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Segunda Entrega

kati-neuvonen.jpgKati Neuvonen
(Helsinski, 1975)






Una vez tuve un novio tan grande que cuando hacíamos el amor él tenía que echarse en una cancha de fútbol, yo tomaba la cuerda y el piolet y lo montaba. Después lo rociaba con el aspersor, vertía sobre él jabón con un balde, así él se bañaba. Su corazón era tan grande que ahí cabían todas las mujeres de la ciudad, las arterias y las venas necesitaban dirección de tráfico. Hoy en día uso su impermeable como lona en un sitio de obras, me toma media hora abotonarlo.

En una ciudad había una mujer tan feliz que se la expuso en un museo, ahí ella sonreía. Irradiaba una felicidad tal que la gente parada en la puerta tuvo que usar anteojos de sol, no se permitió la entrada a los niños. Cada hora recitó un aforismo sobre el amor, la gente llegó y escribieron en sus pequeños cuadernos cuadriculados, también suspiraron felices. Ellos no vieron cómo el celador por las noches llevaba a la mujer al cuarto de atrás, le abría una tapa en la espalda, le recargaba las pilas, cambiaba su falda, le lavaba el cabello sedoso. La boca de la mujer, más profunda que ninguno de los lagos del país de canciones tristes, se abría y cerraba, tragaba todo y sonreía.


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