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portada-una-antologia-argen.jpgUna antología de la poesía argentina (1970-2008)
Jorge Fondebrider
Lom Ediciones
Santiago de Chile, 2008

 

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Hugo Diz
(1942)


Aún llueve sangre

La lluvia es otra; de aquella
que caía en los días de júbilo
no queda nada.

En otros países se conservan
fotos, noticieros, afiches
de Santiago.

Un testimonio para mostrar, y decir:
esto era así antes de septiembre.

La lluvia es otra; sangrienta,
aún llueve espeso, aún llueve.





Santiago Sylvester
(1942)


Nuevas palabras

Tahona o almoneda, por ejemplo: hermosas
palabras que hemos empezado a usar
considerándolas como de nuestra casa.
Las palabras ayudan a saber
que también esta ciudad puede ser la nuestra
y que la memoria negocia su carga.
Unas palabras se desplazan
para que otras ordenen la variedad
y el conocimiento se acomode como un ojo flexible.
Aunque también es posible lo contrario:
que nada reemplace a nada, que cada cosa
sólo sea el simulacro de otra
y que el cuerpo sea un sobreviviente,
lo que más tarde en morir. 





Estela Figueroa
(1942)

No es para hablar de mí que escribo

No es para hablar de mí que escribo
de la glicina: cayó
su lluvia ligera
azul-
violácea-
celeste.

Ni es para hablar de la glicina
que la comparo con la lluvia
y adjetivo esa lluvia.

Es para detener este momento nocturno:
la casa en calma
y los pensamientos que ennoblecidos velan
por un ordenamiento
que lo abarque todo. 





Susana Cabuchi
(1948)


Jean-Arthur Rimbaud


Oh, Dios; oh, Venus; oh, Mercurio, protector de los ladrones.
Concededme una pequeña cigarrería
o dadme un oficio cualquiera
que no sea este maldito oficio de escribir
en que hay que exprimirse el cerebro.
Ezra Pound


Un hombre inválido
regresa de Abisinia.
Recuerda con sus dedos
las dos o tres verdades.
Anticipa
los sueños de Pound:
desea
una tabaquería,
un ritmo roto
que parta entre piedras
su cabeza ardiente.

Tampoco habrá descanso.
Por las mañanas
su agonía
abrirá
los mostradores de tabaco
y cerrará en las noches
con candados brutales.






Daniel Samoilovich
(1949)


La sombra de mi mano derecha

La sombra de mi mano derecha
es una mano izquierda –lo que escribo
alguien lo escribe desde adentro del papel,
la punta de su lápiz contra el mío.
Me gustaría saber si ése es feliz.
Me gustaría saber cómo suenan
esos versos que corren al revés
rumbo al Oeste de un mundo inclinado.





Juan Carlos Moisés
(1954)


Medidas imprecisas

Está bien, dos más dos es cuatro,
pero querer a alguien es cinco,
seis, tal vez siete.
Oír el verano, oler la noche,
no tienen medidas precisas.
Se puede ser bueno o malo,
ambas cosas o ninguna,
sin que manzanas se vuelvan peras.
Los afectos no se suman,
los defectos no se restan.
Las nubes no abren juicios sobre las personas.





Fabián Casas
(1965)


Paso a nivel en Chacarita

Los chicos ponen monedas en las vías,
miran pasar el tren que lleva gente
hacía algún lado.
Entonces corren y sacan las monedas
alisadas por las ruedas y el acero;
se ríen, ponen más
sobre las mismas vías
y esperan el paso del próximo tren.
Bueno, eso es todo. 





Beatriz Vignoli
(1965)


Brooklyn

Un blues en arameo, platos sucios
y tus manos que tiemblan: “El Mesias”,
decías,
“ha vuelto y vive en Brooklyn”.
No queda el recuerdo tampoco de nosotros.
Es tarde
lo único que ocurre es el lenguaje.




Laura Wittner
(1967)


Epigrama

Dijiste algo y entendí mal.
Los dos reímos:
yo de lo que entendí,
vos de que yo festejara
semejante cosa que habías dicho.
Como en la infancia,
fuimos felices por error.





Martín Gamboa
(1968)


El relámpago antecede al trueno
pero no hace de esto una ley.
El relámpago crea
electricidad azul
de noche. El relámpago
trae luz del día pasado
a la noche presente.
Pero tampoco hace de esto una ley.


* Selección de Luis Paniagua


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