Poemas de Anacreonte
Mauricio López Noriega, doctor en letras clásicas por la UNAM, presenta una muestra de Anacronte, poeta griego de lírica hedonista. Durante la huída de su pueblo natal, Teos, por la amenaza persa, migró a Samos. Su producción poética fue profusa y difusa: hasta nuestros días es difícil diferenciar su obra de la de sus imitadores, quienes abundaron. Anacreonte fue beneficiado por el mecenazgo y fungió como poeta de la corte del tirano Polícrates hasta su caída; también en Atenas y más tarde bajo la protección de los Alévadas en Tesalia. Se cree que vivió entre 572 y 485 a. C. De rodillas te imploro, flechadora de ciervos, rubia hija de Zeus, Ártemis, señora de agrestes animales, la que ahora, en alguna parte, sobre los remolinos del Leteo miras la ciudad de hombres de corazón intrépido, gozosa, pues no pastoreas ciudadanos indómitos. * De nuevo, su pelota tornasolada lanzándome, Eros de áureo cabello, con la joven de sandalia variopinta a jugar me incita. Pero ella, pues es de la bien edificada Lesbos, mi cabellera, por ser blanca, desprecia; pero frente a alguna otra boquea. * Oh niño de virginal mirada: te busco, pero tú no escuchas, sin saber que llevas las riendas de mi alma. * Canas tengo ya las sienes, y la cabeza blanca; y la encantadora juventud ya no está conmigo; mis dientes, envejecidos; y ya no mucho tiempo de la dulce vida me queda. Por estas cosas sollozo con frecuencia, temiendo al Tártaro, pues del Hades es terrible el abismo, y el descenso hasta él, funesto; pues cierto es, para quien desciende, el no regresar. * No es amigo el que, junto a la crátera llena bebiendo vino, contiendas y guerra lacrimosa narra, sino quien, de las Musas y de Afrodita los dones espléndidos mezclando, rememora el gozo amable. * De nuevo me partió Eros con enorme mazo, cual un herrero, y en el tempestuoso torrente me templó. * nada … y tienes, además, temeroso el corazón, niña de bello rostro. y al retenerte con firmeza en su morada tu madre cree prudentemente criarte. Pero tú paces los campos de jacintos, donde Cipris, libres de freno, mantiene atadas amables yeguas. pero en medio irrumpiste de la gente, por lo cual a muchos ciudadanos se les excita el corazón, transitada, transitada Herotima, * Pensamientos lastimeros oigo que tiene esta célebre mujer, y que a menudo esto dice, culpando al destino: ¡Qué bien yo habría estado, madre, si, llevándome, me arrojaras al inexorable mar que bulle de olas tornasoladas! * ¿Por qué, potrilla tracia, con sesgados ojos mirándome, sin piedad me huyes y piensas que nada sabio sé? Sabe que a ti, que a ti pondría el freno diestramente y con las riendas te haría girar en torno de las metas. Mas ahora paces y, brincando, ligera juegas: pues por jinete no tienes un diestro picador. * Antes andaba en andrajos, con estrecha capucha y tabas de madera en las orejas, y en torno de los flancos un calvo pellejo de buey —no lavado forro de mal escudo—, a panaderas y ganosos putos frecuentando, el desgraciado de Artemón, hallando fraudulenta vida; mucho en la pica poniendo el cuello, mucho en la rueda, mucho flagelado en el lomo con fusta de cuero, de cabellera y barba despojado. Pero ahora va en carrozas, con dorados pendientes —hijo de Cice—, y sombrillita de marfil, justo como las mujeres.
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