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portada-cien.jpg Cien poemas
Eugenio Montale; traducción, selección y prólogo de Fabio Morábito, México, UNAM, 2008

 

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Rechina la polea del pozo,
sube el agua a la luz y con la luz se funde.
Tiembla un recuerdo en el colmado cubo,
en el puro círculo una imagen ríe.
Acerco el rostro a evanescentes labios:
se deforma el pasado, se hace viejo,
le pertenece a otro...
                                     Ah, cómo cruje
la rueda, te devuelve al negro fondo,
visión, y una distancia nos divide.




Arsenio

Las ráfagas levantan el polvo en remolinos
sobre tejados y en baldíos desiertos,
donde huelen la tierra unos caballos
quietos, encapuchados, delante de un hotel
de relumbrantes vidrios.
En el paseo, de cara al mar, desciendes
en este día ora lluvioso
ora encendido, en que parece
que irrumpe a trastornar sus horas
iguales, en apretada trama, un estribillo
de castañuelas.

Es el signo de la órbita: tú síguela.
Desciende al horizonte que domina
una tromba de plomo, alta sobre los vórtices,
más que ellos vagabunda: turbión salino
que se enrosca, soplando hacia las nubes
por el colérico elemento; haz que tus pasos
rechinen en la grava, que tropiecen
en los grumos de algas; éste tal vez
es el momento, por ti anhelado, que te libre
de concluir tu viaje, eslabón de una cadena,
andar estático, oh tan notorio
delirio, Arsenio, de inmovilidad...

Entre las palmas oye el chorro trémulo
de los violines, apagado cuando rueda
el trueno con estrépito de lámina
azotada; la tormenta es dulce cuando
brota la estrella blanca de Canícula en el cielo
y se antoja lejana la noche que ya es próxima:
si la desgarra el rayo, se esparce bifurcándose
en la rosada luz cual árbol primoroso:
y el tamboril de los gitanos es el retumbo silencioso.

Desciende en la tiniebla que se agolpa
y muda el mediodía en una noche
de globos encendidos que se mecen
en la orilla –y allá, donde una sola sombra envuelve
agua y cielo, en las barcas dispersas
late el acetileno–
                              y ya gotea el turgente
cielo, humea el suelo que se embebe,
todo a tu lado chapalea, los toldos muelles
se alebrestan, un inmenso murmullo
corre al ras de la tierra y chirriando se aflojan
en las calles faroles de papel.

Perdido entre el bejuco y las esteras que chorrean,
junco tú que las raíces
contigo arrastras, viscosas, nunca arrancadas,
tiemblas de vida y te abandonas
a un gran vacío de resonantes gritos
sofocados, la trama te sumerge
de la ola antigua que te embiste,
y una vez más te atrapa el pórtico,
la calle, los muros, los espejos,
todo te enclava en una sola helada multitud de muertos,
y si un gesto te roza, una palabra
cae a tu lado, acaso es la señal, Arsenio,
en la hora que se extingue, de una vida
estrangulada que por ti ha nacido,
y el viento la dispersa
con la ceniza de los astros.




Pequeño testamento

Eso que refulge de noche
en el casquete de mi pensamiento,
huella nacarada de babosa
o esmeril de vidrio pisoteado,
o es linterna de iglesia o taller
que alimento
clérigo rojo, o negro.
Sólo este iris puedo
dejarte como testimonio
de una fe lacerada,
de una esperanza que ardió más despacio
que un duro tronco en el hogar.
Conserva su ceniza en tu polvera
cuando apagadas todas las lámparas
la sardana se hará infernal
y un Lucifer sombrío bajará sobre una proa
del Támesis, del Hudson o del Sena
sacudiendo sus alas de betún que la fatiga
dejó truncadas para decirte: ya es hora.
No es una herencia, un amuleto
que puede resistir el choque de monzones
sobre la tenue telaraña del recuerdo,
pero una historia sólo dura en la ceniza
y persistencia es sólo la extinción.
Era certero el signo y quien lo vio
sabrá cómo encontrarte.
Cada quien reconoce a los suyos: el orgullo
no era huida, la humildad no era
vil, el tenue resplandor de un frotamiento
allá a lo lejos no nacía de un fósforo. 




Xenia I
(Fragmento)

3.

Al Saint-James de París tendrán que darme
un cuarto "individual". (No ven con gusto
a los clientes solitarios.) Y así también
en la falsa Bizancio de tu hote veneciano;
para en seguida buscar el cuartucho
de las telefonistas, tus amigas
de siempre; y volver a marcharme,
agotados la cuerda y el deseo
de tenerte de nuevo, aunque sea
sólo en un gesto o una costumbre




Llegados a este punto

Llegados a este punto
ni un paso más, dice la sombra.
Te acompañé en la guerra y en la paz
y hasta en el intermedio,
he sido para ti la exaltación y el tedio,
virtudes te insuflé que no posees,
vicios que no eran tuyos. Si ahora me separo
de ti no sufrirás, serás más leve
que las hojas y móvil como el aire.
Debo levantar la máscara, yo soy tu pensamiento,
tu in-necesario, tu inútil cáscara.
Llegados a este punto, ni un paso más, arráncate
de mi aliento y camina en el cielo como un cohete.
Hay luces todavía en el horizonte
y quien las ve no es un demente, es sólo
un hombre y tú te proponías no serlo
por amor a una sombra. Te he engañado,
pero ahora te digo llegados a este punto ni un paso más.
Lo mejor y lo peor de ti no te conciernen
y par lo que vas a ser, ninguna sombra
te hace falta. Llegados a este punto mira
con tus ojos y también sin ellos.




Las historias literarias

Sigo pensando
que Shakespeare era una cooperativa.
Que para las payasadas se servía
de charlatanes geniales como él
a quienes sólo les importaba el dinero.
Puede engullir muy poco la sobrevivencia.
Digiere un pelotón a veces, otras
destila pocas sílabas y tira un monumento
en el cubo de la basura. Produce a la manera de los hongos,
puedes hallarlos juntos en gran número, después
te quedas sin nada todo un día,
todo un año o todo un siglo. Depende.




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