
Los árboles dicen buenos días y esperan que el sol se anude la corbata y se ponga el
                                                                                 [sombrero

Así es agradable la vida
La vida con sus mugidos trepando por la tarde
Lentos como los ojos de la tarde
El sol dice buenas noches y se va hasta que los árboles vuelan a ocupar su sitio

[religiosamente

Así sería agradable la vida
Pero los hombres se miran con ojos de fogata
Se buscan en los rincones con dedos de puñales
Se buscan entre los árboles dormidos para hacerse esclavos
Entonces maldecimos la vida y empuñamos las manos
Entonces gritamos en las noches a la montaña
Viva la muerte con su velocidad aterradora
Con su velocidad que no enmohece nunca

(Ver y palpar, 1941)




Imposible

Imposible saber cuándo ese rincón de mi alma se ha dormido
Y cuando volverá otra vez a tomar parte en mis fiestas íntimas
O si ese trozo se fue para siempre
O bien si fue robado y se encuentra íntegro en otro

Imposible saber si el árbol primitivo adentro de tu ser siente todavía
el viento milenario
Si tú recuerdas el canto de la madre cuaternaria
Y los grandes gritos de tu rapto
Y la voz sollozante del océano que acababa de abrir los ojos
Y agitaba las manos y lloraba en su cuna

Para vivir no necesitamos tantos horizontes
Las cabezas de amapola que hemos comido sufren por nosotros
Mi almendro habla por una parte de mí mismo
Yo estoy cerca y estoy lejos

Tengo centenares de épocas en mi breve tiempo
Tengo miles de lenguas en mi ser profundo
Cataclismos de la tierra accidentes de planetas
Y algunas estrellas de luto

¿Recuerdas cuando eras un sonido entre los árboles
Y cuando eras un pequeño rayo vertiginoso?

Ahora tenemos la memoria demasiado cargada
Las flores de nuestras orejas palidecen
A veces veo reflejos de plumas en mi pecho
No me mires con tantos fantasmas
Quiero dormir quiero oír otra vez las voces perdidas
Como los cometas que han pasado a otros sistemas

¿En dónde estábamos? ¿En qué luz en qué silencio?
¿En donde estaremos?
Tantas cosas tantas cosas tantas cosas

Yo soplo para apagar tus ojos
¿Recuerdas cuando eras un suspiro entre dos ramas?

 

(El Ciudadano del Olvido, 1941)




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